RESUMEN
En un contexto internacional cada vez más complicado, el próximo Gobierno de Taiwán —que tomará posesión en mayo— no parece que vaya a ceder frente a la creciente presión de la República Popular China. Cuenta con Estados Unidos como aliado, aunque siempre queda la duda de hasta que punto se implicaría Washington en un eventual conflicto con Pekín? Xi Jinping lanzó dos mensajes aparentemente contradictorios en el Congreso del PCC en 2022: quiere una unificación pacífica, pero no renuncia a usar la fuerza si lo considera necesario.
Juan Leña
Las elecciones presidenciales y legislativas del 13 de enero pasado en Taiwán arrojan unos resultados que si bien apuntan a una probable inestabilidad institucional, ante la ausencia de mayorías claras, también es cierto que precisamente por esa razón es probable que ni el nuevo presidente, Lai Ching-te, del Partido Progresista Democrático (PPD), ni la Cámara Legislativa (Yuan), donde el PPD es minoritario, van a poder tomar medidas que eleven demasiado la tensión con China. Llamativo resulta que el PPD, el partido de la identidad taiwanesa y el más alejado de Pekín, haya ganado las elecciones por tres veces consecutivas, a pesar de las amenazas y presiones de China. Tal vez porque, sin ser mayoritario, el sentimiento identitario va instalándose en la sociedad taiwanesa.
Así las cosas, el resultado se podría calificar de equilibrado a la vista de las circunstancias. Más vale, sin duda, avanzar en el entendimiento y la cooperación que optar por la vía de la confrontación. Las grandes mayorías conducen, a veces, a decisiones apresuradas y de riesgo en escenarios complejos, como el de las relaciones entre China y Taiwán, que implican directamente a los EEUU y a otros países importantes de la región, como Japón, y que podrían conducir, en su caso, a la desestabilización de la economía global, dada la enorme importancia de Taiwán en el campo de los semiconductores. Da la impresión de que el statu quo es el preferido por la población ante los riesgos de una confrontación militar.
En síntesis, las elecciones del 13 de enero tuvieron una alta participación (71,85%), tan solo tres puntos por debajo de las de 2020. Como es sabido, la presidenta saliente, Tsai Ing-wen, figura emblemática del PPD y del independentismo, no podía presentarse a un tercer mandato por imperativo legal. Tres candidatos principales se disputaron el favor de los electores: Lai Ching-te, del Partido Progresista Democrático (PPD), que era el vicepresidente de la Sra Tsai; Hou Yu-ih, del Kuomintang (KMT), el partido de mayor proximidad con Pekín; y Ko Weng-je, del Partido Popular de Taiwán. El presidente electo, Lai Ching-te, no ha obtenido más que el 40% de los sufragios emitidos, muy por debajo de los votos que obtuvo la Sra Tsai en sus dos mandatos anteriores (alrededor del 56%). En la cámara legislativa (Yuan) el Kuomintang (KMT) ha obtenido 52 escaños; el Partido Progresista Democrático (PPD), 51; el Partido Popular de Taiwán (PPT), 8; y dos escaños han sido para dos pequeñas formaciones independientes. A la vista de esos resultados habrá mucho que hablar y negociar para poder gobernar.
En todo caso, hasta que no se produzca la toma de posesión del nuevo presidente el mes de mayo próximo, no parece probable que China adopte, como respuesta, medidas semejantes a las que conocimos en 2022, con ocasión de la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de los EEUU, Nancy Pelosi, a Taipéi. Medidas que elevaron al máximo la tensión sobre y alrededor de la isla, con amenazas, medidas diplomáticas de aislamiento, sanciones económicas y maniobras militares marítimas y aéreas. Rechazo que, aunque con menor intensidad, China volvió a expresar cuando en 2023 la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, en viaje de tránsito por los EEUU, se entrevistó con destacadas personalidades de la administración norteamericana. Desde los años cincuenta del pasado siglo hasta hoy, entre China y Taiwán se han producido bastantes choques de carácter militar, fundamentalmente entre 1954 y 1996, sin que la confrontación militar se convirtiera en guerra abierta, debido al apoyo prestado por los EEUU a Taiwán y al escaso potencial naval y aéreo de la China de Mao.
Desde la muerte de Chiang Kai-she en 1975 y el fin de la ley marcial en 1987, Taiwán ha ido evolucionando gradualmente hacia la democracia representativa con elecciones presidenciales y legislativas, que han permitido la alternancia en el poder. No obstante, los avances democráticos y los extraordinarios logros económicos y tecnológicos de Taiwán no han facilitado el entendimiento con China, para la que no hay más China que la que representa la República Popular, mientras que Taiwán tampoco renuncia a su singularidad. Para Taiwán no se trata ya de hablar en nombre de toda China, como en el pasado, sino de lograr ser considerado como una entidad separada. Largas y difíciles negociaciones entre la República Popular y Taiwán se han ido produciendo a lo largo de los años, pero no de manera oficial, sino a través de entidades con carácter oficioso a uno y otro lado del Estrecho de Taiwán.
Con la llegada de Lee Teng-hui a la presidencia de Taiwán se dinamizan los contactos políticos entre China y Taiwán, con avances muy sustantivos en comercio e inversiones en la década de los ochenta y noventa del siglo pasado, hasta que se alcanza en 1992 entre ambas partes el llamado Consenso de ‘Una Sola China’, base de la relación bilateral hasta 2016, cuando Tsai Ing-wen, del Partido Progresista Democrático y de ideas marcadamente separatistas, llega al poder. Ganará dos mandatos, pero las relaciones con China entrarán en un período de dificultades, confrontación y estancamiento de los intercambios. Baste recordar que durante los dos mandatos de la Sra.Tsai el aislamiento diplomático de Taiwán se ha incrementado notablemente, siendo oportuno reseñar la reciente ruptura de relaciones con Taiwán por parte de Honduras y Nauru. De manera que solo once países de escasa significación reconocen hoy a la República de China.
El llamado Consenso de ‘Una Sola China’ es el paraguas bajo el que se cobijan China y Taiwán. El problema es que Pekín y Taipéi tienen interpretaciones diferentes de los términos de ese Consenso. Para China Popular el Consenso excluye tanto la existencia de dos Chinas, como de una China y un Taiwán, mientras que para Taiwán el Consenso es interpretado como ”un país y dos áreas gobernadas separadamente por dos entidades políticas”. En 1995 el presidente Jiang Zemin dirigió un mensaje de ocho puntos al presidente de Taiwán, Lee Teng-hui, reiterando que el principio de ‘Una Sola China’ es sine qua non para la reunificación pacífica. La contraoferta de Lee Teng-hui se contenía en un mensaje de seis puntos, el primero de los cuales era “lograr la unificación de China sobre la base de la constatación de que la nación está dirigida por dos Gobiernos separados”. Difícil cuadratura del círculo la de poner de acuerdo a Pekín y Taipéi.
Por su parte, EEUU ha endosado, desde el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China en 1979, la política de ‘Una Sola China’, que para Pekín constituye uno de los puntos más sensibles de las relaciones con Washington. Según la administración Biden, la relación chino-norteamericana en lo tocante a “la política de una sola China” está regida por la Taiwan Relations Act, los tres Comunicados Conjuntos con la República Popular China de 1972 ,1978 y 1982 y las Seis Garantías comunicadas por el presidente Reagan al Gobierno de Taiwán en 1982. En lo relativo a la actitud norteamericana en el caso de un ataque chino a Taiwán, EEUU practica una política de “ambigüedad estratégica”, que hoy se mantiene, aunque el presidente Biden ha manifestado en cuatro ocasiones desde 2021 que EEUU defendería a Taiwán en el caso de un ataque chino. La “ambigüedad estratégica” tiene su sentido porque el automatismo en el apoyo a Taiwán podría llevar a EEUU y la República Popular China a un conflicto de muy graves consecuencias.
A su vez, el presidente Xi Jinping manifestó en el 20 Congreso del Partido Comunista Chino en octubre de 2022 que la unificación con Taiwán es necesaria para “el rejuvenecimiento de la nación china” y que China está por la unificación pacífica en el marco de la fórmula ”un país, dos sistemas”, que Deng Xiaoping ya propuso en 1982 y que ahora se está aplicando en Hong Kong con el rechazo de algún segmento de la población. No obstante, Xi añadió de manera categórica en el Congreso del PCC que China nunca renunciará al uso de la fuerza para el logro de la unificación, si fuera necesario.
Taiwán y la cuestión del Mar de China Meridional constituyen dos de los problemas de mayor alcance estratégico en Asia Oriental y del Sur. En el espacio de poco más de cuatro décadas, China se ha convertido en la fábrica del mundo y es hoy la segunda economía del planeta. Hasta hace poco concentrada en el desarrollo interno, la diplomacia china se expresa cada vez con mayor fuerza sin esconder sus aspiraciones al liderazgo global, reiterando que el ejército chino debe estar preparado para combatir y vencer. Si Deng Xiaoping se refería a algunas reivindicaciones chinas en la región sin prisa, dejando su resolución a las generaciones venideras, la China de Xi Jinping se afirma cada día con mayor rotundidad e impone su propia visión del mundo e intereses, como en el mar de China Meridional, sin consideración a los países ribereños, ni a la libertad de navegación.
JUAN LEÑA
Embajador de España
Juan Leña Casas, nacido en Cabra (Córdoba), en 1940 es licenciado en Derecho y miembro de la Carrera Diplomática desde 1974, de la que se jubiló en 2010, con la categoría profesional de embajador.
Es un gran conocedor del mundo asiático, ya que, a lo largo de su trayectoria profesional ha sido embajador de España en la República Popular China (1993-1999), en Japón (1999-2003) y en Corea del Sur (2008-2010).
Además, ha sido embajador en Argelia (2004-2008), así como director general de la Oficina de Información Diplomática, entre 1988 y 1993) y subdirector general de América del Norte y de Filipinas, Asia y Pacífico.