Andrea Chamorro
Analista de la Fundación Alternativas
El tres de febrero el presidente senegalés, Macky Sall, anunciaba el aplazamiento de las elecciones generales previstas para el 25 del mismo mes. El líder del ejecutivo justificaba su decisión en un conflicto entre la Asamblea Nacional y el Consejo Constitucional, debido a la puesta en marcha de una investigación por parte del Parlamento para inspeccionar a la Comisión Electoral, encargada de aprobar los candidatos presidenciales. Pero el retraso de los comicios es solo la punta del iceberg de una tensión que viene de antiguo. Senegal es conocido como el país más estable de África, al no haber sufrido guerras civiles ni golpes de estado, pero, últimamente, su calidad democrática se ha visto seriamente afectada.
Sall, en el poder desde 2012, no puede optar a la reelección, por lo que su partido eligió como candidato al actual primer ministro, Amadou Ba. No obstante, el retraso permitirá a Sall mantenerse en la presidencia durante diez meses más, algo que nunca había ocurrido anteriormente. Además, el hecho de no poder volver a concurrir no le ha impedido poner grandes impedimentos a los principales candidatos opositores. La decisión del presidente debía ser debatida en el Parlamento, pero cuando la sesión estaba teniendo lugar, la oposición fue expulsada por la Gendarmería. La población interpretó los acontecimientos como un ataque a la democracia, y se dieron protestas en las principales ciudades del país. En respuesta, el gobierno cortó Internet y clausuró un periódico. El deterioro de la democracia senegalesa es evidente, y el partido opositor PASTEF denuncia un “golpe de Estado constitucional”. Sin embargo, no es un acontecimiento similar a los golpes de Estado ocurridos en el Sahel, ya que el ejército no ha estado implicado ni se prevé un cambio geopolítico en las alianzas internacionales de Senegal.
En total, se presentaron 25 candidatos, pero el Consejo Constitucional solo aceptó la candidatura de 20, siendo dos de ellos especialmente relevantes en la situación de inestabilidad que vive el país. Uno de ellos, Ousmane Sonko, líder del PASTEF, es el preferido de la juventud, ya que es el principal defensor de sus derechos y hace un gran uso de las redes sociales para difundir sus mensajes. Al mismo tiempo, ha sostenido un discurso anticolonial y especialmente crítico con Francia. Pero Sonko se enfrentó a dos procesos judiciales, el primero por una presunta violación, de la que salió inocente, y el segundo por insultar al ministro de turismo, por el que fue declarado culpable y encarcelado, e inhabilitado para presentarse, a pesar de sus sucesivas huelgas de hambre. La reclusión de Sonko no fue bien recibida por la población, y en ambos procesos se sucedieron las protestas, con 19 muertos en los enfrentamientos con la policía. La población senegalesa se caracteriza por su juventud, pues la media de edad en el país es de 19 años y crece a gran velocidad, con un aumento del 2,6% anual. En España, la media de edad es de 44 años y el crecimiento anual del 0.8%.
La situación económica en Senegal se ha deteriorado en los últimos años, primero por la pandemia y, posteriormente, con el conflicto en Ucrania. Esto ha afectado directamente a la calidad de vida de la población y el mercado laboral, por lo que una parte se ha visto obligada a emigrar. Pero el encarcelamiento de Sonko no ha supuesto el fin de la oposición contra el presidente Sall. El PASTEF eligió un nuevo candidato, Bassirou Diomaye Faye, con el beneplácito de Sonko.
Otro de los candidatos presidenciales que el Consejo Constitucional no permitió concurrir en los comicios fue Karim Wade. La decisión se basó en que tenía ciudadanía franco-senegalesa, y la Constitución determina que los candidatos solo pueden tener nacionalidad senegalesa. Este candidato también ha levantado suspicacias por ser hijo del ex presidente Abdoulaye Wade, en el poder entre 2000 y 2012 y mentor de Sall, salpicado además por un amplio historial de corrupción, por el que llegó a pasar tres años en la cárcel. Karim sí renunció a la nacionalidad francesa para poder presentarse, pero la comisión electoral alegó que no se había hecho en los tiempos adecuados, lo que supuso un duro revés para los planes de Sall, ya que era un candidato favorable a sus intereses y Ba no tenía todas las de ganar por su desgaste político de los últimos años. Por otro lado, Wade denunció las irregularidades del Consejo Constitucional por el supuesto tráfico de influencias entre miembros de este organismo y el candidato Ba.
La reacción internacional no se ha hecho esperar, sobre todo por parte de la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO). Esta organización ya ha sufrido la retirada de Mali, Níger y Burkina Faso, a los que impuso grandes sanciones y amenazó con una intervención debido a los golpes de estado que sucedieron en los mismos. Senegal es uno de los Estados clave de la organización por su potencial militar, económico y demográfico. Por su parte, los tres excluidos de la CEDEAO han creado la Alianza de Estados del Sahel y han comenzado un rápido proceso de cooperación política, militar y económica. Esta nueva organización ha acusado a Sall de planear un golpe de Estado.
Senegal mantiene buenas relaciones de cooperación con multitud de países por su potencial geoestratégico y recursos naturales, como tierras fértiles e hidrocarburos que empezarán a explotarse en un futuro cercano. La tensión continúa aumentando y se abre un panorama incierto para Senegal, mientras los países del entorno siguen con preocupación la evolución de los acontecimientos.
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