Sergi García
Invertir puede acarrear tantos éxitos como fracasos. Lograr un resultado u otro depende de la capacidad del inversor para manejarse en un mercado que, por más seguro que parezca a veces, no deja de fluctuar. Contra la volatilidad, puro análisis. Y, frente a las corazonadas, mente fría. Porque el éxito a la hora de invertir no depende siempre del capital conseguido. Sino de mantener el equilibrio y acotar las pérdidas al mínimo.
¿Por qué invertir?
Existen muchos y muy distintos motivos por los que decidirse a invertir los ahorros. Entre ellos, desde la búsqueda del crecimiento del capital o de la generación de ingresos pasivos hasta un modo de diversificar el riesgo e incluso de poder protegerse contra la inflación. Sea como sea, el caso es que la inversión idónea no es aquella que genera más riqueza, sino la que logra menos pérdidas. Razón por la que cada paso debe darse con mucho, mucho conocimiento.
Al preguntarse dónde invertir mis ahorros, son siempre incontables las opciones disponibles en el mercado. Prácticamente, un inversor puede invertir en casi todo. Pero ese gran abanico de posibilidades, por más capital del que se disponga, no garantiza siempre el éxito. Y es que casi en todas las ocasiones, el dónde suele depender del cuándo. Aunque cuando no escurridizo, el contexto de una inversión a veces puede ser muy caprichoso. Y por ello cabe ser inteligente.
¿Cuándo una inversión es inteligente?
Existen distintos indicadores para corroborar el acierto de una inversión. En primer lugar, urdir un análisis coherente y profundo de todo factor que a la misma atañe —salud financiera de la empresa en cuestión, macroeconomía, potencial de éxito— es tan importante como controlar el riesgo de ésta. Entendiendo por ello que no por mantener el control debe evitarse el riesgo a toda costa. Si no, más bien, tener a mano recursos mediante los que poder mitigar o tolerarlos.
Otro punto importante a tener en cuenta es la diversificación de las inversiones. Cuanto más amplio sea el espectro de posibilidades, de activos o sectores del mercado, menos arriesgada será la inversión, puesto que podrá compensar las decisiones perdidas con las seguras. Motivo por el que mantener una perspectiva a largo plazo es también una apuesta inteligente. Ya que la volatilidad del mercado puede demorar algunos éxitos tanto como acelerar ciertos fracasos.
Asimismo, dicha perspectiva debe también tenerse en cuenta en pro de los objetivos a lograr por el inversor. Sea crecer en capital, generar ingresos o diversificar su patrimonio. Según cada caso, corroborando la existencia de la suficiente capacidad de asumir la inversión a lo largo del tiempo. Es decir, de poder mantener sus capacidades financieras e incluso emocionales —de gran peso en cualquier movimiento financiero— sin por ello perjudicar su estabilidad general.
Así se invierten (con bajo riesgo) los ahorros
Invertir siempre acarrea cierto componente de riesgo. Al fin y al cabo, se trata de una apuesta que depende de múltiples factores en cierto modo ajenos al control total del inversor. Pero, por lo general, las cuentas de ahorro o los certificados de depósito, aunque procurando ingresos a largo plazo, suelen encontrarse entre las opciones más seguras. De un modo algo más veloz, se hallan los bonos del gobierno, de muy bajo riesgo y retornando el capital al vencimiento.
Dentro de los bonos es posible invertir en fondos de bonos de alta calidad crediticia. Es decir, menos susceptibles a incumplimientos y, por ello, con una menor volatilidad frente a acciones. Algo que también sucede con los fondos cotizados. Poco volátiles, puesto que pivotan sobre acciones históricamente menos fluctuantes y menos arriesgadas. Aunque, como siempre, una inversión de los ahorros de bajo riesgo es aquella que se debe a un código firme de actuación.
Consejos para invertir de forma segura
En el manual de inicación de todo inversor no debe faltar un capítulo dedicado a fijar objetivos claros, coherentes en el horizonte temporal de la inversión y el nivel de riesgo de la misma. Es decir, no volar más allá de lo que permitan nuestras alas. Junto a ello, un presupuesto sólido que permita cubrir los gastos básicos de cada movimiento y, como parte de la ya mencionada tolerancia al riesgo, que cuente con un gran fondo de emergencia para cubrir cualquier traspié.
Como es natural en cualquier movimiento financiero, nunca está de menos investigar a fondo el mercado donde se invertirán los ahorros. Es decir, conocer el ecosistema de actuación, ya que de dicho conocimiento dependerá el éxito o el fracaso de nuestra inversión. En un entorno tan fluctuante como el mercado, siendo preciso mantener una información constantemente actualizada sobre todo tipo de cambios que en él acontezcan, minorizando así nuestro riesgo.
Por último, otra buena recomendación es la de invertir de forma gradual, poco a poco, y sin dejar que la avaricia rompa el saco. Las prisas, cargadas de ímpetu emocional, no suelen ser buenas aliadas en la carrera de ningún inversor. Y, por ello, mantener el equilibrio entre las ganancias y las pérdidas, depende a su vez de saber revisar y reajustar la cartera de forma regular y cuando sea preciso. Porque la mente fría es siempre aquí la mejor de las consejeras.