Jorge Dezcallar
Embajador de España
El aumento de la tensión en Oriente Medio preocupa al mundo y arrebata las primeras páginas de los periódicos a la guerra de Ucrania. Supongo que Putin está muy contento por tres razones al menos: en primer lugar, porque eso significa menos armas y menos dinero para Kiev (en estos momentos hay un total de 100.000 millones de euros bloqueados por Hungría en Europa y por el Congreso Republicano); en segundo lugar porque mantiene a EE. UU. enfangado en Oriente Medio y prestando menos atención a Rusia y a China y, en tercer lugar, porque cuando el mundo compara la reacción occidental ante la invasión americana de Irak en 2003, la rusa de Ucrania en 2022, y la ocupación israelí de territorio palestino, origen remoto del actual conflicto de Gaza, se producen acusaciones de doble rasero que llevan agua a los molinos chino y ruso entre los países que forman parte del Sur Global. Por eso no me extrañaría que hubieran brindado por Gaza tanto en Moscú como en Pekín.
Enfrentamiento abierto con Irán
Los frentes abiertos ante Israel son muchos y todos son importantes, empezando por el frente doméstico que exige al Gobierno el rescate del centenar largo de rehenes aún en poder de Hamás en lo que constituye un crimen de guerra. Sin su liberación no callarán las armas. Por otra parte, Netanyahu sabe que una vez que acabe el conflicto desaparecerá la unidad interna que ha provocado la guerra y será muy difícil que sobreviva políticamente tanto por los fallos de seguridad cometidos como por acusaciones de corrupción que lleva toreando desde hace años.
En el frente externo el mayor peligro lo representa la República Islámica de Irán, que aumenta con discreción el enriquecimiento de uranio acercándose cada vez más a la posibilidad de dotarse del arma nuclear (lo que entre otras consecuencias desataría una indeseable carrera de armamentos en la región), mientras mueve en las sombras y sin dar la cara sus peones en Oriente Medio: los hutíes en Yemen, Hizbulá en el Líbano y las milicias que controla en Siria e Irak. Todos ellos se unen en su acoso a Israel a los propios palestinos de Cisjordania, entre los que los israelíes ya han producido un par de centenares de muertos.
La táctica iraní es la de tirar la piedra y esconder la mano. Al menos hasta donde sea posible porque también ha secuestrado un petrolero frente a las costas de Omán. Como consecuencia, el riesgo de que la crisis de Gaza haga metástasis en Oriente Medio es cada vez mayor. Para calmar los ánimos, Washington envió a la zona a dos portaaviones con sus correspondientes grupos de combate, que sin desearlo pueden acabar contribuyendo a un aumento de la tensión.
Hizbulá es el enemigo más peligroso de Israel después de Irán, con el que está enfeudado. Tiene un enorme arsenal de cohetes (150.000) que está lanzando poco a poco sobre Israel, sobre todo después de que este último matara en Beirut a un par de altos mandos de Hamás y de Hizbulá en lo que consideró una provocación y quizás lo sea. El resultado es que 150.000 personas han tenido que ser evacuadas a ambos lados de la frontera entre Líbano e Israel en una situación imposible de mantener a medio plazo. Al mismo tiempo, bases americanas en Siria e Irak son atacadas por milicias locales aliadas de Irán, forzando a Washington a reforzarlas en hombres y material. El presidente de Irak ha reiterado estos días su deseo de ver una retirada de las tropas norteamericanas de su territorio.
En solidaridad con Hamás, los hutíes atacan buques que atraviesan el estrecho de Bab el Mandeb cuyas aguas están protegidas por el Derecho Internacional. El resultado es que grandes navieras que unen Asia con Europa han decidido evitar el Canal de Suez (12% del tráfico marítimo mundial, 15% del de petróleo) y dar la vuelta al continente africano con el resultado de un fuerte aumento en el coste de los fletes.
Para proteger la navegación en el mar Rojo, EE. UU. ha puesto en marcha la Operación Guardián de la Prosperidad que ha bombardeado posiciones hutíes en Yemen como represalia, subiendo muchos grados una tensión ambiental ya de por sí muy alta. España se ha negado a participar en ella a pesar de la insistencia norteamericana. Estoy seguro de que el Gobierno tiene buenas razones para actuar como lo hace, pero debería explicárnoslas con claridad porque la libertad de navegación también nos afecta y porque produce cierta perplejidad recibir al mismo tiempo felicitaciones de los hutíes y muestras de malestar de los americanos. Este Gobierno explica poco, también sigue sin explicar el giro sobre el Sáhara.
El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, y el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, recorren la región tratando de calmar los ánimos y de evitar que el conflicto se extienda porque eso sería una pésima noticia para el mundo y en particular para Biden que enfrenta unas elecciones complicadas el próximo noviembre y cuyo índice de popularidad es muy bajo, entre otras razones por las críticas que por exceso o por defecto suscita su política en relación con el conflicto de Gaza y que, como consecuencia, hace también crecer la tensión también entre Washington y Jerusalén.
¡Con lo bueno que sería lograr un alto el fuego que calmara los ánimos y permitiera la llegada de ayuda humanitaria a Gaza! Solo harían falta dos cosas, que Hamás devolviera a todos los rehenes que mantiene en su poder violando todas las leyes de la guerra, y que Washington dejara de enviar armas a Israel. El obstáculo para la primera condición está en Hamás, y para la segunda en la política doméstica norteamericana.
Al margen del riesgo, muy real, de extensión del conflicto de Gaza, que nadie desea, existe el de cerrar en falso la crisis actual como siempre se ha hecho en el pasado. Evitarlo exige enfrentar el problema palestino, cosa que Israel se ha negado a hacer durante muchos años, porque no podrá haber seguridad para Israel sin justicia para los palestinos, que también tienen derecho a su propio Estado como acaba de reconocer el rey Felipe VI.
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