Pedro González
Periodista
Al final lo consiguieron. La mayoría republicana en la Cámara de Representantes de Estados Unidos logró que se abriera el proceso de destitución del actual presidente Joe Biden, acusado de haberse beneficiado de los negocios de su hijo durante su etapa como vicepresidente de Barack Obama (2009-2017).
Biden se convierte así en el cuarto presidente en enfrentarse a un “impeachment”, como se conoce legalmente tal proceso. Antes lo fueron Andrew Johnson en 1868, Bill Clinton en 1998 y el propio antecesor de Biden en la Casa Blanca, Donald Trump, por dos veces, en 2019 y 2021. Ninguno de ellos fue finalmente condenado “por traición, corrupción u otros crímenes o delitos mayores”, según prevé la Constitución norteamericana de 1787. Quién tuvo más probabilidades de haberlo sido fue Richard Nixon, que, descubierta su participación directa en el denominado Caso Watergate, de espionaje al Partido Demócrata, prefirió dimitir antes que pasar por el oprobio de una destitución humillante.
En el caso de Joe Biden es también poco probable que el proceso, caso de consumarse, termine en una condena y consiguiente destitución del actual inquilino de la Casa Blanca. Pero, es también evidente que el simple hecho de que se haya iniciado introduce un nuevo e importante factor de distorsión en la campaña electoral de 2024, de cuya candidatura Biden todavía no se ha apeado, aún cuando ha dejado entrever varias veces su cansancio y su deseo de retirarse de la carrera, a la que dice no renunciar si enfrente vuelve a tener a Donald Trump, en la creencia de que es el único que podría vencerle.
Hasta tres comités de la Cámara Baja han estado investigando y escudriñando durante un año los posibles beneficios ilegales que Biden hubiera podido obtener de los negocios de su hijo Hunter. Este, del que su padre dice sentirse muy orgulloso, tiene un pasado con algunos tropiezos judiciales a causa de su adicción a las drogas. Curado al parecer de todo ello, algunos fiscales le acusan de haberse lucrado con 15 millones de dólares, que habría recibido tanto de empresas como de gobiernos extranjeros entre 2014 y 2019. Unas y otros siempre han estado bajo la lupa de las agencias de seguridad de Estados Unidos, al tratarse de empresas y/o gobiernos de Ucrania, Rusia, Kazajistán, Rumania y China. Un grupo de socios de Hunter Biden habrían recibido asimismo otros 9 millones de dólares, beneficios todos ellos cuya ilegalidad aún no está probada, pero que el ala más “trumpista” del Partido Republicano quiere aprovechar para destrozar tanto a Biden como al Partido Demócrata, y atornillar aún más la ventaja que actualmente otorgan las encuestas para que Donald Trump vuelva a ocupar la Casa Blanca.
Cualquier declaración o gesto se aprovecha enseguida políticamente. Así, la negativa de Hunter Biden de comparecer a una audición a puerta cerrada en la Cámara Baja el pasado miércoles ha desencadenado toda suerte de improperios y forzadas sospechas. Especialmente incisivo se muestra James Comer, presidente del Comité de Vigilancia de la Cámara de Representantes, para el que “la Casa Blanca está bloqueando testimonios claves”. El propio presidente de la Cámara, Mike Johnson, concluye que “la familia Biden recibió 15 millones de dólares de empresas y gobiernos extranjeros”, dejando planear la impresión de que no todo es limpio y transparente en tales ganancias.
En las filas demócratas el mensaje incide en acusar a los republicanos “de trabajar para Trump en vez de para los ciudadanos”. Los congresistas demócratas estiman que “estamos asistiendo a la continuación de la cruzada por revertir el resultado electoral de 2020”, en palabras del congresista Jim McGovern.
En cualquier caso, abierta la puerta al proceso, los republicanos pisarán el acelerador para que la Cámara de Representantes termine votando cuanto antes si se juzga finalmente al presidente. Confían para ello en su mayoría de 221 votos frente a 212. Si ello ocurriera, el proceso pasaría al Senado, encargado de emitir el veredicto final. Aunque exigüa, los demócratas gozan en la Cámara Alta de la mayoría que presuntamente votaría por absolver al presidente Biden. Ello no habría impedido en cambio la tremenda guerra sucia que va a intensificarse desde ya mismo. Si ya la anterior recibió ese epíteto como la más emponzoñada de la historia, la que oficialmente se va a desarrollar a lo largo de 2024 promete ahondar aún más en la degradación y la basura.
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