<h6><strong>Luis Ayllón</strong></h6> <h4><strong>La crisis diplomática con Israel desatada tras el viaje del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a ese país y a Palestina, ha quebrado el difícil equilibrio que España ha mantenido a lo largo de casi 38 años entre las dos partes del conflicto.</strong></h4> <strong>Fue en enero de 1986, cuando el Gobierno de Felipe González se atrevió a dar el paso que Israel esperaba desde su creación como Estado en 1948.</strong> El régimen franquista, obsesionado con lo que consideraba vínculos del judaísmo con la masonería y el comunismo, no quiso reconocer a ese nuevo Estado y optó por echarse en manos de los países árabes, confiando en sus apoyos para poder ingresar en la Organización de Naciones Unidas. La llegada de la democracia España tampoco trajo un rápido cambio de actitud y sí algún abrazo entre el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yaser Arafat. <strong>El temor a una reacción de protesta del mundo árabe impedía a las autoridades españolas dar el paso del reconocimiento del Estado de Israel.</strong> Con el ingreso de España en la OTAN y, más tarde, con la adhesión a las Comunidad Económica Europea, <strong>Felipe González se movió para proceder al establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel, un proceso llevado con gran discreción y que culminó el 17 de enero de 1986</strong> en La Haya. La temida reacción árabe no se produjo, más allá de unas pocas quejas testimoniales. Para intentar acallar esas quejas, el Gobierno formalizó el <strong>Estatuto de la Oficina de la OLP en Madrid,</strong> que con el tiempo, cuando se creó la Autoridad Nacional Palestina, pasó a ser la <strong>Delegación General de Palestina en España</strong>. Se abría así u<strong>na nueva etapa en la posición de España en Oriente Medio</strong>, en la que el Gobierno socialista supo moverse con gran habilidad, hasta el punto de que <strong>el 30 de octubre y el 1 de noviembre de 1991 quedaron marcados como fechas en las que España se apuntó uno de sus más espectaculares tantos diplomáticos, al organizar la Conferencia de Paz de Madrid.</strong> El tener abiertos los canales de relaciones tanto con Israel como con los árabes, unido a una buena sintonía forjada por González con los entonces presidentes de Estados Unidos, George Bush; y de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, fueron elementos claves para que el secretario de Estado norteamericano, James Baker, llamara al ministro de Asuntos Exteriores español Francisco Fernández Ordóñez, para proponer la capital de España como sede de una Conferencia de Paz en la que sentar por primera vez juntos a israelíes y palestinos. La reunión de Madrid, organizada en menos de quince días, convocó a los jefes de Estado o de Gobierno de Estados Unidos, la URSS, Siria, Líbano, Egipto, Jordania (en cuya delegación se integraron los palestinos, con Yaser Arafat a la cabeza) e Israel. Todos ellos fueron capaces de echar a andar un plan de paz que luego se concretaría en los Acuerdos de Oslo, finalmente fracasados. Después de aquel momento, España, <strong>tanto con los Gobiernos de González como con los de José María Aznar, siguió navegando entre las aguas israelíes y las árabes. Los intercambios de visitas oficiales con Israel discurrieron con normalidad. Poco después de la</strong> Conferencia de Madrid, González viajó a Israel y años mas tarde, en 1995 iría a Gaza. Por su parte, Aznar estuvo en Israel en 1999 y se reunió con Arafat en suelo palestino, después de que España financiara la construcción del aeropuerto de Gaza, que años más tarde sería destruido por un bombardeo israelí. También en 2009 viajó a Israel y a Palestina como presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, algo que no llegó a hacer su sucesor en el cargo, Mariano Rajoy. <strong>Fue en 2010 cuando España dio un paso importante, al elevar el rango de la representación diplomática palestina en nuestro país. Pasó de ser Delegación general a Misión Diplomática, con un jefe de la representación con tratamiento de embajador</strong> e inclusión en la lista del Cuerpo Diplomático acreditado en España en igualdad de condiciones que el resto de embajadores extranjeros. España apoyaba ya entonces la solución de dos Estados para tratar de resolver el conflicto entre israelíes y palestinos. A mantener esa posición de equilibrio contribuyeron sensiblemente los i<strong>ntercambios de visitas a nivel de jefes de Estado</strong>. En marzo de 1992, 500 años después de la expulsión de los judíos de España decretada por los Reyes Católicos, el presidente israelí, Haim Herzog viajó a Madrid y mantuvo un encuentro con el Rey Juan Carlos en la sinagoga. Un año más tarde, don Juan Carlos y doña Sofía visitaron Israel en un primer viaje oficial en el que el Rey defendió el cambio de paz por territorios, rindió homenaje a las víctimas del nazismo y plantó un olivo en el bosque de Beit Shemesh como símbolo de paz. Más recientemente, la celebración, en 2011 de los 25 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y España, propició que el presidente israelí, Shimon Peres, viajara a España que, unos meses más tarde, los entonces Príncipes de Asturias don Felipe y doña Letizia hicieron una visita oficial a Israel y también a Ramala, donde fueron recibidos por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas. Ya como Reyes, en 2017, don Felipe y doña Letizia recibieron la visita de Estado a España del presidente Reuven Revlin, en un momento en que había un cierto malestar en el Gobierno español, presidido entonces por Rajoy, que consideraba que Israel no había sido suficientemente claro en el rechazo a las pretensiones de independencia en Cataluña. Unos años antes, en 2014, se produjo un hecho relevante cuando todos los Grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados aprobaron una<strong> resolución en la que se instaba al Gobierno</strong> -que en ese momento era del PP- a <strong>reconocer el Estado Palestin</strong>o, pero vinculando este movimiento a que se produzca antes "<strong>un proceso de negociación"</strong> entre israelíes y palestinos, que garantizara la paz y la seguridad para ambas, el respeto a los derechos de los ciudadanos y la estabilidad regional. También se apostaba por "buscar en cualquier actuación en este sentido una acción coordinada en concierto con la comunidad internacional, y en concreto con la Unión Europea, teniendo plenamente en cuenta las legítimas preocupaciones, interés y aspiraciones del Estado de Israel". Ni aquel Gobierno de Mariano Rajoy, ni posteriormente el de Pedro Sánchez dieron paso alguno para poner en práctica esa resolución. En cualquier caso, en los últimos años, las relaciones entre Madrid y Tel Aviv no eran las mejores, hasta el punto de que el Gobierno israelí anunció en 2017 que congelaba sus relaciones con España, después de que el Consejo de Seguridad de Naciones Unida, que en 2016 presidía nuestro país, aprobara una resolución condenando los asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este sus relaciones. Esos incidentes ponían de relieve que, más allá de que formalmente se hablara de buenas relaciones ente los dos países, lo cierto es que están <strong>no eran muy fluidas desde el punto de vista político</strong>. Un hecho llama particularmente la atención: Desde 1998, en que lo hizo el propio Netanyahu, ningún primer ministro israelí ha visitado oficialmente España. Con todo, los intercambios económicos han ido creciendo y también los científicos y culturales, sobre todo desde la creación, en 2010 del Centro Sefarad-Israel en Madrid. De igual modo, durante mucho tiempo ha sido fructífera la colaboración de los servicios de inteligencias españoles con los israelíes, que pasan por ser uno de los mejores conocedores del mundo del terrorismo yihadista. Esa colaboración podría resentirse ahora, salvo que se consiga que las aguas vuelvan a su cauce, cosa difícil habida cuenta de que algunos de los ministros de la cuota de Sumar mantienen públicamente posiciones muy radicales frente a Israel.