Ramón Jáuregui
Presidente de la Fundación Euroamérica
“…y ahora que debemos desplegar las velas
y coger los vientos del destino
adondequiera que lleven al barco.”
– Edgar Lee Masters
Nadie niega el éxito de la Cumbre UE-CELAC de julio pasado. Por celebrarse después de ocho años de suspensión, porque tanto las asistencias como las ausencias han estado muy bien compensadas y porque las resoluciones adoptadas han dado la impresión de que en América Latina y en Europa renacía la voluntad de reforzar esta alianza estratégica que forjamos hace ya más de veinte años.
Pero todos coincidimos también en que la cumbre ha sido solo un comienzo, un nuevo inicio de una Alianza que, en los últimos tiempos, habíamos enfriado o devaluado. Los acuerdos alcanzados son sólo un puerto de salida, pero falta la navegación y culminar un recorrido que, a buen seguro, no será fácil. Veamos por qué.
Uno de los compromisos contraídos es recuperar el diálogo político entre las dos regiones sobre los grandes temas de la agenda internacional y aproximar posiciones en ese tablero sobre los acontecimientos que cruzan nuestra actualidad geopolítica día tras día. Estamos a finales de 2023, han pasado ya casi seis meses desde la Cumbre y estamos lejos de avanzar en ese compromiso.
Es bueno que los ministros de Asuntos Exteriores se reúnan anualmente y por supuesto, es mejor todavía que haya un compromiso para la celebración de una siguiente Cumbre en el año 2025, previsiblemente en Colombia, porque todo ello da continuidad institucional a este compromiso de reanudar nuestro diálogo político. Pero parece mucho más complejo poner en práctica la creación de un órgano permanente de diálogo para mantener la interlocución sistemáticamente y de manera suficientemente representativa.
Empiezo por atribuir a Europa la primera responsabilidad. Soy de los que piensan que Europa debe escuchar más y mejor a América Latina y el Caribe, que debemos conocer y comprender que muchos de sus intereses no coinciden estrictamente con los nuestros, a pesar de nuestra convergencia básica de valores, principios y aspiraciones en el orden internacional. Europa debe ofrecer a los países latinoamericanos la fuerza de la acción común en las mesas de la gobernanza global, la defensa conjunta de posiciones muy importantes para las dos regiones: cambio climático, financiación internacional, justicia y transparencia fiscal, comercio internacional, etcétera. Pero esas posiciones comunes deberán ser siempre la consecuencia de una mutua actitud de respeto, conocimiento, comprensión y consenso. Pero, a la recíproca, ¿está América Latina y el Caribe dispuestas a esa plataforma común?¿Quieren sumar fuerzas en los temas en que coincidamos ?¿Cómo hacerlo?
Por parte de la Unión Europea el Servicio Exterior (SEAE), es único y representa a los veintisiete Estados que integran la Unión. Pero ¿quién y cómo representar a América Latina y el Caribe? Es más, ¿están todos los países latinoamericanos interesados en este órgano común de diálogo? Hago provocativamente estas preguntas porque me constan las dificultades para la gestación de este órgano por parte de una presidencia pro- tempore de CELAC sin capacidad suficiente para la acción y porque conozco la frialdad con que algunos de los países grandes de América Latina están enfrentando este objetivo.
Concluyo pues diciendo que ese diálogo político que sustente nuestra Alianza, reclama la puesta en común de un órgano permanente que mantenga el contacto, que haga fluido nuestro diálogo, que construya nuevos consensos entre las dos regiones, para hacernos más fuerte, más influyentes , menos dependientes y más autónomos en un escenario internacional peligrosamente polarizado y adverso. Pero es urgente constituirlo.
El segundo gran acuerdo se derivó de la Business Round Table, celebrada en la mañana del 17 de julio, en presencia de la señora Von der Leyen, el presidente Lula y el presidente Sánchez y su continuación en la reunión de ministros de economía de la UE y de CELAC celebrada en Santiago de Compostela el 15 de septiembre pasado. Se trata del lanzamiento de una agenda del Programa Global Gateway, dotado con cuarenta y cinco mil millones de euros para estimular las inversiones europeas en América Latina y Caribe los próximos años y se basa en una lista (indicativa y evolutiva) de proyectos de inversión, país por país , en tres grandes áreas : la transformación digital, la lucha contra el cambio climático y las inversiones para cubrir las necesidades de inclusión social y servicios básicos.
Pero aunque la agenda es un gran trabajo de aproximación a las necesidades de inversión en la región y ha sido elaborada “bottom- up”, de acuerdo con muchas de las autoridades locales y regionales, estamos sólo ante una lista de proyectos y una promesa de apoyo financiero. Para su implementación faltan muchas cosas por hacer.
Falta, en primer lugar, difundir y comprometer al empresariado europeo con la iniciativa. El nivel de conocimiento de esta iniciativa es todavía muy básico y serán necesarias además alianzas empresariales importantes para ofertar propuestas concretas de inversión y en su caso para ganar los concursos internacionales que se produzcan.
Falta también conocer el marco concreto de ayudas financieras que Europa disponga para favorecer esos proyectos y esas inversiones. No olvidemos que estamos hablando de una parte de fondos procedentes de la cooperación y esto plantea un plano delicado de análisis porque las agencias y organismos de la cooperación miran con razonables recelos el uso de esos fondos para iniciativas económicas, que en la mayoría de los casos generan desarrollo o resuelven directamente necesidades sociales sanitarias o educativas, pero que en otras muchas pueden tener una relación más indirecta con las causas de la cooperación.
La participación de la banca multilateral de desarrollo aumentará por supuesto la eficiencia de estas inversiones, pero será necesario que los Estados europeos y de América Latina aumenten su participación institucional y financiera en ella para hacer posible un mayor volumen de financiación de estos proyectos. Algo parecido hay que decir del Banco Europeo de Inversiones cuya tasa de inversión en América Latina es, desgraciadamente, muy pobre todavía en relación con su acción financiera en otros continentes, especialmente África.
Por último, será necesario que los gobiernos latinoamericanos piloten y encaucen la implementación de estos proyectos. Ello supondrá un alto grado de coordinación con autoridades locales y regionales y por supuesto la gestación de alianzas público- privadas con las empresas adjudicatarias con un serio y amplio compromiso por conseguir que esas inversiones sean generadoras de tecnología y de valor añadido para el país, superando la vieja y odiosa concepción extractivista de algunas inversiones en épocas anteriores. En definitiva se trata de que las empresas europeas asuman compromisos en el desarrollo de los países en los que operen y trasladen así las mejores condiciones sociolaborales y medioambientales para los trabajadores y para el país.
Es importante destacar que en el ámbito digital y en el ámbito energético, América Latina tiene enormes posibilidades y las coincidencias o convergencias con los intereses económicos y necesidades estratégicas europeas pueden ser muy importantes. A su vez , el modelo regulatorio europeo en todos esos ámbitos, alcanzaría una capacidad de influencia más amplia y poderosa.
En definitiva se trata de poner en común y coordinar a muchos actores en el ámbito financiero, económico y empresarial, pero también en el ámbito político con las instituciones correspondientes, que permitan llevar a cabo esa tarea para el desarrollo económico y social de América Latina. El éxito del ambicioso plan Global Gateway va a depender por tanto de que seamos capaces de poner a trabajar a toda una serie de actores, desde los gobiernos latinoamericanos a las empresas europeas, pasando por el sistema financiero internacional, para que el desarrollo digital ecológico y social de América Latina en los próximos años, se produzca en términos de cooperación y de beneficio mutuo para nuestras dos regiones y fortalecer así nuestra Alianza estratégica.
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