Pedro González
Periodista
Hay guerras que no se pueden perder porque el derrotado, salvo rarísimas excepciones, jamás tendrá oportunidad de desquitarse. Israel lo sabe y tiene tanta conciencia individual y colectiva de que se juega su existencia en cada una de las que libra desde 1948, que todos los problemas, disputas y diferencias de orden interno desaparecen de manera instantánea para ocuparse unánimemente de la defensa del país. Con casi total certeza no hay otro pueblo en el mundo, que, habiendo vagado por él, soportando todo tipo de humillaciones, exclusiones, éxodos y expulsiones, haya mantenido su sentido de pertenencia e identidad, convicción en su papel de liderazgo y determinación en alcanzar su destino.
Si hay algún ejemplo ahora mismo que defina todo ello a la vez es el de la movilización instantánea de los reservistas, incorporados a sus puestos y unidades con una precisión impecable. Muchos de ellos, especialmente los pilotos de combate voluntarios, se estaban resistiendo a incorporarse a las sesiones de entrenamiento para manifestar, al igual que decenas de miles de israelíes, su oposición a la reforma del sistema judicial del Gobierno de coalición de Benjamin Netanyahu, protestas que habían alcanzado ya las cuarenta semanas ininterrumpidas ante lo que consideran un gravísimo ataque a la democracia y a su característico principio de la separación de poderes. El propio Netanyahu aparcó recelos y reticencias y ofreció a sus principales opositores formar un gobierno de emergencia nacional: Yair Lapid, líder de Yesh Atid, y Benny Gantz, del Partido Unidad Nacional.
Israel, por boca de sus portavoces, se muestra horrorizado “por este ataque terrorista sin precedentes en el que han atacado, asesinado y secuestrado a civiles indiscriminadamente”. Tal Itzhakov, portavoz de la Embajada israelí en España, visiblemente agitada y emocionada por tener amigos y parientes entre las víctimas de los infiltrados, insiste en el “inalienable derecho de Israel de proteger a sus ciudadanos” a la vez que acusa de “crímenes de guerra el secuestro y asesinato de israelíes por los terroristas de Hamas”.
Desencadenada esta vez por el mayor ataque masivo con cohetes y con la más numerosa infiltración de comandos de las Brigadas Al Qasam, el brazo armado de Hamas, la guerra contra el superpoblado enclave de Gaza se ha extendido ya a la frontera israelo-libanesa, donde las milicias de Hezbolá también han empezado a disparar su fuego de mortero contra las poblaciones del norte de Israel. Hay pocas dudas de que tanto Hamas como Hezbolá están financiados, equipados y armados sobre todo por el régimen iraní. El Mosad, que ahora es severamente criticado por no haber prevenido supuestamente la Operación Diluvio de Al-Aqsa desatada por Hamas, sí había advertido hace ya varios meses de la estrategia de Irán de activar varios frentes simultáneos contra Israel, convencidos al parecer tanto el líder supremo Alí Jamenei como el presidente Ebrahim Raisi y los principales ayatolás del régimen, de la debilidad de un Israel enfrascado en querellas internas, que suponían habrían minado la voluntad y determinación del país para defenderse. Así me lo comunicaron tanto en el mismo Israel como a través de conferencias telemáticas portavoces del propio Mosad, que añadían que, para que nada faltase, no descartaban infiltraciones y ataques procedentes simultáneamente desde Siria.
Curiosamente, el comienzo de esta guerra guarda muchas similitudes con la del Yom Kippur -o del Ramadán, según los árabes- de hace medio siglo, en que Egipto y Siria, convencidos de que Israel no podría resistírseles, lanzaron también un ataque sorpresa simultáneo y en varios frentes, guerra que Israel no perdió ciertamente, pero a costa de mostrar ciertas vulnerabilidades, compensadas desde entonces con el acuerdo entre Israel y Estados Unidos, nunca reconocido públicamente, de mantener la superioridad de Israel sobre sus vecinos árabes mediante sus capacidades nucleares. En esta ocasión no está Egipto entre los enemigos de Israel, pero ya ha habido un policía egipcio que ha querido sumarse por su cuenta a la ofensiva al matar a dos turistas israelíes en Alejandría.
Esta vez Irán, que a todas luces es el principal inspirador de esta guerra, ha esperado a que Israel concluyese la cadena de celebraciones importantes de su calendario: Rosh Hasaná, el Año Nuevo judío; Yom Kippur, la Fiesta del Perdón, la más importante de su calendario, y la de Simjat Torá, o de los Tabernáculos, que concluía con el Sabbat. Que Teherán está detrás parece demostrarlo el general de los Guardianes de la Revolución, Yahya Rahim Safavi, que en declaraciones recogidas por la agencia ISNA, manifiesta el sostén de Irán a la Operación Diluvio de Al-Aqsa, “de la que estamos orgullosos, y de la que estamos seguros también apoya el Frente de la Resistencia”. Esta es la expresión habitual con que Irán se refiere a los movimientos palestinos, libaneses y sirios próximos a Irán y enfrentados a Israel.
Como parece obvio, la operación de Hamas pone patas arriba el nuevo statu quo que se estaba fraguando en Oriente Medio. La proyectada normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudí, acuerdo para cuya firma Riad exigía compensaciones al pueblo palestino, sufre un importante revés. Teherán advierte también que nadie le puede descartar del tablero geopolítico de Oriente Medio, y que tiene capacidad y voluntad para manejar a los grupos y milicias que teledirige.
Estados Unidos, cuya primera prioridad exterior declarada es el auge de China, también se ve obligado ahora a poner más atención a lo que sucede a y en torno a Israel, ahora que tiene, además, el contratiempo de las tensiones en el seno del Partido Republicano, cuya principal derivada internacional es que puede romper el flujo de ayudas financieras y militares a Ucrania. Algo que de rebote podría ser explotado por Rusia, tal y como dejaba entrever el vicepresidente de su Consejo de Seguridad, Dmitri Medvedev, que espetaba a “Estados Unidos y a sus aliados a que se ocupen de buscar una solución al conflicto israelo-palestino en vez de ingerirse en los asuntos de Rusia proporcionando ayuda militar a Ucrania.
© Atalayar / Todos los derechos reservados