Alberto Barciela
Periodista y vicepresidente de EditoRed
El turismo es la evidencia de que el ser humano busca, arriesga, conoce, comparte, adquiere, estudia, lleva y trae, es una marca civilizatoria, la capacidad de entender culturas diferentes, el intercambio cimentado en el respeto, en la asunción de lo otro y de los otros, la única invasión de paz intencional, y sin duda supone un acercamiento a la cultura al tiempo que presupone momentos de felicidad.
La vida es en sí un viaje, hacia uno mismo, hacia los demás, es creación y evolución de todas las culturas, disfrute de todas las conquistas, un acercamiento a todas las historias, es el tiempo sin tiempo, el deambular los días y las experiencias, es curiosidad y descubrimiento.
Desde la prehistoria, cual nómadas nos trasladamos en post del sol poniente, surcamos mares con afanes comerciales o de conquista, buscamos la esperanza de la religión y el milagro o la ruta de la economía, allí dondequiera que estén, trasladamos nuestras palabras a otros idiomas. En una palabra, evolucionamos.
Así, nos supieron los bárbaros -tartamudos etimológicos-. Así comerciamos, curioseamos, emigramos y recibimos inmigrantes forzosos, dibujamos mapas y buscamos nombres específicos en millones de toponimias, denominamos ríos, nombramos montañas; desarrollamos transportes: canoas, trasatlánticos, veleros o góndolas, carruajes, trenes, vehículos eléctricos; evolucionamos infraestructuras: caminos, paseos marítimos, carreteras y autopistas, estaciones, puertos, aeropuertos; ideamos cultivos y recetas; inventamos tecnologías: brújulas, cámaras fotográficas; ingeniamos camas calientes y frías, establecimientos balnearios, albergues, grandes hoteles; perfeccionamos arquitecturas, museos, bibliotecas, monumentos; intercambiamos saberes, arte, artesanías, profesiones; desarrollamos espectáculos e incluso escribimos libros y artículos.
Con los viajes, desarrollamos recuerdos que no caben ni en maleta de cartón ni en un baúl mundo. El mundo se envuelve en sí mismo en geografías estables y cambiantes, es igual y diferente, aquí, allí, allá. Los viajes se hacen palabra y son industria, pero sobre todo generan emociones y recuerdos, nos permiten celebrar acontecimientos y dejan volar nuestra imaginación a lugares de ensueño: Kioto, Pernambuco, Tombuctú, Bombay, Finisterre… Ciudades y parajes que iluminan en imágenes las pantallas y nos elevan más allá del Himalaya hasta permitirnos gravitar en el espacio, celebrar un congreso, rezar en un templo, deambular plazas o simplemente bailar en una terraza sobre un lago. Y por eso brindamos con buenos caldos o excelsos cavas o champanes, sentados a las mesas de un restaurante estrellado o degustando una tapa en una sencilla taberna.
Un viaje es ante todo la propuesta de una experiencia, se asocia al ocio, al disfrute, al relax, a la huida de lo rutinario, nos acerca lo lejano o nos invita a un sencillo paseo por el barrio, por el bosque o el jardín próximos, por el zoo, por la ciudad o la aldea. De él pueden formar parte un encuentro en una terraza, una tertulia en un café con olor a oriente o la visita en familia a una exposición interesante.
Es posible vivir anclado a un único lugar, como Veermer a Delft, Hopper a Nueva York, Pessoa a Lisboa, pero resulta más gratificante proponerse dar la vuelta al mundo en ochenta ideas -hoy el tiempo y los transportes han alterado los planes literarios más audaces de Julio Verne-, soñar con viajar a Marte o planificar una luna de miel en las pirámides, en el Ganjes, el Río Lí de Guilin en China o en Los Roques venezolanos, tras visitar Salto de Ángel.
El turismo es la primera industria de países como España, México o Portugal, y puede resultar la salvación de la economía de muchos otros, especialmente de Latinoamérica. Afecta en positivo a casi todos los sectores económicos y genera riqueza y empleo, puede resultar el motor de modernización auspiciada por la digitalización y, sin duda, bien regulado, se propone ser el primer sector en defensa del medio ambiente natural. El turismo, con sus impuestos, paga buena parte de la educación y de la sanidad, de las pensiones y del bienestar general, evoluciona la agroindustria, el urbanismo, la arquitectura, la higiene, y es muy sensible al cambio climático y a las catástrofes, por eso contribuye a preverlas. También fomenta la literatura, el arte o la artesanía y defiende las idiosincrasias, especialmente las relativas a las costumbres y las lenguas locales, pues lo genuino atrae.
Un viaje comienza con un paso, atrévanse a darlo.
Buen Día Internacional del Turismo. Paz y bien. Buen camino.
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