Jesús González Mateos
Director de Aquí Europa y Canal Europa
Como cada año, el arranque del curso político europeo tiene lugar en Estrasburgo, en la sede del Parlamento Europeo, donde la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha expuesto ante los eurodiputados el estado de la Unión. Una agenda política que sigue marcada por la guerra en Ucrania y, una legislatura, que entra en su recta final y trata de cerrar los dossiers pendientes antes de las elecciones europeas de junio de 2024.
No aclaró si será candidata a la reelección, pero sus palabras rezumaban futuro, algo que no suena a alguien que esté de retirada.
Defendió los logros del Pacto Verde Europeo, pero remarcó la necesidad de atemperarlo con la reindustrialización y la defensa de la capacidad de competencia de las empresas europeas.
Y pese a que citó la guerra de Ucrania y los crímenes de guerra de Putin, ni en gestos – el año pasado se vistió con los colores de la bandera ucraniana con pin y lazo a juego, este año ha desaparecido todo ello – ni en el fondo ha querido centrar sus palabras en el conflicto. Más bien, ha sido China quien ocupa el lugar de gran enemigo a futuro de la UE.
Leer entre líneas
Lo primero que ha dejado claro el discurso y posterior debate parlamentario sobre el estado de la Unión es que estamos ya en tiempo electoral en Europa. Von der Leyen, otros años volcada con la posición socialdemócrata de la Eurocámara, ha realizado un sutil giro hacia su familia política de centro derecha popular.
En esa línea, casi no hizo mención al pilar social de la UE y, sin embargo, enfatizó la importancia de la industria, las empresas y la competencia, con nítidos mensajes proteccionistas.
Del mismo modo, sin abandonar la defensa de Ucrania, tardó más de media hora en citar el tema, mientras fue mucho más dura y concreta en las críticas a China por los múltiples frentes de batalla que la UE tiene con la potencia oriental: dumping comercial por ayudas públicas, compra de tierras raras y de materiales críticos, uso sin códigos éticos de la IA y un largo etcétera.
Del mismo modo, es indudable que sus palabras sobre la transición ecológica muestran una clara preocupación por los ritmos en los que se están implementando las medidas para luchar contra el cambio climático y el impacto negativo que tienen en sectores industriales y en la agricultura, para cuyos profesionales tuvo palabra de encendido agradecimiento por su trabajo en tiempos de la pandemia y ahora de la guerra.
La ampliación como reto histórico
El cierre del discurso ha sido contundente y mucho menos alambicado que el resto de sus palabras. Es evidente que el debate de la ampliación se ha colado sorpresivamente y de forma express en este final de legislatura.
En este contexto, la Presidenta no ha obviado el tema y ha entrado de lleno en la obligación histórica que tenemos de cerrar el proyecto europeo con la adhesión de los Estados de los Balcanes Occidentales y de los países amenazados por el anexionismo ruso – Ucrania y Moldavia -.
Sabedora de las dificultades de gobernanza que puede suponer el proceso, se ha puesto la venda antes de la herida, al encargar a los servicios de la Comisión que analicen los problemas que estas incorporaciones pueden suponer en el entramado comunitario. Pero no ha dudado en afirmar que, si hay que reformar los Tratados de la UE a tal efecto, está dispuesta a proponerlo.
En definitiva, Von der Leyen cree que debemos profundizar en la unidad de los 27, pero que paralelamente estamos obligados a ampliar a más de 30 la Unión Europea. Tal vez, su discurso sea el mejor resumen para saber el estado de salud de la Unión Europea y hacia dónde puede caminar en el futuro a medio plazo.
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