Rodrigo Gonçalves
Economista y Especialista en Asuntos Políticos
Las relaciones internacionales son el escenario macro de la geoestrategia y es ahí donde mucho del ajedrez mundial se ha jugado con los BRICS a ser jugadores para tener en cuenta.
Las viejas alianzas han sido cambiadas y han evolucionado mucho en función de la necesidad de tener más poder económico. Poco antes de la gran crisis financiera, en 2006, Brasil, Rusia, India y China decidieron formalizar sus relaciones de cooperación, buscando agregar la fuerza de sus enormes centros poblacionales fuera de la esfera de influencia de Estados Unidos.
La sigla BRIC tiene un origen pragmático y su creador es el economista inglés Jim O’Neill, del grupo financiero Goldman Sachs, que utilizó el término para designar al grupo de países de economías emergentes formado por Brasil, Rusia, India y China. Más tarde con la entrada de Sudáfrica pasó a denominarse BRICS.
Ahora, 15 años después, el grupo de 5 acordó incluir a seis nuevos miembros que solicitaron unirse al club. Se Trata de Arabia, Irán, Egipto, Argentina, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos.
Con estas nuevas entradas se asume la consolidación de un bloque económico y político que confronta al gigante norteamericano y se refuerza la idea general del deterioro de las relaciones de estos países con Estados Unidos. La principal señal de ello es la entrada de Arabia Saudita que tenía hasta entonces a los Estados unidos como su gran aliado histórico en Oriente Medio.
Con el mundo asistiendo a una lucha por el poder entre China y los Estados Unidos se acerca un proceso de división del mundo que nos debe preocupar y al que debemos prestar la debida atención.
Además de las amenazas a una estabilidad mundial integral, los BRICS, en estos nuevos moldes, consolidan un grupo donde se unen los principales productores de petróleo, representando cerca del 42% de la oferta mundial. Representan aún más del 50% de la población mundial.
Excluidos los Estados Unidos tenemos así un bloque de poder que tendrá a su disposición mecanismos que pueden desestabilizar los mercados e influir, inducir, manipular o incluso controlar muchas de las decisiones económicas y comerciales de varios Países, promoviendo una inestabilidad difícil de controlar.
La entrada de los seis nuevos miembros prácticamente duplica la cuota de producción mundial de los nuevos BRICS, en contra de los intereses de Estados Unidos y de sus aliados y no favorece las relaciones con la Unión Europea que se ve también altamente condicionada.
Esta estrategia de los BRICS no tiene nada de inocente y pretende crear aún más divisiones entre los dos grandes bloques de poder económico y financiero, Estados Unidos y China, colocando a Rusia como pivote y elemento de confrontación con la comunidad internacional, dejando a la Unión Europea en una situación altamente frágil con una guerra a las puertas y una crisis financiera difícil de gestionar.
Por otra parte, basta analizar los últimos años de la actividad de los BRICS, principalmente desde el inicio de la Guerra de Ucrania, para darse cuenta de que su intención, es luchar contra la hegemonía mundial del dólar, moneda ampliamente utilizada para el comercio mundial, y reforzar su influencia como mayor bloque económico y comercial.
Incluso hay un incentivo general para que los BRICS se comprometan a explorar formas de aumentar el uso de sus monedas nacionales para así debilitar el dólar y ocupar parte de las transacciones comerciales en el mundo.
El mundo está cambiando efectivamente y este es el momento de las decisiones difíciles que en el espacio de la Unión Europea deben tomarse con firmeza. Los principales aliados comerciales de la Unión Europea son los Estados Unidos y el Reino Unido y en este sentido hay que tratar de reforzar estas alianzas y dar más músculo al bloque económico en cuestión sin devaluar con ello la fuerza económica y comercial de la Unión Europea, que se debe también constituir como un bloque económico y comercial de poder reforzado.
Sin embargo, el orden internacional existente defendido por Occidente, que se estableció después de la caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría, tiene desde 2009 una amenaza con gran impacto geopolítico que ha aumentado constantemente su influencia a escala geoeconómica y geopolítica, y continuará haciéndolo en el futuro cercano.
Este es el gran desafío de esta década y Europa debe fortalecerse, tener independencia en materias como la energía, la soberanía militar, la producción de tecnología y la innovación. Mientras muchos apuestan por el colapso del euro ante las guerras comerciales de China y Estados Unidos, la Unión Europea puede tener aquí una oportunidad para reforzarse como gran bloque económico y aprovechar este camino que parece ir hacia el surgimiento de un sistema monetario multipolar.
Por otro lado, también la OTAN tiene que ver reforzado su peso, ya que detrás de la máscara de los BRICS está efectivamente una amenaza a la seguridad y estabilidad mundial. Veamos la actitud de Rusia en Ucrania y veamos el comportamiento de China, India y Brasil en el seno de la ONU, favoreciendo el ataque y la ocupación de un País que tiene una democracia libre y autónoma.
Ante esta amenaza el camino parece inevitable. Tendremos en el futuro geopolítico dos grandes alianzas a jugar en el ajedrez mundial de la economía, del comercio internacional y del poderío militar. Por un lado, la Alianza Rusia-China y por otro lado la Alianza Estados Unidos-Europa (donde se incluye el Reino Unido).
Ahora corresponde a los líderes mundiales, y especialmente a los europeos, percibir las señales y actuar más rápido de lo que han hecho en el pasado ayudando al nuevo realineamiento geopolítico y económico que es inevitable.
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