Carlos Mora
Periodista y secretario general de EditoRed
Créanme. Lo más importante de la jornada electoral en Ecuador no es quiénes pasaron a la segunda vuelta. Para mí, lo más importante es que mientras esperábamos los resultados al cierre de la votación, tomábamos un café con mis padres y hermanos, nos reíamos de alguna broma familiar, planeábamos el siguiente encuentro, nos deséabamos un buen resto de día.
No fuimos, claro, la única familia en tales condiciones. No fuimos los únicos que vivimos esta jornada crucial en paz, en completa tranquilidad. Las noticias que comentábamos no tenían que ver con qué junta electoral fue violentada, qué candidato fue amenazado o atacado durante la jornada, quién reclamaba fraude, dónde hubo bombas, en qué cárcel se dio una revuelta… Créanme. Lo más importante fue que la paz ganara.
Y en ese ambiente, los votantes dieron múltiples e importantes mensajes. Acudir masivamente a las urnas fue el principal. En el momento de mayor inseguridad del país, uno catalogado ya como el más violento de la región, tras los recientes asesinatos de autoridades elegidas, luego de un magnicidio cometido contra el candidato presidencial Fernando Villavicencio… el 82% de los electores acudió a votar.
Hubo miedo. Pero fue vencido con votos.
¿Cómo interpretar los resultados?
La candidata Luisa González, del movimiento Revolución Ciudadana, liderado por el expresidente Rafael Correa, ganó la primer a vuelta con un 33% de los votos. Un inesperado nombre la acompañará en esa definitiva papeleta: Daniel Noba, de la alianza denominada ADN, obtuvo el segundo lugar, con el 24%.
Antes de que se iniciara la corta campaña electoral, el país desconocía esos dos nombres. Ambos acababan de ser asambleístas (diputados), pero no figuraban en la discusión política nacional. ¿Cómo lograron ser los que el 15 de octubre próximo disputen la Presidencia del Ecuador?
Un partido fuerte
Luisa González tiene los votos del consolidado correísmo. Es su fuerza, pero también, hasta aquí al menos, su límite: ya en la elección pasada, el candidato correísta (Andrés Arauz en esa ocasión) obtuvo un muy similar procentaje de votos en la primera vuelta. En la segunda, perdió con Guilllermo Lasso, el presidente que adelantó elecciones y que dejará el poder en noviembre o diciembre de este año.
Así que buena parte de la gente ha dado ahí otro mensaje importante. Tiende a respaldar a un movimiento estructurado, con bases en todo el país, con organización e ideología. Seguro que el respaldo al correísmo tiene mucho también de clientelismo, pero está claro que Revolución Ciudadana tiene un electorado sólido, que respalda a una organzaición con un discurso definido, de una tendencia clara y con conexiones más allá de las fronteras nacionales.
Un crimen y un debate cruciales
¿Y Noboa? Él es, sin duda, una sorpresa. Cierto que pudo heredar el capital político y social cosechado por su padre, el empresario Álvaro Noboa, cinco veces candidato a la Presidencia por un partido que ya no existe, el hombre más rico del país. Pero la gran mayoría de los votantes se enteraron de esos antecedentes y esa filiación el domingo 13 de agosto.
Ese día se produjo el debate presidencial entre siete de los ocho candidatos, ejercicio que es obligatoria según la ley ecuatoriana. Faltó uno: Fernando Villavicencio, quien había sido asesinado tras salir de un mitin, apenas cuatro días antes, el 9 de agosto. A quien fue su reemplazante, Christian Zurita, no le permitieron participar en ese debate. Su candidatura apenas fue aprobada el miércoles 16 de agosto, un día antes de que culminara oficialmente la campaña electoral.
Y ese magnicidio fue el hecho brutal y sangirento que lo cambió todo en estas elecciones. Un crimen a partir del cual la ciusadnía expresó otro potente mensaje a los políticos, según se ve en los resultados de ayer. Y ese mensaje es que está harta de la violencia, que no la tolera más, en ninguna de sus formas. No soporta más la violencia criminal del narco, pero tampoco la violencia verbal del político, que solo encuentra en la pelea, en la confrontación, la forma de ejercer la representación ciudadana. La gente deja claro que prefiere alguien que le dé esperanza de un país que recupere la paz, pero que lo haga con escuelas y empleo, y no solo con fusiles y tanques.
Cierto es que en pleno duelo hubo la tendencia a respaldar, por un lado, a quien se había erigido como el candidato guerrero, que combatiría al narco con vehemencia militar. Ese era Jan Topic, un ‘outsider’ que llegó a trepar hasta el primer lugar en las encuestas tras el crimen de Villavicencio. Por otro, se dio la tendencia de respaldar al heredero de la lucha del candidato asesinado.
Pero, en medio de eso, ocurrió el debate. Y en él Daniel Noboa, de 35 años, fue el vencedor. Y no porque fuera el que ofreciera más soldados y más policías y más tanques, no porque ofreciera combatir al correísmo, a los corruptos del actual y de antiguos gobiernos… Ganó porque se mostró sereno, respetuoso, claro. Porque no peleó, no se dedicó atacar a nadie. Procuró hablar de su plan y trató de darle importancia en sus intervenciones no solo al tema de seguridad (como sí lo hizo, especialmente, Topic) sino también al del empleo, de la educación superior, de la justicia… Apareció así ante la gente un rostro joven y una voz nueva, lejos de la tragicómica tradición del debate político confrontativo ecuatoriano.
Jóvenes, como siempre, respaldan el cambio
En los días posteriores al debate, Noboa procuró seguir en la misma línea, apoyándose en las redes sociales y sus estilos para procurarse el favor del electorado más grande del país: los jóvenes, que representan el 50% de todos quienes deben ir a las urnas en Ecuador.
Y así, como siempre pasa en cualquier elección, la gente respaldó aquello que implicaba un cambio, en este caso, de estilo y de temática.
Y quizá por eso mismo no llegó a la segunda vuelta Christian Zurita. Porque si bien era el remplazo del candidato asesinado, crimen que levantó mucha indignación, mucha solidaridad y le mereció a Villavicencio/Zurita un reconocimiento mayúsculo a nivel nacional e internacional, ciertamente también representaba a una candidatura confrontadora, la más acérrima rival política del correísmo. El voto indignado y también de pésame, llevó a Zurita al tercer lugar de esta elección, con un 16%, cuando antes del magnicidio las encuestas le daban a Villavicencio hasta un quinto puesto.
Zurita desplazó a Topic al cuarto lugar, con 14% y hundió al quinto, con 7%, a quien se creía podría estar en la segunda vuelta, el ex vicepresidente Otto Sonnenholzner.
De paso, hubo otro mensaje del electorado: sí ve los debates, sí le importan, le interesa la política. Es cierto que el magnicidio pudo poner a la gente más en sintonía con los grandes temas nacionales, pero que el 80% de la población haya visto la presentación de los candidatos, y otro 13% haya procurado enterase de él en los días siguientes, según encuestas publicadas, es un dato no menor.
Asamblea más consolidada
La gente parece haber aprendido también otra lección, según se ve en los votos. El actual mandatario, Guillermo Lasso, tuvo la gracia de ganar la Presidencia y la desgracia de no ganar un bloque de diputados numeroso. No fue capaz de manejar esa grave dificultad política y terminó acorralado por una Asamblea Nacional (Congreso) adversa y concentrada en los intereses particulares de los partidos y sus caudillos y dueños.
Esta vez, el electorado fue más coherente. Los principales ganadores de la Asamblea son los partidos de quienes obtuvieron los tres primeros lugares en las presidenciales. El correísmo seguirá siendo la primera minoría, pero habrá una muy importante representación de Construye, el movimiento que respaldó a Fernando Villavicencio/Zurita. ADN será la tercera fuerza en el Legislativo.
¿Cómo será la segunda vuelta?
Lo político es impredecible. Anoche, tras conocerse los resultados, asistimos a un desfile inusual: uno a uno, los candidatos se pronunciaron. Nadie reclamó fraude, nadie habló despectivamente de algún contrincante; los vencidos aceptaron la derrota, y los vencedores hablaron de sus enfoques para la segunda vuelta. Un detalle: la candidata ganadora agradeció al movimiento Revolución Ciudadana, pero, al menos en su alocución principal, no nombró a Rafael Correa, el líder que basa su accionar político en la cofrontación, en la pelea.
¿Será que ese tono conciliador y democrático se mantiene? Imposible saberlo. Mañana puede ocurrir otro evento trágico y todo nuevamente vuelva a girar en torno a la seguridad. O se active la campaña sucia y entren los dos finalistas en una guerra de acusaciones. O se descubre al autor intelectual del magnicidio y eso deja mal parado a una candidatura o la libra de toda sospecha.
Lo que sí está claro es que González y Noboa deben trabajar en darse a conocer. Las mediciones dicen que hay un 40% de electores que no saben mayor cosa de ellos, menos de sus propuestas.
González, en su discurso de agradecimiento no nombró a Correa pero resaltó una y otra vez su condición de mujer y agradeció a sus congéneres el apoyo. ¿Se concentrará en ampliar el voto femenino? Ahora mismo, su electorado masculino y femenino es similar. De hecho, el electorado femenino de Noboa es mayor (en tres puntos porcentuales) que el masculino.
Noboa, de su lado, habló una y otra vez de los jóvenes y cómo su respaldo fue importante para el resultado que obtuvo. ¿Se concentrará en consolidar y ampliar ese voto juvenil? Quizá debería también pensar en conseguir el voto indígena, que es joven y ecológico, basado en una estructura política y social muy desarrollada, identificada con la izquierda.
¿Cómo conseguirá el voto de aquellos que sí respaldan medidas más guerreristas contra el crimen organizado, aquellos que votaron por Topic?
¿Cómo hará todo esto si en su primera interveción pública luego de las elecciones dijo que no creía necesario hace coaliciones con ningún otro de los partidos que contendieron en estos comicios?
Los candidatos finalistas tendrán que entender el momento, tendrán que comprender a fondo los mensajes que el valiente pueblo ecuatoriano nos da, aquel pueblo que decidió salir a votar en el momento de mayor miedo que se recuerdo, que era justo el momento en el que mayor valor se necesitaba para respaldar la democracia y la paz.
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