<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>El 3 de agosto de 1979, el entonces comandante en jefe del Ejército de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, se alzó en armas contra el presidente Francisco Macías Nguema (miembro de su mismo clan, los esangui de Mongomo).</strong></h4> <h4></h4> Era el fin de una dictadura que había causado 50.000 homicidios políticos, 10.000 desaparecidos y más de 150.000 exiliados. El autoproclamado “presidente vitalicio” fue fusilado el 30 de septiembre y Obiang se ha convertido, desde entonces, en el presidente más longevo del mundo. Tal como recuerda el periodista Juan María Calvo en su libro <em>Guinea Ecuatorial: la ocasión perdida</em>, el entonces <strong>vicecanciller de la Embajada,</strong> <strong>José Luis Pera</strong> (máximo representante de España, que había retirado a su embajador en 1977 a causa de la agresiva retórica antiespañola de Macías), recibió el 1 de agosto de 1979, en su casa de Malabo, la inesperada visita de Obiang Nguema, quien, “con cierto nerviosismo, mirando hacia atrás como si temiera que alguien le estuviera espiando”, le entregó tres mensajes dirigidos al Rey Juan Carlos, al presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y al ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja. “Ya no podemos aguantar más, esto es el final, hay que intentarlo ahora, necesitamos tu ayuda…”, fue lo único que dijo. Sospechando que se trataba de un asunto importante, Pera decidió trasladarse al día siguiente a Madrid para entregar personalmente los mensajes. Una vez en España, el 3 de agosto acudió a la sede del Ministerio en el Palacio de Santa Cruz, donde informó de los hechos al <strong>secretario de Estado de Exteriores, Carlos Robles Piquer</strong>. Cuando éste decidió comunicarse con Marcelino Oreja (quien estaba a punto de viajar con Suárez a Brasil y Ecuador), nadie sabía en Madrid que esa misma mañana había comenzado el golpe de Estado. El envío de los tres telegramas fue relatado por el propio <a href="https://www.pdge-guineaecuatorial.com/la-historia-del-golpe-de-libertad-contada-por-su-protagonista-3/" target="_blank" rel="noopener noreferrer"><strong>Obiang Nguema</strong></a> en un testimonio recogido por el gabinete de prensa de su partido, el PDGE. “Mucho antes de que se emprendieran las acciones contra el régimen dictatorial de Macías, recurrí secretamente al Gobierno Español y le anuncié lo que iba a acontecer mediantes sendas cartas, tanto al presidente del Gobierno, Don Adolfo Suárez, como al Rey Don Juan Carlos. La finalidad de las mismas era solicitar apoyo económico y militar para promover el cambio”, explicaba. “Realicé esta petición por temor a una supuesta reacción de los consejeros civiles y militares soviéticos, chinos y coreanos que se hallaban a servicio del régimen. Esperé la respuesta durante varios días y, al no recibirla, decidimos arriesgarnos y conseguimos reducir a las tropas enemigas, combate que duró aproximadamente dos semanas”, proseguía. “Una vez alcanzado el éxito, se produjo naturalmente el cambio y asumimos la dirección política del país. Empezaron a llegar las felicitaciones de todas partes, a nivel interno e internacional. Las delegaciones extranjeras empezaron a llegar a Malabo, entre ellas, la delegación española, encabezada por el director general de Política Exterior del Ministerio de Asuntos Exteriores, quien me informó de que el Parlamento español había rechazado mi propuesta porque la nueva democracia española no debía verse involucrada en conflictos africanos y era más prudente permanecer neutral”, añadía. Días después del triunfo del llamado oficialmente <em>Golpe de la Libertad</em>, Obiang envió nuevos telegramas al Rey y a Suárez en los que les explicaba los acontecimientos y solicitaba, en nombre del Consejo Militar constituido tras la sublevación, “colaboración y apoyo al Gobierno español en su tarea de la reconstrucción y restauración democrática, económica y social de Guinea Ecuatorial”. <h5><strong>Dudas sobre el papel de España</strong></h5> España ofreció su apoyo el 6 de agosto, a través de la delegación diplomática española. Ese día, <strong>Marcelino Oreja</strong> ofreció una rueda de prensa en Río de Janeiro en la que felicitó al nuevo régimen guineano y aseguró que España se encontraba “en la mejor disposición para prestar toda la ayuda, que Guinea precise”. Por su parte, aunque España fue el primer país en reconocer el nuevo régimen, <strong>Adolfo Suárez</strong> desmintió "rotundamente" la participación española en el golpe de Estado. “España no interviene, no prepara y no ejecuta ninguna clase de golpe de Estado”, declaró en Brasil. Pese a ello, el diario <a href="https://elpais.com/diario/1979/08/07/portada/302824801_850215.html" target="_blank" rel="noopener noreferrer"><strong><em>El País</em></strong></a> publicó al día siguiente (a cuatro columnas en portada) que, según “medios próximos al presidente Suárez”, el Gobierno español “conocía de antemano” y había apoyado diplomáticamente el golpe militar contra Macías, e incluso aseguró que el Ejecutivo español había informado a algunas Embajadas importantes –entre ellas la de Estados Unidos- de lo que iba a suceder. A España le siguieron otros países en el reconocimiento del nuevo régimen: Gabón, Camerún, Estados Unidos, Francia, Marruecos (que envió un destacamento de protección), Nigeria y, significativamente, la URSS y China. El mismo diario aseguró, citando fuentes diplomáticas, que un delegado de Obiang se había desplazado a Madrid para presentar al Gobierno el plan del golpe, que tras su evaluación en el Ministerio de Asuntos Exteriores el propio Suárez le había dado “luz verde” y que, horas antes de la sublevación, la segunda esposa de Oniang, Celestina Lima, había sido trasladada a Las Palmas de Gran Canaria desde Guinea aprovechando el avión semanal de Iberia. En diciembre de 1979, <strong>Juan Carlos I</strong> realizó una visita oficial a Malabo que fue devuelta por Obiang en la primavera de 1980. Asimismo, en octubre de ese mismo año, ambos países firman un tratado de Amistad y Cooperación, lo cual permitió la creación de empresas mixtas en los sectores de hidrocarburos, minerales, banca y transportes. Pese a todo, <strong>las tensiones entre los dos países volvieron a aparecer</strong>. Por una parte, Madrid acusaba a Obiang de no avanzar hacia la democracia y de no afrontar la pobreza de la población, mientras que el presidente guineano denunciaba la acogida en España de opositores políticos en el exilio. La chispa estalló en mayo de 1983, cuando, en pleno auge de la dictadura personalista de Obiang, la Embajada de España dio protección a un militar a quien el régimen acusaba de conspiración. Tras esta primera crisis diplomática, Guinea Ecuatorial se fue acercando poco a poco al área económica francoafricana.