<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>El recuento final de votos registrados en las elecciones generales del 23 de julio, por un solo escaño más para el PP en detrimento del PSOE, añade complicaciones al plan de Pedro Sánchez para seguir en el poder y asegura más inestabilidad para un futuro gobierno de coalición socialcomunista.</strong></h4> Para reeditar su gabinete de izquierdas el jefe del Ejecutivo en funciones<strong> tiene que contar y contentar también a la derecha independentista de Junts per Catalunya, el partido del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, huido de la Justicia española</strong> desde que encabezó la intentona separatista del 1 de octubre de 2017. Los medios gubernamentales, públicos y privados, han empezado a <strong>blanquear la imagen del prófugo</strong> y normalizar las futuras relaciones del PSOE con Junts, dado que su concurso es inevitable para que Sánchez sea de nuevo investido presidente del Gobierno, pese a haber perdido las elecciones frente al PP y sólo tener 121 escaños en un Congreso compuesto por 350 miembros. A los socialistas <strong>ya no les vale la abstención, necesitan el “sí” de los 7 diputados que controla Puigdemont desde Bruselas,</strong> pieza imprescindible para sostener la oferta sanchista de <strong>gabinete “de progreso”</strong> apoyado hasta ahora de forma estable por los grupos separatistas de izquierdas, el catalán de ERC y el vasco de Bildu, heredero del brazo político de ETA. Para contar con ambos partidos, Sánchez se ha aplicado en los últimos años a lavar el pasado y el historial de los principales dirigentes que pasaban a ser sus socios: consigna de hacer olvidar el pasado terrorista de Arnaldo Otegi, jefe de Bildu, e indulto para que Oriol Junqueras, jefe de ERC, saliera de la cárcel donde cumplía condena por sedicioso y malversador. En el argumentario gubernamental los dos suponían aportaciones “progresistas”. <strong>El problema que presenta la figura de Puigdemont es que anda escaso de izquierdismo</strong> (su sucesor Torra era equiparado con Le Pen por el propio Sánchez) y no puede ser indultado porque todavía no tiene condena. <strong>El expresidente de la Generalitat</strong> que proclamó su particular república independiente antes de huir al extranjero <strong>pone el mismo precio de siempre</strong> para colaborar con la continuidad de la coalición de izquierdas: <strong>un referéndum de autodeterminación que acabe con la unidad de España y el vigente régimen constitucional y la amnistía general</strong> para sus seguidores condenados o pendientes de juicio, como él mismo, que tampoco cabe en la Constitución. <strong>Puigdemont añade a su historial político de complicado blanqueo las relaciones con Rusia.</strong> La Comisión Europea mantiene el foco sobre la infiltración de Putin en el movimiento separatista catalán y en un reciente informe del Centro Común de Investigación se recuerda a los países miembros que Rusia se valió del hoy prófugo para debilitar al Estado español y a la UE en la intentona secesionista de 2017. Es un factor de inestabilidad “profunda y duradera” en España que amenaza con influir en todos los países occidentales, según sentenció el citado documento la pasada semana. <strong>El PSOE da por hecho que al final habrá acuerdo con Puigdemont</strong> para incorporarlo a la constelación de partidos separatistas que le secundan en el Parlamento. Aunque la noche electoral bastaba con una negociación gradual y discreta para su simple abstención y ahora tendrá que ser un activo y evidente “sí”, l<strong>os socialistas siguen oficialmente igual de optimistas, pero sin aclarar qué parte de la factura de Junts están dispuestos a abonar.</strong> El escaño sumado por el PP en el recuento definitivo ha dado más ánimos a sus dirigentes al ver la nueva complicación que tiene Sánchez para obviar con pactos su propia derrota. <strong>A Feijóo siguen sin darle los números</strong> para ser presidente del Gobierno, pero el socialista queda en manos de Puigdemont, representante de la derecha catalana más separatista, para reeditar su coalición. Y, en contra de los planes sanchistas de la noche electoral, el foco del interés político estará en sus negociaciones con el prófugo de la Justicia y no en el presidente de los populares. El jefe del Ejecutivo en funciones <strong>no puede limitarse a dar largas a Junts</strong> o disimular cesiones a medio plazo. T<strong>iene dos semanas para encarrilar un pacto con Puigdemont porque si el 17 de agosto no logra el apoyo de sus 7 diputados a la hora de elegir al presidente del Congreso, el PP se hará con el cargo</strong> y la mayoría de la Mesa de la Cámara. Y si Sánchez para entonces tiene ya apalabrado el apoyo del separatista prófugo y se hace con la presidencia del Parlamento tendrá que explicar las cesiones sobre la Constitución y la justicia acordadas de las cuales Puigdemont podrá presumir cuando crea oportuno.