José María Lizundia Zamalloa
Editor y director de ‘Ensayos Saharianos’
Es sabido que el presidente de Estados Unidos tiene gran autonomía y atribuciones en política exterior, amén de producirse una continuidad en la política internacional entre gobiernos saliente y entrante. El reconocimiento por Trump de la marroquinidad del Sáhara Occidental (las provincias del sur) iba a vincular a Biden, sin que le supusiera a éste heredar una decisión inaceptable sino más bien, como se vio, perfectamente convalidable. Se ajustaron al marco legal y la costumbre. No es en absoluto el caso de España. Desde hace muchos años soy un convencido partidario de la pertenencia del Sáhara Occidental a Marruecos, amén cultura e historia, por la aplastante conveniencia, desde al menos una exigencia anti totalitaria. No es lo mismo el totalitarismo militarista del Polisario que una monarquía constitucional y plural como Marruecos.
El reconocimiento de la territorialidad de Marruecos sobre el Sáhara realizada por Pedro Sánchez, lejos de fortalecer a Marruecos ante España, lo ha debilitado de nuevo ante la opinión pública y partidos políticos. No creo que hayan existido relaciones más tortuosas, no conflictos o desavenencias puntuales, que las que ha mantenido Pedro Sánchez con el Reino de Marruecos.
Escuché a Aznar una reflexión que considero muy interesante comentar, ya que no deja de estar jurídicamente fundamentada y es preocupante, desde el punto de vista del desarrollo de las tesis marroquíes sobre el Sáhara:
- La decisión de reconocimiento fue mediante carta hecha pública por Marruecos, no simultáneamente según usos internacionales.
- No fue propuesta, discutida y aprobada por el Consejo de Ministros.
- Tampoco fue debatida y votada en las Cortes Generales.
- No se informó al jefe del Estado español.
Concluía Aznar indicando que sólo obligaría a su autor: Pedro Sánchez. Al no tener ninguna intervención ante los órganos representativos del Estado español como son el Consejo de Ministros (el presidente lo es del Consejo de Ministros), el Parlamento y el jefe del Estado. Cuestiones fáciles de advertir a poco que se tenga una visión estratégica de la política.
Una suma de chapuzas que enlaza perfectamente con el caso Brahim Ghali, la ministra española interpuesta por Sánchez, la embajadora de Marruecos en España y derivaciones y despropósitos. No se puede prescindir de la ligereza, despotismo, imprevisibilidad e irresponsabilidad de Sánchez, tomándolo en serio.
Posteriormente escucho a Núñez Feijóo que anuncia que de llegar al Gobierno cualquier decisión sobre el Sáhara ha de hacerse conforme a los procedimientos y garantías legales, es decir con respeto y sometimiento a la Ley. Lo que darían solidez a las decisiones e irrevocabilidad. Como realmente se construyen las bases para relaciones de amistad francas, seguras y sólidas.
Con el asunto del Sáhara han conseguido que los favorables a Marruecos como Rodríguez Zapatero y Sánchez consigan no representar a la izquierda en este particular, y a la vez coloquen en contra a los que estarían más dispuestos a las tesis de Marruecos, que sin duda es la derecha. Es decir, un negocio redondo: enajenar a la opinión pública española de las tesis marroquíes (y de otros países), por la acción del presidente español más desacreditado de la democracia española. Algo con lo que Marruecos debió contar.
Las inmensas contradicciones de Pedro Sánchez y Rodríguez Zapatero
Los dos no solo se desmarcan de las políticas de sus partidos, tradicionalmente afectos al Frente Polisario, sin una labor política de justificación y persuasión de una nueva política de compromiso con Marruecos, sino que al haber sido presidentes de Gobierno han mantenido en relación con su propio país políticas que son totalmente antitéticas a las defendidas para Marruecos.
- Para ellos la unidad e integridad territorial de España no es valor que se sostenga con incondicionalidad, como ocurre siempre con la unidad nacional.
- No creen en la sustantividad e integridad de la nación español. Para Rodríguez Zapatero, “la nación española es un concepto discutido y discutible”, y “nación de naciones” era otro concepto.
- Las políticas concretas que han defendido y que cuestionan la unidad territorial e institucional de España han sido las siguientes: en el caso de Rodríguez Zapatero, señaló con insuperable irresponsabilidad que convalidaría la reforma del Estatuto de Cataluña que aprobara el Parlamento catalán, con independencia de su encaje en el sistema institucional español. Luego fallaría el Tribunal Constitucional que el Estatuto en temas esenciales era anticonstitucional, generando una gran frustración política, que estallaría con los sucesos de 2017 en Cataluña.
Pedro Sánchez se ha mostrado partidario muchas veces de una “mesa de diálogo”, que acogería a su propio partido y a sus socios parlamentarios, los independentistas catalanes, de la que no estaría presentes ni la derecha española, ni los catalanes no nacionalistas. Y también sería al margen de los límites constitucionales.
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