Luis Ayllón
Director de The Diplomat in Spain
El Reino Unido, y sobre todo los gibraltareños, están sumamente preocupados porque las negociaciones entre Londres y Bruselas para determinar la situación del Peñón tras el Brexit han quedado estancadas como consecuencia del adelanto de las elecciones generales en España.
Británicos y gibraltareños saben que el Gobierno de Pedro Sánchez no puede aceptar que se llegue a ningún acuerdo a escasos días de los comicios. La oposición pondría el grito en el cielo, porque cualquier acuerdo suscrito por la Comisión Europea sería ya imposible de revertir para un nuevo Ejecutivo, si el PP llega a La Moncloa.
Sánchez tenía en mente lograr, en plena Presidencia española de la UE, una foto que le presentara como el gran hacedor del acuerdo postBrexir para Gibraltar, pero los malos resultados de las elecciones municipales y autonómicas le abocaron a adelantar las generales. Fabian Picardo, el ministro principal de la colonia británica, se encuentra sin duda entre los más contrariados por esa decisión, porque ve el horizonte de un triunfo del PP plagado de nubarrones de un Brexit duro, algo que los llanitos nunca han deseado. Su voto masivo contra la salida del Reino Unido de la UE dejó bien claro que sabían lo que se les podía avecinar.
Picardo posiblemente se ha dado cuenta demasiado tarde de que fue demasiado pretencioso querer ganar por goleada. No contaba con que el partido podía terminar antes de tiempo, como ha sucedido. El Gobierno español estaba dispuesto a hacer muchas concesiones en aras de la prosperidad compartida en el Campo de Gibraltar, pero los gibraltareños querían más y los planes de Londres pasaban por no ceder lo más mínimo en lo que verdaderamente les importa por encima de los llanitos, que es el mantenimiento del statu quo de su base naval en el Peñón, a la que cada día llegan más unidades, como para subrayar ese interés.
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, a quien los británicos culpan de que no se haya podido llegar a un entendimiento, ha dicho en varias ocasiones, después de las distintas reuniones entre las delegaciones Bruselas y de Londres que la pelota estaba sobre el tejado del Reino Unido. Ahora, tras constatarse la imposibilidad de avanzar, la eficaz maquinaria diplomática británica se ha puesto en marcha para culpar a España de la falta de acuerdo.
El Gobierno británico, por boca de su gobernador en el Peñón, David Steel, señaló, a través del Times que el fracaso se debe a que España pide un marco regulatorio sobre la gestión del aeropuerto que implica jurisdicción española, y que eso es algo que Gibraltar pueda tolerar. Picardo ha abundado después en esa idea.
Británicos y gibraltareños no aceptan tampoco que en las fronteras exteriores del puerto y el aeropuerto haya más que una indeterminada supervisión de los policías españoles sobre la labor que, según ellos ejercería Frontex, la agencia europea de fronteras. Eso es algo que España no puede aceptar porque es el Estado responsable de controlar las fronteras del espacio Schengen.
La cuestión del aeropuerto no es la única que faltaba por acordar. Junto al control de las fronteras exteriores, quedan por determinar asuntos como la armonización fiscal de la colonia con España, la trasposición de la normativa medioambiental de la UE a Gibraltar o la equiparación de las pensiones de los trabajadores españoles en el Peñón con la de los propios llanitos. Y junto a eso, Londres no ha dado ninguna respuesta satisfactoria a Madrid sobre sus pretensiones no ya de un control conjunto de la base naval, sino al menos de saber quien entra y quien sale de ella, porque, una vez derribada la verja, sería imposible controlar nada.
El último artículo de Picardo en el Financial Times revela claramente que su Gobierno ya piensa en que las cosas pueden ser mucho más difíciles después de las elecciones generales en España, si gana el PP. Y pensado en que también él tendrá que someterse antes de fin de año al escrutinio de las urnas, endurece su lenguaje, afirmando que “si alguien en cualquier partido político de la izquierda, la derecha o el centro de España piensa que va a someter al pueblo de Gibraltar a alguna concesión o compromiso sobre la soberanía mientras yo sea el ministro principal, se equivoca”.
Ante la posibilidad de un Brexit duro, Picardo avisa de que puede recurrir a trabajadores extracomunitarios, dadas las dificultades que habrá para el paso de la Verja para los miles de españoles que diariamente trabajan en el Peñón.
En el día a día, muchos de los llanitos ven con espanto la posibilidad de que vuelvan las largas colas para poder disfrutar de sus casas en suelo español. Ya lo vivieron durante algún tiempo cuando José Manuel García-Margallo estaba al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, y temen que ahora -sobre todo si en un futuro Gobierno del PP entran elementos de Vox- se pueda dar una situación similar.
Británicos y gibraltareños, a quienes el Gobierno español ha ido facilitando la vida con sucesivas prórrogas para no aplicar las medidas comunitarias a la espera de llegar a un acuerdo entre la Comisión Europea y el Reino Unido, perciben ahora que quizás, para lograr el cien por cien de sus demandas, tensaron demasiado la cuerda y esta, finalmente, ha terminado por romperse.