Andrea Chamorro González
Analista de la Fundación Alternativas y especialista en África y Oriente Medio
El 28 de mayo de 2023, los votantes turcos volvían a acudir a las urnas para la segunda vuelta de las elecciones. Ese mismo día y tras una jornada electoral sin grandes percances, el presidente, Recep Tayyip Erdogan, salía victorioso. A pesar de que el Tribunal Supremo electoral tardó cuatro días en confirmar la victoria, varios presidentes y jefes de Estado reconocieron rápidamente su triunfo. Con esto terminan unas elecciones en las que la oposición tenía esperanzas de desalojar al veterano mandatario del poder. La situación política interna arrastra problemas de gran complejidad, como la crisis económica o la devaluación de la lira. Al mismo tiempo, es importante destacar que cerca de la primera vuelta de los comicios se dieron dos terremotos de gran magnitud, que causaron unos 50.000 muertos, y el Gobierno fue acusado de la fragilidad de los edificios.
Para comprender el resultado de estas elecciones es de gran importancia analizar las campañas electorales. En primer lugar, hay que tener en cuenta el carisma de ambos candidatos, ya que en esto el presidente tiene una mayor ventaja. No hay más que ver sus maratonianos discursos, en los que, como mucho, mira los papeles de apoyo un par de veces, creando un gran impacto en la audiencia. El candidato Kiliçdaroglu no posee el mismo potencial carismático, pero sus discursos grabados se han vuelto muy populares en redes sociales. No obstante, no logró atraer a nuevos votantes a su coalición, o que estos entrasen en la lógica anti-Erdogan que cimentaba su discurso electoral.
Al mismo tiempo, Erdogan partía con la ventaja de tener todos los recursos estatales a su favor. No solo estamos hablando de controlar la narrativa, ya que la mayor parte de los medios de comunicación están controlados de manera directa o indirecta por el Gobierno, sino también de los recursos económicos. En la campaña, el presidente ofreció gas gratis durante un año, a pesar de que el país no es autosuficiente energéticamente. Estas dinámicas fueron denunciadas por el candidato opositor, calificando estas últimas elecciones como “las más injustas de la historia”, pero no se llegó a denunciar fraude. Otro punto importante de la campaña electoral de Erdogan fueron las numerosas inauguraciones de infraestructuras y de armamento. además de anunciar nuevos descubrimientos de gas en el Mar Negro. El punto fuerte del candidato opositor era la amplia coalición de partidos que representaba, pero tras los resultados de la primera vuelta se pudieron ver brechas entre los líderes de esas formaciones.
La campaña generó un discurso altamente polarizado por parte de ambos candidatos. Kiliçdaroglu se caracterizó por su agresividad contra Erdogan, y acentuando su hostilidad contra los refugiados sirios. El candidato del CHP había prometido enviar a los expatriados a sus lugares de origen, y acusó a Erdogan de no haber hecho nada para proteger las fronteras. Por su parte, el presidente incrementó su plática anti-LGTB para arremeter contra la oposición, acusándolos de pertenecer al colectivo.
En la segunda vuelta de las elecciones turcas solo se presentan los dos candidatos con mayor número de votos, por lo que el ultranacionalista Sinan Ogan se quedaba fuera. En consecuencia, formuló una serie de requisitos para dar su apoyo a un candidato u otro. Finalmente, se decidió por Erdogan, aunque viendo los resultados de la primera vuelta no le habría sido fundamental para ganar en la segunda. Sinan Ogan tenía en torno al 5% de los votos; solo teniendo en cuenta la afinidad ideológica ya se podía entrever que habría un trasvase hacia Erdogan, que realmente solo necesitaba un empujón muy pequeño para lograr la presidencia.
Dos días después de confirmarse los resultados, el presidente fue investido y formó su gabinete. En este nuevo Ejecutivo se pueden ver bastantes caras nuevas, ocupando ministerios estratégicos para la gobernanza del país, como Economía, Exteriores, Defensa o Interior. El perfil general de los nuevos ministros es de personas con un amplio recorrido en su campo y en otras instituciones del Estado. Por ejemplo, el actual ministro de Exteriores era jefe de la Organización Nacional de Inteligencia (MIT) desde 2010, y antes había trabajado en la Oficina del primer ministro. Por otro lado, se encuentra la cuestión del propio presidente, ya que cuando acabe este mandato tendrá 74 años, los mismos que tiene ahora Kiliçdaroglu, lo que ya es una edad avanzada. Por ello, se plantea la incógnita de si en esta Legislatura se podrá entrever quién sucederá a Erdogan. De acuerdo con las leyes, no podría presentarse a un tercer mandato, salvo que sea el Parlamento quien convoque las elecciones y no el presidente. Por el momento, es pronto para saber la estrategia que seguirá el mandatario.
Erdogan permanecerá en el poder durante otros cinco años, ante la perplejidad de muchos. Se pensaba que la frágil coyuntura económica habría causado importantes daños en su popularidad, pero ha resultado no ser así. Se puede vaticinar que en este tiempo podemos esperar una consolidación del modelo que tiene pensado para Turquía y lleva construyendo desde el año 2002. Actualmente es la persona que más poder ha acumulado en el país desde su fundador, Mustafá Kemal Ataturk, y lo ha modelado a su imagen y semejanza, y planea seguir haciéndolo.
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