<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>El desastre del PSOE en las elecciones del 28-M deja a los socialistas con menos poder autonómico y local que nunca y redobla la apuesta de Pedro Sánchez por su discurso más extremista, calcado del populismo del Pablo Iglesias original.</strong></h4> <strong>El presidente del Gobierno ha pasado de apadrinar el proyecto Sumar</strong> de su vicepresidenta Yolanda Díaz para que le agrupara el voto del “espacio político” a la izquierda del PSOE<strong> a pujar directamente por el apoyo popular de ese electorado menguante</strong>, entre extraparlamentario y testimonial, de los pasados comicios. La apuesta de Sánchez por las posiciones y los mensajes más radicales de la extrema izquierda han sido constantes en toda la legislatura. De la ley del “sólo sí es si” inicial al proyecto de ley de vivienda, el dirigente socialista hizo suyos los postulados de Podemos frente a los tradicionales del PSOE o el equipo económico en el Ejecutivo, con el fin de dar estabilidad a su gabinete de coalición socialcomunista. Además, el presidente del Gobierno lleva casi dos años, después de los reveses electorales del PSOE en Andalucía y Madrid, cargando contra los empresarios, denunciando oscuras conspiraciones de los poderes económicos contra su persona o criticando a los medios de comunicación en general. Eran <strong>mensajes copiados de las obsesiones favoritas de Pablo Iglesias, pero con la peculiaridad de que Sánchez cuenta con el favor incondicional de todos los medios estatale</strong>s que controla directamente (RTVE y Efe), más los privados afines como el primer periódico de España (El País), la primera cadena de Radio (la Ser) y varias cadenas de televisión. El secretario general del PSOE basa sus protestas en el trato que recibe en algunas emisoras de radio y en varios programas de televisión privadas. Radicalismo aparte en sus ataques a la prensa y a la oposición, ya toda de ultraderecha y “trumpista”, según sus propias palabras, la principal novedad en la respuesta de Sánchez al fracaso electoral consiste en u<strong>n giro táctico para afrontar la división de la izquierda en beneficio propio.</strong> <strong>Hasta el 28-M se presentaba como un aglutinador de todo ese espacio político</strong>, de una especie de frente popular que englobaba también a los partidos nacionalistas y separatistas, herederos de ETA incluidos.<strong> Ahora</strong>, ante las elecciones generales del 23 de julio, Sánchez <strong>prueba a ofrecerse como único salvador de toda la izquierda</strong> frente a la ola de la derecha, para él ultra, que amenaza los avances de su “Gobierno de progreso”. El PSOE, que sólo tiene asegurado el gobierno de dos comunidades autónomas (Castilla-La Mancha y Asturias) de las 17 que hay en toda España, <strong>mira a su izquierda para pescar electores en un espacio político al borde de la marginalidad institucional</strong>. Divididos entre el Podemos original que todavía controla Pablo Iglesias y los grupos escindidos después o acogidos a las marcas locales, <strong>las candidaturas de la extrema izquierda se quedaron la semana pasada fuera de la práctica totalidad de los parlamentos autonómicos</strong> o limitan su presencia en ellos a un solo miembro. Podemos, con dos ministras en el Gobierno central, ha pasado de tener 47 diputados autonómicos a 15. Además, en los ayuntamientos de las capitales más pobladas como Madrid, Valencia, Zaragoza o Sevilla carece de concejales. En el caso de las formaciones locales que apoyan el proyecto Sumar, ya inscrito como partido, de Yolanda Díaz el fracaso ha sido similar. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, quedó tercera. Sólo en Madrid salvaron las posiciones para seguir por delante del PSOE y al frente de la oposición en la Comunidad y en el Ayuntamiento de la capital. El adelanto de las elecciones decidido por Sánchez obliga <strong>las distintas ramas en que se dividió Podemos a reconciliarse en una sola candidatura</strong> para tener posibilidades de supervivencia. Tanto a Iglesias y sus herederas -Ione Belarra e Irene Montero-, como a Yolanda Díaz los pilla a contrapié, pero con menos tiempo para pelearse. <strong>Tienen 14 días para cerrar sus listas conjuntas y sin puestos fijos para todos.</strong> <strong>La extrema izquierda populista</strong>, que en 2015 y con un 20 por ciento estuvo a 1,5 puntos del PSOE en porcentaje de votos en las generales llega a los comicios de julio amenazado con un nuevo desastre. Si las encuestas más pesimistas con Podemos pronosticaban antes del 28-M que podían perder dos o tres puntos de su 13 por ciento de 2019 (35 diputados), los resultados de los comicios de la semana pasada empeoran sus perspectivas <strong>hasta situarlos por debajo de los 20. Y si hay trasvase de voto al PSOE, ni eso.</strong> Es la jugada más arriesgada de Sánchez porque llama a ser salvado por una izquierda a la baja, junta o separada, y lejos de los 155 diputados que sumó hace cuatro años.