Pedro González
Periodista
Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica conforman esa alianza que naciera con el siglo XXI, bautizada con el acrónimo BRICS por un economista de Goldman Sachs, como bloque exclusivamente económico. Más de dos décadas más tarde se ha convertido también en una alianza política, con regímenes diversos pero con un denominador común: “contrarrestar la arrogancia occidental y la hegemonía del dólar”, según expresión acuñada por el analista hongkonés Alex Lo, a raíz de la conferencia que ha reunido en Ciudad del Cabo a los ministros de Asuntos Exteriores de esos países, además de un buen número de países observadores. El bloque se ha abierto a expandirse y el primer país en presentar su candidatura a integrarse es una potencia regional del formidable peso de Arabia Saudí, mientras otros dieciocho han manifestado su interés por estudiar los pros y contras de su hipotética membresía.
De las conversaciones desarrolladas en la bella ciudad sudafricana se desprende una acentuación del antioccidentalismo. Resurgen viejos agravios de la época colonial, al tiempo que se acusa a la vieja Europa de pensar que todavía es el eje del mundo cuando el mismo hace ya tiempo que se desplazó hacia el Indo-Pacífico. No deja de ser dura y elocuente la afirmación del jefe de la diplomacia de India, Subrahmanyam Jaishankar: “Los problemas de Europa son los problemas del mundo, pero los problemas del mundo no son los problemas de Europa”. Hacía referencia el ministro del ya país más poblado de la Tierra a la guerra en Ucrania como el acontecimiento que opaca los muchos otros conflictos que están sacudiendo el mundo, y que no gozan del mismo foco mediático.
Pero, una vez más, el punto más importante de lo tratado en dicho encuentro es el relativo a la adopción “cuanto antes” de una divisa de sustitución del dólar en las transacciones comerciales. China ya tiene en marcha el yuan digital y el presidente brasileño, Lula da Silva, ya ha propuesto una moneda común para el Mercosur, la alianza que integra además a Argentina, Paraguay y Uruguay. Ya se han comenzado a ejecutar algunos contratos entre países de estos bloques obviando la divisa estadounidense, y al menos en público declaran su intención de acelerar ese cambio. Además, han creado un fondo común con el equivalente de 100.000 millones de dólares para emergencias y un banco de infraestructuras que pueda conceder préstamos de hasta un equivalente a 30.000 millones de dólares para obras de abastecimiento, canalización y saneamiento de agua, transportes e instalaciones de producción energética y comunicación.
Todo ello se enmarca como respuesta a las duras sanciones impuestas por Occidente a Rusia, en castigo por su invasión de Ucrania. Rusos y chinos han puesto mucho énfasis en resaltar que “la guerra de los chips, que restringe el acceso de China a los semiconductores, ha sido especialmente dañina para el comercio internacional y el sector de la alta tecnología”. Se subraya así que el bloque de los BRICS, a pesar de su diversidad política, ha fortalecido su unión a partir precisamente de esta guerra. En primer lugar, porque las sanciones a Moscú han asustado a los demás miembros del bloque, o cuando menos inquietado bastante. Y, a continuación porque el conflicto, que ha empobrecido indudablemente a los países de la Unión Europea, les ha beneficiado no obstante a ellos. Han obtenido de Rusia su petróleo y gas a precios muy rebajados e incluso India ha canalizado gran parte de sus excedentes hacia la misma Europa, llevándose así Nueva Delhi unos pingües beneficios adicionales.
A cambio, Rusia ha obtenido de sus colegas si no una adhesión inquebrantable, sí una neutralidad activa, incluyendo maniobras militares conjuntas con las tropas de Putin de China, Sudáfrica e India, esta última por cierto integrante asimismo del QUAD, el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad, junto con Australia, Japón y Estados Unidos.
Si a todo ello añadimos la también reciente cumbre organizada por Lula da Silva en Brasilia con otros once líderes latinoamericanos, estamos ante la emergencia de un Sur Global, cuya argamasa de unión más evidente es el resentimiento hacia Occidente, al que acusan de arrogancia. Los BRICS no desmienten que pelearán por hacer más sólido su propio bloque y convertirse en la vanguardia de todo ese Sur Global.
Se dibujan, pues, con mayor nitidez los contornos de la nueva bipolaridad mundial, quizá multipolaridad si la Unión Europea lograra conformar su sempiterno anhelo de ser una tercera vía poderosa. Necesitaría para ello acelerar una política exterior común sólida y atractiva para latinoamericanos, africanos y asiáticos, y asumida por los Veintisiete. Eso, a día de hoy, está desgraciadamente bastante lejos de producirse.
© Atalayar / Todos los derechos reservados