<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>Con el adelanto de las elecciones generales, Pedro Sánchez zanja cualquier amago de cuestionamiento interno en el PSOE después de su fracaso personal en los comicios regionales y municipales del domingo. Pero además de disimular la magnitud de la derrota en el 28-M, el presidente del Gobierno también fuerza un acuerdo inmediato entre las distintas facciones de sus socios populistas (Podemos, sus confluencias locales y el embrión del partido Sumar que encabeza Yolanda Díaz) para buscar una movilización de toda la izquierda en torno a su persona. Es su última baza, junto la presidencia de turno de la Unión Europea, para seguir en el poder.</strong></h4> Con la mayoría de los dirigentes regionales del PSOE pendientes de pasar a la oposición, al paro o de vuelta a sus carreras profesionales, y sus socios en trance de desaparición política en la práctica totalidad de los parlamentos autonómicos, el jefe del Ejecutivo salía tan tocado de los comicios que no ha querido prolongar la agonía de un gabinete incapaz ya de aprobar nada en el Congreso. <strong>Sánchez deja al PSOE con la peor cuota de poder autonómico que ha tenido en su historia desde la Transición</strong> y el nacimiento del Estado de las autonomías en los años ochenta. Los socialistas sólo tienen mayoría absoluta en Castilla-La Mancha (con cinco circunscripciones provinciales), y gracias a que el actual presidente el gobierno regional, Emiliano García-Page acertó a hacerse su propia campaña personal en contra del sanchismo y sus aliados. Además, de los 17 gobiernos regionales el PSOE sólo tiene posibilidades claras de mantenerse en dos uniprovinciales (Asturias y Navarra), con el apoyo de la extrema izquierda en el primer caso y de los herederos del brazo político de ETA (Bildu) en el segundo. El resto de la España autonómica es <strong>un solar para los socialistas</strong>, con miles de militantes y dirigentes pendientes de su futuro fuera de los cargos ejecutivos y representativos en instituciones y administraciones como las de la<strong> Comunidad Valenciana, Extremadura, Baleares o Aragón. Son regiones donde los socialistas daban por hecho su continuidad en el poder</strong> hasta que Sánchez, sus socios y sus pactos con Bildu pasaron a protagonizar la campaña en clave nacional. El PSOE no tendrá ahora tiempo ni oportunidad de hacer autocrítica alguna al margen de que Sánchez haya<strong> laminado el peso de los órganos de debate y decisión interna como el comité federal.</strong> Todas las federaciones se tienen que poner ya a preparar las elecciones generales para plantar cara al ascenso del PP. <strong>Los aliados de extrema izquierda de Sánchez tampoco tendrán tiempo para seguir peleándose entre ellos</strong>. Antes del 9 de junio tienen que presentarse en las juntas electorales los partidos y coaliciones que quieran concurrir a las elecciones. Tanto Podemos como el proyecto Sumar que encabeza la vicepresidenta de Sánchez Yolanda Díaz cuentan con<strong> diez días para ponerse de acuerdo</strong> si quieren ir juntos a los comicios y otros diez para pactar luego la composición de las listas. <strong>La negociación de esas candidaturas de la extrema izquierda será especialmente complicada</strong>. En esta legislatura tenían los 35 diputados elegidos en 2019, pero las encuestas y, sobre todo, los resultados del 28-M que les dejan fuera de casi todos los parlamentos regionales apuntan una tendencia general a la baja para julio. <strong>Sólo en las grandes circunscripciones como Madrid, Barcelona o Valencia tienen posibilidades claras de obtener representantes</strong> y en los puestos fijos no caben todos los actuales altos cargos del Gobierno, ministras y ministros, secretarias de Estado o directores generales. <strong>El llamamiento a la movilización de la izquierda</strong> para frenar al PP y “a la ultraderecha” como dice el argumentario del Ejecutivo de Sánchez <strong>ya fue ensayado por el PSOE y Podemos,</strong> cada uno por su lado, en las elecciones autonómicas andaluzas y de Madrid hace dos años con el resultado conocido: el PP se hizo hegemónico en ambas regiones, e incluso captó a una parte de los votantes tradicionales de los socialistas. El presidente del Gobierno <strong>repite ahora el mismo mensaje de postularse como dique frente a “las derechas”</strong> con la esperanza de recuperar a los votantes del PSOE que ahora se han abstenido en las autonómicas, pero con la intención añadida de <strong>beneficiarse del derrumbe de Podemos.</strong> Así lo han entendido sus actuales socios dispuestos a presentarse como la “izquierda auténtica” mientras Pablo Iglesias propone a Sánchez encabezar un frente popular en toda regla a sabiendas de que su oferta será ignorada. Sánchez no ha visto obstáculo alguno a mezclar su desempeño de la presidencia europea de turno con el arranque de la campaña electoral fijada para el 7 de julio. La coincidencia le permitirá alternar los mítines del PSOE con la imagen más institucional de sus actos en la UE para marcar distancias con sus aliados y socios de toda la extrema izquierda.