Ricardo Ruiz de la Serna
Profesor de Historia del Mundo Actual / Universidad CEU-San Pablo
Uzbekistán lleva ya siete años de profundas reformas políticas, económicas y sociales. El corazón de Asia Central emprendió en 2016 un proceso de modernización liderado por el presidente Shavkat Mirziyoyev. Uno de los grandes temas de su segundo mandato presidencial, que comenzó en 2021, es la reforma constitucional.
Después del referéndum del pasado 30 de abril, en que se aprobaron la mayor parte de las enmiendas al texto constitucional, el próximo 9 de julio se celebrarán elecciones presidenciales anticipadas como culminación de la profunda transformación que está atravesando el país.
Este ciclo de reformas está situando al país en una posición de liderazgo internacional. El modelo uzbeco de relaciones internacionales se fundamenta en el fomento de la paz y el respeto al Derecho internacional, lo que se refleja en los artículos 17 y 18 de la Constitución, que reconocen la igualdad de los Estados sobre la base de la soberanía y del respeto a su integridad territorial y condenan la amenaza y el uso de la fuerza. A partir de aquí, Uzbekistán reivindica la resolución pacífica de disputas y el principio de no injerencia en los asuntos de otros Estados. El aumento de las tensiones geopolíticas tanto en el este como el oeste de Eurasia hace que estos principios consagrados en la Constitución adquieran la máxima importancia.
La llegada de Mirziyoyev a la oficina presidencial dio paso a un periodo de normalización de las relaciones con Kirguistán y Tayikistán y encauzó numerosos problemas como conflictos fronterizos, cooperación en el uso y aprovechamiento del agua y política de transportes y visados. Los cambios en Uzbekistán están transformando toda la región. Un instrumento privilegiado en este ciclo de modernización regional lo constituyen las reuniones consultivas entre jefes de Estado de Asia Central. Entre 2018 y 2022 se han celebrado cuatro y han conducido a la firma de acuerdos políticos y “hojas de ruta” para la cooperación, por ejemplo, en materia ambiental. Así, en el Asia Central, en torno a Uzbekistán se está vertebrando una verdadera “comunidad de seguridad” que en el futuro podría llegar hasta Afganistán.
En realidad, todos los caminos pasan por Uzbekistán, que se están convirtiendo en un punto de encuentro de referencia. En 2022, Samarcanda acogió en septiembre la 22ª cumbre anual de jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghai y, en noviembre, la 9ª cumbre de la Organización de Estados Túrquicos. La capital del imperio de Tamerlán es ya una de las paradas obligadas en el ciclo de encuentros internacionales. El Foro Internacional de Inversiones de Tashkent se ha consolidado como cita de negocios en el Asia Central. Mientras escribo estas líneas, la capital uzbeca celebra el III Foro Jurídico Internacional ‘Primavera Jurídica de Tashkent’; bajo la presidencia del ministro de Justicia de Uzbekistán y con asistencia de sus homólogos de Singapur, Catar, Azerbaiyán, y Kirguistán entre otros.
Cuenta Peter Frankopan en ‘Las nuevas rutas de la seda. Presente y futuro del mundo’ (Crítica, 2019) que “el nuevo gobierno encabezado por Mirziyoyev ha traído otros vientos de cambio a Uzbekistán incluidos pasos para ansiadas mejoras en materia de derechos humanos, libertad de prensa y otros índices”. Todas estas transformaciones están dando sus frutos. Hoy el país lidera las iniciativas para la preservación y rescate del Mar de Aral. Ya en 2017, el presidente Mirziyoyev dijo ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que “los problemas del agua, la paz y la seguridad están vinculados de forma inextricable”. En los tres campos está destacando hoy Uzbekistán.
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