Antonio Alonso Marcos
Profesor de Relaciones Internacionales / Universidad San Pablo CEU
El pasado 30 de abril, los ciudadanos uzbekos apoyaron masivamente la reforma de su Constitución. Esta reforma es significativa, entre otras cosas, porque modifica el texto de su Ley Fundamental en un 65%, incrementándola de 128 a 155 artículos.
Según Zayniddin Nizamkhojaev, presidente de la Comisión Electoral Central, la participación alcanzó el 84,54%, de los cuales un 90,21% votó a favor de las modificaciones, mientras que el 9,35% votó en contra. No se trataba de una contienda electoral al uso, con competición entre partidos. En esta ocasión, ningún partido abanderó el NO a la reforma, principalmente porque el proceso de reforma ha durado algo más de un año y todos han tenido oportunidad de proponer modificaciones. En total, la comisión encargada de estudiar las sugerencias tuvo que estudiar a fondo unas 220.000 propuestas, pues no sólo los partidos políticos tuvieron voz a lo largo de todo este proceso, sino que se habilitó un portal web para dar audiencia a cualquier ciudadano.
Casi 400 observadores internacionales, de unos 45 países y 14 organizaciones internacionales, han velado por la limpieza y transparencia del día de la votación. Sin colas, sin aglomeraciones, un goteo constante de gente, en un clima de tranquilidad y serenidad, con alguna nota festiva –es habitual en Asia Central hacerle algún regalo especial al más joven y al más anciano del censo—.
El resultado es que se han incrementado los derechos que se protegen, pasando de 275 a 434. Entre ellos, se ha puesto especial hincapié en proteger a las familias y sus hogares –se les garantiza tener un lugar digno donde vivir—, fomentando también el respeto por las tradiciones a la vez que garantiza la libertad religiosa, y se dan ciertas garantías a los detenidos. Cualquiera que hay estudiado mínimamente la historia del desarrollo de los Derechos Humanos sabe que estos son sus pilares básicos –derecho a la vida, a la libertad de conciencia, libertad de expresión—, de donde se derivan todos los demás. En la última década, Uzbekistán ha hecho una gran labor en este sentido, reconocido esto internacionalmente, de manera que tanto EE.UU. como la UE han aplaudido públicamente los avances realizados en tales campos.
Un aspecto muy remarcado en los últimos meses por el propio presidente es la apuesta por un cambio de modelo del ordenamiento jurídico, pasando de un esquema “Estado-sociedad-persona” al de “persona-sociedad-Estado”. Paulatinamente, se pasa del esquema soviético, donde el Estado era preponderante y el individuo no contaba para nada, a otro muy diferente que se centra en el provenir de lso individuos, conscientes de que el esfuerzo individual debe empujar a toda la sociedad en una misma dirección y que el Estado debe estar al servicio de ambos, para protegerlos, para garantizar un ambiente de paz y estabilidad –interna y con los países de alrededor—.
En una sociedad eminentemente joven (casi el 80% de la población es menor de 35 años, siendo un 35% menor de 14 años), esta estabilidad pasa por ofrecerles una formación suficientemente adecuada –universitaria y profesional—, que les permita desarrollarse en todos los aspectos –personal, familiar y profesionalmente—. Unos jóvenes, cada vez con mayor acceso a Internet, als redes sociales y el mundo exterior, no se contentará con promesas vanas o frases grandilocuentes, o se echarán en brazos de la desesperación. Ahí jugará un papel esencial las familias y las asociaciones, además del mahalla –el centro socio-cultural que es el centro de la vida del barrio—, que en esta reforma ha visto incrementado su responsabilidad en la gestión de los asuntos municipales.
El sistema institucional también ha sufrido un cambio profundo, pues la duración del mandato presidencial ha pasado de 5 a 7 años, el número de senadores se ha reducido, las cámaras legislativas se han dividido mejor el trabajo –evitando y eliminando las duplicidades—, y el Gobierno se verá sometido a partir de ahora a un mayor escrutinio por parte de la Cámara Baja –dándole, por tanto, más poder a los partidos representados allí—.
Sin lugar a dudas, el respaldo mayoritario de la población en este referéndum pone de manifiesto el apoyo popular de los uzbekos al camino de reformas emprendido por Shavkat Mirziyoyev hace apenas 6 años. Así lo reconoció también el secretario general de la ONU, António Guterres, cuando afirmó que “bajo el liderazgo del Presidente de Uzbekistán, el país está contribuyendo a los esfuerzos internacionales relacionados con el cambio climático, la protección del medio ambiente y la conectividad regional, al tiempo que emprende un importante proceso de reforma”.
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