Eduardo González
Este viernes, 7 de abril de 2023, se cumplen justamente 200 años de la entrada en España de los llamados Cien Mil Hijos de San Luis, una fuerza armada comandada por la Francia borbónica, consagrada por la Santa Alianza y apoyada desde dentro por el llamado partido apostólico, para derrocar el Trienio Liberal instaurado tres años antes por Rafael del Riego y restaurar el régimen absolutista de Fernando VII.
El 1 de enero de 1820, un contingente de tropas que se preparaba para partir hacia América al mando del teniente coronel Rafel del Riego se sublevó contra el régimen absolutista en la localidad sevillana de Cabezas de San Juan. El envío de aquel contingente formaba parte de la decisión de Fernando VII de ordenar la “reconquista” de América, una decisión que ocultaba un doble objetivo: por una parte, recuperar las colonias (y sus contribuciones a una Hacienda absolutamente arruinada) y, por otra (un objetivo menos obvio, aunque probablemente más importante para el Monarca), enviar al otro lado del mar a decenas de miles de soldados y oficiales que habían participado en la guerra contra Napoleón y que eran particularmente proclives a pronunciarse en favor del régimen liberal de 1812.
El origen de estos recelos del Rey estuvo en una de las reformas más relevantes de las Cortes de Cádiz -las mismas que en 1812 aprobaron la primera Constitución liberal de la historia de España-: la abolición de la prueba de nobleza para acceder a la oficialidad del Ejército. Aquel cambio, indudablemente vinculado a las necesidades de la lucha contra Napoleón, no sólo contribuyó a crear una nueva clase de oficiales ascendidos por auténticos méritos de guerra, sino que convirtió a las Fuerzas Armadas en uno de los principales baluartes del régimen liberal.
Por ello, después de demostrar sus verdaderas intenciones mediante un autogolpe de Estado y la posterior reinstauración del absolutismo, Fernando VII decidió quitarse de encima a alrededor de 40.000 soldados y oficiales potencialmente revolucionarios enviándolos a Ultramar. Muchos de ellos (posiblemente la mayoría) no regresaron nunca y algunos incluso se unieron a las fuerzas rebeldes. Fue durante uno de esos envíos cuando se produjo la sublevación de las tropas de Riego bajo las notas de la marcha que, andando el tiempo, se habría de convertir en el Himno oficial de España durante la II República.
Aquella aventura, denominada Trienio Liberal y que obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812, sólo duró tres años a causa de sus fuertes divisiones internas, de su incapacidad para tomar medidas sociales contundentes (lo que le privó del apoyo popular) y, sobre todo, de las conspiraciones que el propio rey lideraba desde la sombra mientras, en público, acataba “la senda constitucional”. A lo largo de 1822, Fernando VII solicitó, reiteradamente, la ayuda de las monarquías de la Santa Alianza (fundada por Austria, Rusia y Prusia y a la que se unieron Francia e Inglaterra) para restaurar el absolutismo. Finalmente, el Congreso de Viena de 1822 acordó el envío de una fuerza francesa a España, pese a la oposición (o más bien, inhibición) del Gobierno inglés.
Los Cien Mil Hijos de San Luis
El 7 de abril de 1823, los Cien Mil Hijos de San Luis, una fuerza militar francesa de 90.000 hombres comandada por Louis Antoine de Borbón, Duque de Angulema, atravesó la frontera española sin haber declarado previamente la guerra. De hecho, el propio Gobierno español no dio el paso de declarar la guerra a Francia hasta dos semanas más tarde, el 23 de abril.
El ejército invasor, que estaba comandado por generales que habían luchado junto a Napoleón, algunos de ellos incluso en la Guerra de la Independencia española (se cuenta que los soldados más veteranos ofrecieron una “gira turística” en Madrid a sus compañeros más jóvenes), fue incrementándose a lo largo de la campaña hasta alcanzar los 120.000 soldados, 45.000 de los cuales se habrían de quedar posteriormente en España como fuerza de ocupación para ayudar al nuevo régimen absolutista. A ellos se sumaron alrededor de 30.000 voluntarios realistas españoles (el Ejército de la Fe). Para oponerse a este ejército, el Gobierno liberal apenas pudo reunir 50.000 efectivos, unas plazas fuertes mal defendidas y un rey poco dispuesto a defender la Constitución.
En su avance para “liberar a Fernando VII”, y a diferencia de lo ocurrido en 1808, el ejército francés se encontró con muy poca resistencia popular y no necesitó luchar para ocupar casi ninguna ciudad amurallada (una excepción fue Pamplona, que resistió durante cinco meses) ni se vio obligado a librar ninguna batalla importante, salvo algunos combates en Cataluña o una escaramuza cerca de Cádiz, la ciudad constitucionalista por excelencia. Gracias, entre otros factores, a la traición de muchos generales que se rindieron sin luchar (una excepción fue Francisco Espoz y Mina, que resistió en Cataluña), los Cien Mil Hijos de San Luis se hicieron con el control de todo el país en septiembre de 1823, tras aplastar los últimos conatos de resistencia.
El 1 de octubre de 1923, Fernando VII fue recibido con toda la pompa por el Duque de Angulema en Puerto de Santa María y, ese mismo día, firmó en esta ciudad gaditana el decreto por el que se anulaban “todos los actos del gobierno llamado constitucional”, lo que le permitió no solo restaurar su poder absoluto con plenitud de derechos, sino aprobar el “edicto de proscripción” que levantó la veda a “la caza de liberales”. La primera gran víctima fue el propio Rafael del Riego, quien fue ahorcado en noviembre en la Plaza de la Cebada de Madrid. La represión fue tan violenta que los propios franceses, que mantuvieron a las tropas de Angulema en España hasta 1828 con el propósito de contener el absolutismo radical de los españoles, intentaron frenarla. No fue posible, y la represión continuó con todo su rigor hasta 1826 bajo el liderazgo del llamado “partido apostólico” español.