<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>Entre las presiones de la OTAN y el esperado desmarque de la extrema izquierda del Gobierno de coalición y sus socios, Pedro Sánchez se ha visto obligado a sumarse a la operación europea para enviar carros de combate a Ucrania. España aportará algunas de las unidades más anticuadas del modelo Leopardo compradas a Alemania hace casi 30 años y que el Ejército tiene paradas desde la década pasada.</strong></h4> <strong>El jefe del Ejecutivo acostumbra a asumir o aceptar las posiciones populistas de sus aliados</strong> en casi todos los terrenos, desde la economía al feminismo, <strong>pero no en la política exterior a la hora de cumplir los compromisos con la Alianza Atlántica</strong>. Aunque a rastras, con todo tipo de disimulos y siempre en último lugar, Sánchez procura quedar bien en los planes para apoyar a las Fuerzas Armadas de Ucrania en su lucha frente a la invasión de las tropas de Putin. El jefe del Ejecutivo apuesta por <strong>cultivar su imagen como gobernante con proyección internacional</strong> desde que España acogió el pasado mes de junio la cumbre de la OTAN. El objetivo es doble: <strong>mejorar la percepción que tiene la opinión pública nacional de su mandato al frente del Gobierno y ganar enteros en la política exterior en beneficio de su propia carrera personal. </strong> Cumplir con la Alianza Atlántica sirve a Sánchez para las dos cosas, además de para contrarrestar el hecho de que preside el único gabinete europeo que cuenta con ministros comunistas entre sus miembros. Entre los titulares de Podemos e Izquierda Unida, casi una cuarta parte del Ejecutivo rechaza dar ayuda militar a Ucrania desde el primer momento de la guerra desatada por Rusia. De ese sector populista o de extrema izquierda del Ejecutivo, sólo la vicepresidenta y responsable de la cartera de Trabajo, Yolanda Díaz, se ha abstenido de criticar abiertamente el envío de carros de combate para las fuerzas de Zelenski. <strong>Podemos, al igual que los partidos independentistas catalanes y vascos como ERC y Bildu que sostienen a Sánchez en el poder, se queda en la equidistancia antiatlantista</strong>: consideran que dotar de blindados modernos a las fuerzas ucranianas es contribuir a “la escalada bélica” y postulan la negociación con Putin como única salida al conflicto. <strong>La disidencia interna en el Ejecutivo no va más allá de discrepancia dialéctica</strong>. Cada sector del gabinete socialcomunista cultiva su imagen y cuida a su público. Ni Podemos se plantea romper el Gobierno ni Sánchez puede destituir a los ministros que discrepan de su política exterior. El pacto con Pablo Iglesias dio cuota fija para los podemitas y afines, una vicepresidencia y cinco carteras, y entre ellos se administran. <strong>El propio Sánchez</strong>, para hacer equilibrios entre sus socios y los compromisos con la OTAN, <strong>siempre ha dejado a España a la zaga en la ayuda militar a Ucrania.</strong> Pasó de decir que sólo aportaría material defensivo, uniformes y cascos de protección, a entregar munición de todo tipo, armas ligeras y lanzagranadas. Después ya envío artillería y sistemas de misiles antiaéreos, siempre medio en secreto, hasta el extremo de que era la OTAN o los ucranianos los que daban a conocer las aportaciones españolas. En el caso de los carros de combate Leopardo, la decisión de Alemania de acceder finalmente a facilitar blindados pesados y de cadenas a Zelenski ha obligado al Gobierno de coalición a hacer lo propio. <strong>El Ejército tendrá ahora que poner a punto una serie de unidades de las 53 almacenadas en Zaragoza del modelo más antiguo, el denominado Leopardo 2A4,</strong> comprado directamente al fabricante alemán en la década de los años 90. <strong>Las Fuerzas Armadas españolas cuentan con un total de 108 carros de esa remesa, la mitad aún en servicio en Ceuta y Melilla.</strong> El resto de los Leopardos del Ejército, otros 239, son del modelo más moderno (el 2E) ya fabricados en España bajo patente alemana y repartidos en las brigadas mecanizadas con base en Madrid, Córdoba y Badajoz. En conjunto, <strong>las unidades acorazadas españolas que se organizan sobre la base de los Leopardo son la clave de la fuerza disuasoria terrestre desplegada en la frontera sur de la OTAN</strong>, y de la propia defensa nacional frente al vecino del norte de África. De ahí que a las habituales reservas o simple discreción de Sánchez a la hora de ayudar a Ucrania se sumen ahora las limitaciones de las Fuerzas Armadas españolas que sólo pueden recurrir a sus carros más antiguos y fuera de servicio desde hace 11 años para atender a los requerimientos de la Alianza Atlántica.