<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>Pedro Sánchez, con el fin de frenar el ascenso del Partido Popular, vuelve a sacar partido al afán de protagonismo de la extrema derecha. En los primeros compases de la larga precampaña electoral de este año y para ganar presencia, Vox torpedea y vota con la izquierda en contra de proyectos clave de gobiernos regionales del PP en los que no está, como el de Madrid, o desestabiliza el único del que forma parte, el de la Junta de Castilla-León.</strong></h4> Como los extremos se retroalimentan, la formación que dirige <strong>Santiago Abascal se sirve de la radicalidad del Gobierno para hacer la oposición más radical y populista mientras Sánchez equipara al PP con Vox</strong> en su argumentario base para movilizar a la izquierda frente al ascenso del partido que preside Alberto Núñez Feijóo. Ese guion de presunto hermanamiento de “la derecha y la extrema derecha” esgrimido por socialistas y podemitas choca con l<strong>a realidad que vive el PP en los gobiernos o ayuntamientos donde Vox es decisivo y suele convertirse en el mayor obstáculo para su gestión. </strong> La formación de Abascal, después de fracasar en las elecciones autonómicas de Madrid y Andalucía, intenta reflotar su proyecto de sustituir al centro derecha tradicional en España, el PP. Se inspira y sigue el modelo que ha triunfado en Francia con Marie Le Pen, o que incluso gobierna en Hungría con Víktor Orban y en Italia con Giorgia Meloni. Vox, tercer partido en el Congreso con el 15 por ciento de los votos en las elecciones generales de 2019, fue fundamental hace dos años para que Sánchez pudiera administrar directamente, desde su gabinete y sin control independiente alguno, los fondos europeos de recuperación. Sin mayoría para convalidar en el Congreso el decreto correspondiente, lo que le iba a obligar a pactar con el PP, el jefe del Ejecutivo se encontró a última hora con una abstención del grupo parlamentario de la extrema derecha que le allanaba el camino para manejar los 150.000 millones de euros procedentes de la UE. Aquel favor de Vox fue decisivo para la estabilidad del Gobierno de coalición socialcomunista en el poder y su presidente destacó entonces el “sentido de Estado” que había demostrado Abascal frente al entonces jefe de la oposición y presidente del PP, Pablo Casado. Desde entonces,<strong> Isabel Díaz Ayuso, desde la Comunidad de Madrid; Juan Manuel Moreno, desde la Junta de Andalucía; y Núñez Feijóo, desde la dirección del PP, han frenado en seco el protagonismo y la influencia de la extrema derecha.</strong> Los dos primeros agrupan ya en sus regiones el grueso del voto de centro derecha, mientras que Feijóo lleva el mismo camino en todas las encuestas privadas. Para marcar perfil y recuperar presencia, <strong>Vox ha sumado sus votos a los del bloque de izquierdas (PSOE y populistas de Podemos) en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de la capital</strong> para impedir que ambas instituciones tuvieran presupuestos, el proyecto más importante en cada ejercicio y a cuatro meses de las elecciones. Ha sido un<strong> golpe contra los populares promovido por los de Abascal para hacerse valer y</strong> dificultar, en un futuro tan próximo como las elecciones del 28 de mayo, que las previsibles victorias de Díaz Ayuso y Martínez Almeida les dejen más fuera de juego de lo que están ahora. <strong>En el PP quieren aprovechar ese giro de Vox en Madrid para apelar a la unidad del voto de todo el centro derecha</strong> en los próximos comicios y rascar algo en ese 9 por ciento de electores en el que Rocío Monasterio (candidata de Abascal) se quedó hace dos años. <strong>En el caso de las medidas sobre el aborto</strong> <strong>anunciadas por el vicepresidente de la</strong> <strong>Junta de Castilla y León, Juan García Gallardo,</strong> también hay afán de protagonismo preelectoral de Vox. No había protocolo nuevo de apoyo a la maternidad, ni pacto que lo amparara ni medida alguna en contra de la legislación vigente sobre interrupción del embarazo. Los de Abascal <strong>se presentaron como adalides de la defensa de la vida sin haber hecho nada en la práctica</strong> y <strong>Sánchez lo aprovechó para presentar a la Junta de Castilla y León como enemigo de las mujeres</strong>. Hasta envió requerimientos contra el gobierno regional, aunque no había texto, procedimiento, acto administrativo o práctica que recurrir. Concluido el espectáculo de la retroalimentación, ambos actores, Sánchez y Vox, se retiraron del escenario: el Ejecutivo nacional se dio por satisfecho con los tres días de crisis en la Junta, mientras que García Gallardo, pese a quedar desautorizado por el jefe del Ejecutivo regional, Alfonso Fernández Mañueco, seguía en su puesto y sin protocolo. Ni dimitía ni le destituían. En el PP confían ahora en que el electorado se percate de las consecuencias de tener que cargar con Vox en más gobiernos regionales y se decante por mayorías como las de Ayuso o Moreno.