Leonie Friedrich
Analista de la Fundación Alternativas
Ventanas rotas, paredes pintadas, imágenes de destrucción. Vuelven recuerdos del asalto al Capitolio en Estados Unidos en enero de 2021, pero esta vez se repiten las terribles escenas en Brasil. Atentados en el barrio gubernamental de Brasilia contra el Capitolio, el Palacio de Gobierno y el Tribunal Supremo. Afectados todos los poderes del Estado. En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el pasado 30 de octubre, había triunfado el candidato y expresidente Lula da Silva. Brasil había decidido poner fin al populismo, nacionalismo y ultra-conservadurismo de Bolsonaro. Mientras algunos lloraban, otros celebraban. El resultado no podría haber estado más cerca y, como demuestran los recientes acontecimientos, el país está dividido como nunca antes.
Un resultado igualado
Teniendo en cuenta lo equilibrado que fue el resultado, merece la pena volver a analizar a los candidatos, que probablemente no podrían haber sido ser más contradictorios. Que los dos no se soportan y son enemigos absolutos no es ningún secreto. Por un lado, Bolsonaro, exmilitar, conocido sobre todo por la mala gestión de la crisis de Covid-19, la deforestación extrema, el empeoramiento de la economía del país, la ignorancia del sector educativo y la desatención de la pobreza creciente y el hambre, por mencionar solo algunos. El populista antisistema, bajo el cual la posesión de armas se ha quintuplicado, que apoya a las familias tradicionales y que está fuertemente en contra de la comunidad LGBTIQ+, obtuvo aun así el 49,1% de los votos. La mayoría de ellos procedieron de votantes de entre 34 y 59 años, mientras que la intención de voto entre los hombres fue mayor que entre las mujeres.
Por otro lado, Lula, procedente de un entorno pobre, que luchó contra la dictadura militar, antiguo obrero metalúrgico, líder sindical y «campeón» de la clase trabajadora, ya había introducido en sus dos primeros mandatos programas sociales contra la pobreza. Con su visión de dar a todos los brasileños una vida mejor, ampliando el acceso a la educación, los sistemas de salud y reactivando el crecimiento de la economía, convenció al 50,9% de los votantes, a pesar de su paso por la cárcel y de que la corrupción floreció durante su Presidencia.
Los jóvenes de 18 a 24 años se sienten optimistas gracias a su eslogan: ‘¡Un futuro feliz para Brasil!’ Geográficamente, también se puede identificar una división clara. Mientras que los partidarios de Bolsonaro se pueden localizar más bien en el centro del país y en el sur, Lula ganó en la mayoría de los Estados del norte y tuvo buenos resultados en el este, como en Maranhão (71,1%) y Piauí (76,8%). En cambio, los Estados centrales de Rondônia (70,7%) o Mato Grosso (65,1%) votaron por Bolsonaro. Un motivo para ello, entre otros, es que estos Estados están poblados por un gran número de agricultores que se beneficiaron enormemente de las aprobaciones de pesticidas del ultraderechista.
Ataque a la democracia
De antemano, Bolsonaro había criticado repetidamente el sistema electoral y sugirió que no aceptaría una derrota. En el Día de la Independencia (7 de septiembre), el todavía presidente dijo: “Tengo tres alternativas para mi futuro: encarcelamiento, muerte o victoria”. También pidió a los manifestantes que se equiparan con armas. Pero, en contra de las expectativas, Bolsonaro inició el proceso de transición y se abstuvo de impugnar el resultado de las urnas. Al día siguiente de las elecciones, sus partidarios salieron a las calles y exigieron a los militares que actuaran. Marcharon con lemas como ‘No aceptamos el comunismo’. Las calles se cubrieron de amarillo y verde, pero fue Bolsonaro quien pidió a sus seguidores que se calmaran y dejaran de bloquear las carreteras. Dos meses después, Brasil está sufriendo un ataque a su democracia. No es el primer intento de golpe de Estado de la historia, pero, ¿por qué es tan especial? Se abre una nueva dimensión: la coordinación especial indica que no se trata «simplemente» de un movimiento, sino que también han participado instituciones.
¿Se puede esperar un renacimiento del multilateralismo?
La reacción inmediata de Lula fue destituir al jefe de seguridad, Anderson Torres. Pero la pregunta clave es: ¿Cuáles son las consecuencias de las elecciones y del intento de golpe de estado a largo plazo? Bolsonaro ha dejado el país en, probablemente, una de las peores situaciones políticas, económicas y sociales de su historia. Por lo tanto, será necesario un gran trabajo de reparación por parte de Lula. Líderes internacionales expresan su satisfacción con el nuevo presidente electo, y dibujan una nueva esperanza para la democracia. Para muchos, la victoria de Lula significa el inicio de una nueva era política en Brasil, guiada por la justicia social, la igualdad y la lucha contra el cambio climático.
¿Significa el cambio de rumbo radical de la política brasileña el fin del aislamiento global del país? Durante la presidencia de Bolsonaro, ningún político del extranjero fue a visitar el país, ni el ya ex presidente consideró necesario hacerlo. Ahora, Lula es considerado como el portador de la esperanza del renacimiento del multilateralismo. Ya durante su campaña electoral, Lula anunció su empeño en recuperar la credibilidad de Brasil como socio global. “¡Lula ha vuelto!”. La intención de Lula es reactivar los antiguos acuerdos multilaterales con los socios internacionales, no solo en la región, sino también a escala mundial, ya que comparte una visión con muchos de ellos.
Uno de los ejemplos más recientes es la participación del propio Lula en la COP27 de Egipto, enviando el mensaje de que la lucha contra el cambio climático está, efectivamente, entre sus prioridades. La voluntad del mandatario brasileño de colaborar con otros jefes de Estado ha sido percibida como un primer paso en la dirección correcta. También hay nuevas esperanzas para los acuerdos comerciales entre la UE y el MERCOSUR. Durante la presidencia de Bolsonaro las negociaciones estuvieron en suspenso, y la misma política de «deforestación cero» de Lula se considera claramente como un cambio de juego para los debates. A nivel económico, la UE ganaría con el fortalecimiento de las relaciones con Brasil y los países de su entorno; especialmente para reducir la dependencia de China.
Por último, se esperan cambios significativos en las relaciones con los Estados Unidos. Poco después de su victoria, Lula intercambió unas primeras impresiones con Biden a través del teléfono. Juntos quieren afrontar retos como los problemas climáticos y migratorios, la inseguridad alimentaria y la lucha por la inclusión y la defensa de la democracia. Obviamente, los cambios no serán visibles de la noche a la mañana y los disturbios en Brasilia tampoco han ayudado. Pero las condiciones para seguir negociando con otros actores internacionales son mucho más favorables que bajo Bolsonaro. Sin lanzar las campanas al vuelo, el futuro parece más prometedor.
© Fundación Alternativas / Todos los derechos reservados