Pedro González
Periodista
De no ser por las conmemoraciones periódicas de los acontecimientos que marcaron la historia la existencia del género humano apenas se diferenciaría de la de los animales: nacer, crecer y morir sin dejar rastro ni memoria. Acontecimientos que en no pocos casos fueron trágicos, y que, a pesar del empeño de los hombres en repetir parecidas hecatombes, conviene recordar, siquiera sea para intentar que las atrocidades no vuelvan a cometerse, o al menos que permanezcan sujetas a la condena espiritual de la humanidad.
Estamos precisamente en el Mes de la Memoria del Holocausto, ocasión por tanto de recordar que el régimen nacionalsocialista que gobernó Alemania entre 1933 y 1945 exterminó a casi diez millones de personas, de ellos seis millones de judíos y el resto, pertenecientes a grupos considerados enemigos del Tercer Reich alemán: gitanos, miembros de lo que hoy se conoce como colectivo LGTBI, Testigos de Jehová, “asociales” y opositores políticos. Adicionalmente, entre los adversarios políticos del nazismo se encontraban los republicanos españoles, exiliados en Francia tras la victoria del Ejército franquista en la Guerra (In)Civil. La historia de judíos y republicanos españoles se entrecruzó en los campos de concentración nazis, donde iniciaron un camino paralelo bajo la opresión a la que fueron sometidos. Este pequeño gran aspecto de aquella historia puede verse en el Centro Sefarad-Israel, en el que emergen los testimonios escritos y gráficos de los más de 7.000 españoles y los 170.000 judíos que pasaron por el campo de concentración de Mauthausen, complejo de 40 instalaciones en las cercanías de Linz, destinadas a la explotación y exterminio de sus presos.
Solo entre los meses de enero y febrero de 1939 medio millón de personas cruzaron los Pirineos, la mayor parte de ellos desde Cataluña. El Gobierno francés improvisó su acogida, presionando para que muchos se volvieran a España. Otros muchos lograron acogerse a la hospitalidad de terceros países, pero varios miles lograron quedarse en Francia. Una parte de ellos fue utilizada como carne de cañón en la primera línea de fuego cuando el Ejército germano invadió Francia en su incontenible “Blitzkrieg”. Alistados en la Legión Extranjera, los Regimientos de Marcha de Voluntarios o en las Compañías de Trabajadores Extranjeros, fueron 80.000 los españoles que integraron aquellas organizaciones.
El hecho de que el éxodo español hacia el exilio se canalizara en gran parte por Cataluña y de que buena parte de los huidos fueran catalanes forjó especiales lazos entre los españoles que sufrieron y murieron en Mauthausen y los judíos internados en el campo con el objetivo prioritario de hacerlos desparecer de la faz de la tierra. Al catalán Francesc Boix, conocido como el fotógrafo de Mauthausen se debe la conservación de los negativos de las fotos que él mismo, Antonio García y José Cereceda tomaron de la vida diaria en el campo, y que los alemanes intentaron que desaparecieran para que los aliados no encontraran pruebas del genocidio. Aquellas fotos, junto con la propia declaración de Boix, sirvieron de prueba condenatoria contra los dirigentes nazis en los juicios de Núremberg y Dachau, celebrados en 1945 y 1946.
Campaña en Barcelona para boicotear y romper con Israel
Fruto entre otros de aquellos lazos fue el hermanamiento en 1998 entre las ciudades de Barcelona y Tel Aviv. En la capital catalana su actual alcaldesa, Ada Colau, está promoviendo la ruptura de dicha unión so capa de acusar al Estado de Israel de haber implantado un régimen de “apartheid”, boicot que también incluye instar al rompimiento de relaciones con Israel.
La Federación de Comunidades Judías de España (FCJE) califica de “alarmante” el lema de la campaña de boicot, “Barcelona amb l´apartheid no”, y piden a todo el Consistorio barcelonés que, como sus antecesores, permitan que la ciudad siga construyendo puentes de concordia y eviten la promoción de discursos de rechazo y aislamiento.
La FCJE le recuerda a Colau que tanto la sociedad de Barcelona como la de Tel Aviv son abiertas y de acogida; líderes reconocidas en numerosos ámbitos como la organización de congresos de alta tecnología; imanes para la atracción de inversiones, empresas emergentes y turismo; descubridoras de arte y cultura; defensoras de los derechos LGTB y puerto de bienvenida para todos. Un más que sutil recordatorio de que este intento de Barcelona por desandar la historia y promover una condena de Israel no quedaría sin consecuencias.
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