<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>La larga campaña electoral de facto en que ya ha entrado la política española, y que durará todo el año, tiene una primera prueba en los comicios locales del 28 de mayo, cita que el Partido Popular quiere presentar como una moción de censura contra Pedro Sánchez.</strong></h4> <strong>Alberto Núñez Feijóo necesita una victoria clara</strong> de sus candidatos en las regionales y municipales para que el PP avance en el reparto del poder local, pero <strong>también como la mejor plataforma para optar luego, sobre esa derrota del PSOE, a una victoria en votos y escaños sobre Pedro Sánchez y sus socios de extrema izquierda.</strong> En los primeros compases de la campaña de ámbito nacional<strong> los dos principales partidos apuestan por explotar lo que consideran como principal debilidad del adversario: la dependencia de sus respectivos aliados</strong>. El PSOE concurre con la carga de un jefe de filas que asume las causas, proyectos y hasta lemas de la izquierda más populista. Sánchez se presenta como el presidente del Gobierno “de la gente” (término favorito de Pablo Iglesias) frente a los representantes de “los poderosos” que resultan ser los populares. Y, si <strong>el PP centra los ataques al jefe del Ejecutivo en su extremismo general y su gestión a favor de los independentistas catalanes y Bildu</strong> (el brazo político heredero de ETA), <strong>Sánchez replica con el recordatorio de la existencia de Vox,</strong> el partido del otro extremo del arco parlamentario que amenaza con hipotecar futuros gobiernos de centro derecha. De momento, hay diferencias sustanciales y evidentes en las alianzas de ambos partidos. La primera es que Sánchez preside un gabinete de coalición socialcomunista desde hace tres años, en permanente pelea interna entre sus sectores, pero siempre unidos para seguir en el poder, sin ceses ni dimisiones. Además, los socialistas gobiernan con esos mismos socios y el añadido de grupos nacionalistas y separatistas en siete comunidades autónomas: Asturias, Aragón, Canarias, La Rioja, Aragón, Baleares, la Comunidad Valenciana y Navarra. Los únicos presidentes regionales que critican o reniegan de esos aliados son Emiliano García García-Page (en Castilla-La Mancha) porque no los necesita y Javier Lambán (en Aragón) porque aspira a librarse de la mayoría de ellos. Frente a esos datos está el caso del PP, que sólo gobierna con Vox en la Junta de Castilla y León y tiene que hacer frente además a la oposición de los de Santiago Abascal en regiones como Madrid, donde la extrema derecha vota sin dudarlo con la extrema izquierda con tal de poner en aprietos al Ejecutivo de los populares que preside Isabel Díaz Ayuso. La segunda diferencia clave en la política de alianzas de los dos principales partidos está en la aceptación interna de las relaciones.<strong> Si Sánchez se mimetiza sin rubor con Podemos y demás socios radicales, el PP se avergüenza de Vox, evita hasta las fotos de Feijóo con Abascal</strong> y teme depender de sus votos para llegar al poder, ahora en todas las comunidades en liza y a final de año después de las generales. <strong>En el PSOE consideran que ese es el punto más débil en el avance electoral de los populares</strong> y repiten, con el mismo esquema fracasado en las autonómicas de Madrid y Andalucía, el mensaje del miedo a la extrema derecha para movilizar a sus propios votantes. Vistos los éxitos de Díaz Ayuso y Juan Manuel Moreno Bonilla, <strong>en el PP descartan que pueda calar en el electorado la campaña sanchista de vincular a Feijóo y a los candidatos que concurren en las urnas el 28 de mayo con la extrema derecha</strong>. En el principal partido de la oposición sostienen que incluso les puede venir bien ese empeño por falta de credibilidad entre electorado, salvo el más escorado a la izquierda. Con Ciudadanos en fase terminal, Vox se ha convertido en el principal obstáculo para la unión del voto de centro derecha a su vez fundamental para acabar con la hegemonía parlamentaria del actual bloque frentepopulista que sostiene a Sánchez en el poder. <strong>El PP se reafirma en su idea de explotar en la campaña el desgaste del presidente del Gobierno y del PSOE, precisamente por los pactos Podemos y los partidos separatistas</strong>. Suprimir y rebajar los delitos de sedición y malversación en beneficio de los golpistas catalanes y reducir las penas por violación con la ley que llaman de “sólo sí es sí” da munición diaria a los populares. Y más cuando la chapuza jurídica en todas las reformas deriva en un desfile de violadores beneficiados (ya casi 200) y amenaza con repetirse en el caso de los políticos corruptos que se beneficiarán de sus propias rebajas justo en la precampaña del 28 de mayo.