<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>El 27 de julio de 1992, hace justamente treinta años, el presidente cubano Fidel Castro efectuó una visita de dos días a la tierra de sus antepasados, Galicia, donde fue recibido con toda la generosidad del mundo por alguien tan alejado ideológicamente de él como el presidente de la Xunta, Manuel Fraga.</strong></h4> <strong>Castro y Fraga eran dos verdaderos polos opuestos desde el punto de vista ideológico</strong>. Fidel Castro (1926-2016) fue dictador y líder de la revolución de Cuba desde 1959 hasta 2008, al frente del Partido Comunista. Por su parte, Manuel Fraga (1922-2012) fue ministro de Información y Turismo durante la dictadura de Francisco Franco, vicepresidente para asuntos de Interior durante el primer Gobierno de la Monarquía, presidente-fundador de Alianza Popular, el germen del actual Partido Popular, desde los primeros tiempos de la Transición y presidente de la Xunta de Galicia desde 1990 hasta 2005. <strong>No obstante, a ambos les unía el punto más sensible para muchas familias gallegas: la memoria de la emigración</strong>. El padre de Fidel Castro nació en la localidad lucense de Láncara y emigró a Cuba, donde se casó y se quedó para siempre. El padre de Manuel Fraga también emigró a Cuba desde Galicia, pero regresó pocos años más tarde junto al resto de su familia, incluidos sus hijos Manuel, que había nacido en Villalba (Lugo), y otros dos hermanos nacidos en la isla. <strong>El viaje de Fidel Castro a Galicia se produjo durante su primera visita oficial a España desde su llegada al poder, tras la revolución de 1959.</strong> En 1978, el entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, efectuó la primera visita oficial de un jefe del Ejecutivo español (y europeo) a Cuba, por invitación de Castro. Un año más tarde, Suárez participó en la sexta cumbre de países no alineados celebrada en La Habana en 1979 y, apenas seis años más tarde, Felipe González recibió en Madrid a Fidel Castro y al presidente nicaragüense Daniel Ortega con motivo de una escala técnica de ambos tras asistir en Moscú a las exequias por el líder soviético Yuri Andropov. En noviembre de 1986, el presidente del Gobierno español llevó a cabo una visita oficial a Cuba, donde se le impuso la Orden de José Martí. No obstante, las relaciones bilaterales se deterioraron gravemente en 1990 a causa de la llamada “crisis de las Embajadas”, que se produjo después de que varios cubanos se refugiaran en las Embajadas de Checoslovaquia, Bélgica, Italia, Canadá, Suiza y España en La Habana con la intención de abandonar el país. La consecuencia de ello fue una crisis bilateral, con acusaciones entre las dos partes, que se agravó aún más con la decisión de las fuerzas de seguridad cubanas de intervenir en la Embajada, contraviniendo el Derecho Internacional y provocando un fuerte conflicto diplomático con España. En esas circunstancias, <strong>Manuel Fraga efectuó una primera visita a La Habana en septiembre de 1991</strong>. En medio de las expectativas y de las dudas de la delegación española, Fidel Castro recibió al presidente gallego en el Aeropuerto José Martí prácticamente con honores de jefe de Estado. Fraga le respondió con un cordial apretón de manos y se emocionó cuando fue recibido por un grupo de gaiteros cubanos que interpretaron el Himno de Galicia, una pieza compuesta a finales del siglo XIX y cuyo estreno se produjo, precisamente, en La Habana en 1907. En los días siguientes, Castro no faltó a ninguno de los actos de la agenda de Fraga en Cuba y el propio presidente gallego llegó a soltar algunas lágrimas durante una visita a la casa familiar de Manatí, en la que nacieron dos de sus hermanos. En medio de tantas emociones, Fraga no dudó en reclamar el fin del embargo de EEUU y Fidel Castro declaró que Fraga había demostrado con su viaje -que definió como un “acto de valentía”- que era <strong>“más de izquierdas que mucha gente de izquierdas”,</strong> en clara alusión a sus problemas con Felipe González. <h5><strong>Viaje a Galicia</strong></h5> <strong>Menos de un año más tarde, Fidel Castro aprovechó su participación en la segunda Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada el 23 y el 24 de julio en Madrid en medio de los fastos por el Quinto Centenario del Descubrimiento, para devolver visita a Fraga</strong>. Tras participar en la Cumbre, y después de visitar el pabellón de Cuba en la Exposición Universal de Sevilla, el presidente cubano llegó el 27 de julio al aeropuerto de Lavacolla, en Santiago de Compostela, donde fue recibido personalmente por el presidente gallego, recorrió las calles de la ciudad (con la Plaza del Obradoiro engalanada con banderas cubanas) y cenó con Fraga en un reservado del restaurante <em>Vilas</em>. Al día siguiente, visitó Lugo (donde paseó por la muralla romana) y se desplazó a Láncara, un pequeño <em>concello</em> de apenas tres mil vecinos, situado a unos 30 kilómetros de Lugo, en el que se produjeron los momentos más emotivos del viaje. En <strong>Láncara</strong>, Castro visitó la humilde casa natal de su padre (“Aquí nació en 1875 Ángel Castro Argiz, gallego que emigró a Cuba en donde plantó árboles que aún florecen”, se lee en un cartel situado en esta pequeña casa de piedra), frente a la cual el líder cubano hizo mención, tan emocionado como lo había estado Fraga en Manatí, a la “morriña” que sentía su padre por Galicia. “Me siento honrado de que la casa de mi padre no sea un palacio, sino una choza humilde”, declaró a los periodistas. “Ahora entiendo por qué tuvieron que emigrar nuestros padres”, le dijo a Fraga. Posteriormente, conoció a una prima carnal y a dos primas segundas y fue declarado <em>Hijo Predilecto de Láncara</em> de la mano del mismísimo Fraga, en medio de los periodistas y de las cerca de 200 personas que le acompañaron y vitorearon (“¡Cuba sí, yanquis no!”) durante su recorrido por el pueblo. Dicen los testigos que Fraga parecía incluso más emocionado que Castro. El momento supremo, en cuanto a exaltación de la morriña, fue su invitación a <strong>una romería popular en la parroquia de Armeá, en Láncara, a la que asistieron cerca de un millar de personas y en la que Fidel Castro y Manuel Fraga se atiborraron con vinos de Ribeiro, queimada, empanadas, pulpo<em> á feira</em>, sardinas a la brasa, pimientos de Padrón y rosquillas.</strong> La fiesta concluyó con unas partidas de dominó en las que, según testigos, Fraga ganó en dos ocasiones y Castro en una. Era tal el griterío mientras se repartían las fichas (“Fidel amigo, Galicia está contigo”), que el presidente gallego se vio obligado a hacer de sí mismo para ordenar “seriedad y silencio”. Durante la queimada, Fraga brindó por “la independencia y el progreso de Cuba” y Castro aseguró que “Cuba resistirá el bloqueo norteamericano”. Pasado el tiempo, Manuel Fraga aseguró en sus memorias que nunca se había arrepentido por su viaje a Cuba ni por su recibimiento a Castro en Galicia porque gracias a ello “se liberaron algunos presos”. Concretamente, y <strong>gracias a la mediación del presidente gallego, el líder cubano excarceló a una veintena de presos condenados por delitos “contra la seguridad del Estado”.</strong> <strong> </strong>