Ángeles Diez
Dra. CC. Políticas y Sociología, Universidad Complutense de Madrid
En este año 2022 se celebra el 43 aniversario del triunfo de la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua, y tiene una importancia excepcional en el contexto mundial en el que tiene lugar. El mundo atraviesa una crisis económica y una crisis ideológica sin precedentes. Podemos decir que se trata de una crisis de la civilización occidental que, para algunos, los abanderados del liberalismo, es solamente una crisis cíclica del capitalismo. Sin embargo, cualquier científico social que no se deje llevar por la hiperideologización liberal sabe que las crisis cíclicas del capitalismo son parte de una única crisis sistémica, estructural, a la que se ve abocado irremediablemente el capitalismo, y que le conducirá necesariamente al colapso. Esta crisis se manifiesta como crisis energética, ecológica, económica, cultural y política.
El mundo occidental desarrollado no tiene un plan para salir de ella, sólo nos plantea un mundo apocalíptico -muy similar al que reflejan los filmes distópicos estadounidenses al estilo de Mad Max-. Se habla del eco-fascismo global o de la feudalización de Occidente. Sin un proyecto distinto al capitalismo se vislumbra en el horizonte mayor explotación, recorte de todos los derechos, expolio de todos los recursos naturales y avance de la recolonización del mundo. De ahí que la cumbre de la OTAN que hace unos días tuvo lugar en Madrid, haya sido una puesta en escena de la maquinaria de guerra occidental: la que podríamos llamar Eurotan, como único plan de futuro.
Pero si el Occidente desarrollado no tiene un plan, el Sur Global, en el que se encuentran nuestros hermanos nicaragüenses, sí lo tiene. Lleva años construyendo un plan de futuro, una alternativa al mundo de dinosaurios que se extingue. Lleva años no sólo resistiendo las agresiones imperialistas, sino construyendo una alternativa basada en la defensa de su soberanía y su independencia.
Desde principios de siglo XIX en el que el presidente Monroe explicó ante el Congreso estadounidense (1823) que toda América latina sería su patio trasero, los pueblos latinoamericanos tuvieron que continuar su lucha por la soberanía. Una lucha que ya había sido victoriosa deshaciéndose del imperialismo español.
La resistencia y la defensa de la soberanía siempre ha obligado a la organización. En el caso de Nicaragua, el primer país latinoamericano que logra derrotar al imperialismo estadounidense, esta organización implicó un proyecto nacional compartido, un proyecto sandinista. Hablar de Nicaragua soberana es hablar de Sandino.
Hay tres revoluciones en el Sur Global que nos muestran cómo transitar hacia una alternativa al capitalismo y al imperialismo: la cubana, la nicaragüense y la venezolana.
La revolución cubana y la nicaragüense fueron revoluciones armadas que consiguieron derrotar militarmente al imperio. En las tres revoluciones tenemos 3 figuras clave que han iluminado los caminos revolucionarios y que, como dirían los cubanos, son los apóstoles, seres inmortales, en torno a los que se conformó la unidad nacional: Martí, Bolívar y Sandino.
En esta fiesta de la independencia nicaragüense, en este 43 aniversario del triunfo de la Revolución popular que lleva el nombre del héroe nacional “Sandinista”, tenemos que celebrar la figura de Sandino: Sandino representa la unidad en torno a un ideario político, la unidad en torno a un proyecto social y la unidad entre pensamiento y acción.
Sandino, el General de hombres libres, el general de ese pequeño ejército loco -según Gregorio Selser-, que derrotó al mayor imperio que jamás haya tenido el mundo, el más cruel y el más sanguinario, desarrolló el arma más potente que tienen todos los pueblos, la más imbatible: la unidad.
La identidad sandinista no puede entenderse sin la unidad, sin una visión compartida de pueblo, de patria y de futuro.
Hoy, gracias a Sandino y al Frente Sandinista de Liberación Nacional, no sólo celebramos el triunfo revolucionario, también celebramos la derrota del imperialismo.
El gobierno actual sandinista es el resultado de un largo recorrido cuyas claves son: el liderazgo y la unidad alrededor de un proyecto social soberano e independiente.
Sin duda hay que hablar de Carlos Fonseca, el creador del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que toma el testigo de Sandino implicando a todas las fuerzas revolucionarias en un proyecto que va más allá de la toma del poder, un proyecto de construcción de una patria para el pueblo. Todo ello en un contexto sumamente complejo ya que la expansión imperialista de Estados Unidos estaba en pleno auge, con una oligarquía nicaragüense completamente vendida y un país sumido en la miseria.
Para EEUU siempre fue fundamental impedir la revolución nicaragüense, tanto por los antecedentes de haber sido derrotado por el pequeño ejército loco, como por la posición geoestratégica y la repercusión en toda Centroamérica. Su estrategia de guerra, su estrategia imperial, siempre ha sido aquella que se dirige a quebrar la unidad. Fue la que siguieron al crear la Contra que, tras el triunfo de la revolución sandinista en 1979, consiguió sumir al país en una guerra civil que sacó del gobierno a los sandinistas en 1990.
Pero la revolución sandinista siempre tuvo dos vertientes: la derrota del imperialismo y la construcción de un proyecto popular que resolviera los graves problemas de Nicaragua: la pobreza, el analfabetismo, la desigualdad; y nada de eso podía hacerse sin recuperar la unidad.
Cuando en 1990 los sandinistas perdieron el gobierno no perdieron la identidad nacional, los valores y el ideario de Sandino. Así, la recuperación del poder en el 2006 fue una nueva etapa para dar continuidad al proyecto social y soberano de Nicaragua; seguir fraguando la descolonización e independencia al tiempo que recomponer la unidad nacional en torno al proyecto social. El gobierno nicaragüense ha diseñado una estrategia de desarrollo basada en programas sociales tales como Hambre Cero, Plan Techo, Usura Cero, Merienda Escolar, Bono Productivo y Casas para el Pueblo, que en su conjunto se dirigen a la disminución y erradicación del drama de la pobreza, pero también a consolidar una alternativa a la debacle del Occidente desarrollado, su alternativa soberana.
El intento de golpe de estado en 2018 se dirigió nuevamente a quebrar la unidad, pero no desde lo militar como fueron los Contras, sino desde lo civil. Por eso, la estrategia sandinista fue el repliegue del ejército y la policía para evitar que resurgiera la confrontación cívico-militar. De esta forma, nuevamente, los sandinistas derrotaron la estrategia imperialista.
Con el aniversario de la Revolución Sandinista de este año se celebran pues las tres derrotas del imperialismo yanki a manos del pueblo y del FSLN: la que infringió Sandino (1933), la que logró el FSLN (1979), la que derrotó el Golpe de 2018. Hay mucho que celebrar y mucho que aprender de nuestros hermanos nicaragüenses, de esos pequeños locos que se han hecho gigantes.
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