<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>Pedro Sánchez reacciona a la derrota del PSOE en Andalucía y a su retroceso personal en las encuestas con un improvisado decreto de parches económicos ante la crisis, otra ofensiva legislativa para controlar la Justicia y la recuperación de su discurso más de izquierdas.</strong></h4> El presidente del Gobierno, en su <strong>huida hacia adelante dispuesto a agotar la legislatura sin cambiar de socios ni de guion,</strong> vuelve a rechazar los pactos de Estado que le ofrece la oposición al alza, el Partido Popular, y a rehuir las reformas económicas de calado pendientes. La mayoría absoluta del PP y los peores resultados de la historia del PSOE en la región más poblada de España (Andalucía) y con un electorado que se consideraba más de izquierdas, sólo ha movido al jefe del Ejecutivo a<strong> reafirmar su proyecto político compartido con la extrema izquierda de Podemos y los independentistas catalanes y vascos.</strong> La respuesta práctica de Sánchez al cambio de ciclo que presagian las urnas andaluzas y las encuestas se reduce a un<strong> nuevo decreto de medidas contra la inflación.</strong> Son tan variopintas que incluyen desde una reducción del IVA de la luz del 10 al 5 por ciento copiada del PP, y hasta ahora descartada, hasta subvenciones ideadas por Podemos rebajadas al cincuenta por ciento en cuantía y destinatarios como el bono de ayuda directa a las familias. De la improvisación de las medidas queda constancia en el anuncio de que la principal vía para compensar subvenciones con incremento de ingresos, u<strong>n nuevo impuesto sobre beneficios extraordinarios de las empresas del sector de la energía,</strong> queda por concretar en un futuro proyecto de ley que entraría en vigor el próximo año. El propio Sánchez explicó que su gabinete estudia lo que han hecho ya otros países europeos en la materia, en especial Italia, para decidir cómo hacerlo. El presidente del Gobierno pone nuevos <strong>parches para paliar una escalada de la inflació</strong>n (8,7 por ciento en mayo) que presenta como fruto de la guerra en Ucrania pese a que cuando Putin desencadenó la invasión ya había llegado al 7,6 por ciento después de cerrar el pasado año con el 6,5 por ciento. Frente a la crisis sigue sin plantearse bajadas de impuestos a los ciudadanos y las empresas, además de descartar cualquier medida de ahorro para frenar el déficit público. <strong>Sánchez apuesta por el gasto y el crecimiento del peso del Estado en la economía desde que llegó al poder en 2018</strong> con el apoyo de la extrema izquierda y los partidos separatistas, y en esa línea se mantiene, aunque España esté ya en un nivel de deuda del 120 por ciento de su Producto Interior Bruto. Enrocado en su política económica, el Gobierno ha confirmado después del revés en Andalucía su <strong>obsesión por el control del poder judicial, que ahora amplía al Tribunal Constitucional,</strong> supremo órgano de arbitraje en la democracia española. El dirigente socialista busca mayoría parlamentaria para cambiar la ley por la que él mismo quitó al Consejo General del Poder Judicial las facultades de nombramiento. La jugada final consiste en garantizarse una mayoría “progresista” en el Tribunal Constitucional en la renovación del tercio de sus miembros pendiente mediante los dos que toca proponer al Ejecutivo y los otros dos procedentes del CGPJ. Los fallos del TC en contra de las decisiones del Gobierno socialcomunista en lo que va de legislatura suelen incluir el apoyo de los miembros considerados de extracción “progresista”, Sánchez no quiere más impedimentos en la Corte de garantías a sus planes y buscará magistrados próximos a los intereses de su persona. Pero<strong> la mayor novedad de la respuesta sanchista</strong> al posible cambio de ciclo político está en la recuperación del discurso y las expresiones de los tiempos de la pelea interna en el PSOE, de cuando el hoy secretario general se enfrentó a la vieja guardia del partido como<strong> alternativa más de izquierdas. Sánchez vuelve a hablar, en términos también acuñados por Pablo Iglesias en Podemos, de oscuros intereses económicos que intentan doblegarle.</strong> El jefe del PSOE alude a “las terminales mediáticas” (otra obsesión de Iglesias) de esos poderosos sectores que van contra su imagen personal y la de su gestión. Según la oposición, es una queja que contrasta con el férreo control gubernamental sobre la radio y la televisión estatales (RTVE) y con la fidelidad del principal grupo de comunicación privado de España (PRISA, con El País y la cadena Ser) a los intereses del Gobierno. Es otro síntoma, el de amenazar al mensajero, que según dicen en el PP confirma que Sánchez sigue con el llamado síndrome de La Moncloa, alejado de la realidad, preso del oficialismo y rodeado de aduladores.