Roberto Gómez-Calvet
Profesor titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Europea de Valencia
Durante los últimos días estamos viviendo una escalada en la tensión entre Rusia y la Unión Europea (UE). La imposición, por parte de Rusia, de que el pago de las importaciones de gas fuera en rublos se anunció hace pocas semanas. Sobra recordar que esta imposición supone pagar el suministro en una divisa diferente a la pactada en los contratos de compra/venta. Sin duda, la mayoría de los países europeos no esperaba que esta obligación fuera a tener consecuencias tan inmediatas como han sido los cortes de suministro a dos países próximos a Ucrania: Polonia y Bulgaria.
Es evidente que las sanciones económicas impuestas a Rusia por parte de los países occidentales están teniendo un impacto en la economía rusa; prueba de ello fue la devaluación inmediata de su moneda en las primeras fases del conflicto bélico con Ucrania. Con el fin de contener esta hemorragia y evitar una debacle de su divisa en los mercados, Rusia ha prescrito la obligación de pagar las compras de gas en rublos. Paralelamente, la propia Rusia está sosteniendo la cotización de su divisa con la venta de oro y divisas en los mercados internacionales a cambio de rublos. Esta última política solo es sostenible en el muy corto plazo, y por este motivo la mejor herramienta para mantener su divisa es pedir a los estados occidentales que colaboren con el pago de estas ventas de gas en rublos y forzarlos a contribuir en el sostenimiento de la cotización.
Este cambio de criterio supone una alteración de las condiciones contractuales sin previo aviso, ni negociación, y ha sido abiertamente calificado por Bruselas como chantaje. La actual coyuntura hace además inviable la mediación entre las empresas del sector energético, pues no han sido ellas las responsables de esta imposición y carecen de margen de maniobra o negociación. En otras palabras, la única negociación sería con el propio gobierno ruso.
La reacción inmediata de los gobiernos afectados ha sido acelerar las difíciles alternativas/sustitución de suministro y preparar sus economías para una contingencia complicada. Estas acciones son lógicas y necesarias, pero no deberíamos caer en la tentación de focalizar la atención en esta cuestión en particular, pues tal vez aceche un problema de mayor nivel. No olvidemos que si en algo es experto el líder ruso es en desestabilizar a otros países y muy probablemente la medida que pretende aplicar ahora busca no solo apuntalar la ya débil economía rusa, sino también algo que le produciría mayor rédito, y que sería producir brechas entre los países de la Unión Europea que se vean tentados a recurrir al pago en rublos para evitar cortes de suministro. Informaciones recientes de fuentes anónimas han confirmado la apertura de cuentas en rublos y de incluso posibles pagos ya completados en rublos.
Dentro de esta estrategia, no es trivial que el primer corte de suministro afecte a un país, Polonia, que sirve de tránsito de gas hacia otros grandes consumidores, como Alemania, y que además Rusia haya anunciado que, en caso de desvíos de este gas en tránsito hacia Polonia, el siguiente afectado por el corte de suministro sería el país destinatario. Es decir, Putin quiere provocar que los propios países de la UE sean cómplices y guardianes de sus imposiciones.
La UE tiene que medir bien su reacción y respuestas, y no solo velar por el bienestar de las economías occidentales, sino evitar algo más importante: que se generen fisuras entre sus miembros, pues de lo contrario estaremos ante una estrategia de «divide y vencerás» nada deseable.
Cualquier medida que adopte la UE en los próximos días debería tener en consideración que debe ser meditada, consensuada y, sobre todo, si es posible, negociada. El hundimiento de la economía rusa es algo que tal vez no le preocupe tanto a Putin, siempre y cuando el daño causado en la contraparte sea de mayor magnitud. La mayoría de los dirigentes occidentales carecen de experiencia en conflictos de este calado; es necesario aprender rápido, o de lo contrario podemos caer en trampas y perder batallas importantes.
© Universidad Europea / Todos los derechos reservados