<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>La guerra en Ucrania y el cambio en la presidencia del PP han trastocado la situación política en España con un inusual reparto de papeles que deja evidencia de la debilidad parlamentaria del Ejecutivo.</strong></h4> <strong>Es el nuevo jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, quien hace de Gobierno con un plan completo y detallado contra la crisis económica mientras los socios comunistas y aliados independentistas de Pedro Sánchez se dedican a hacer de oposición</strong>, tanto en la política exterior (por el Sáhara y la ayuda militar a Zelenski), como en la interna, en el caso de los separatistas catalanes para exigir nuevas cesiones de competencias y fondos. El gabinete de coalición vuelve esta misma semana a poner a prueba en el Congreso su estabilidad. Sánchez somete a <strong>convalidación de la Cámara un decreto de medidas urgentes</strong> para paliar los efectos de la crisis que no convence, por corta o errada, ni a los grupos que habitualmente sacan del apuro al Gobierno. El dato de inflación del 9,8 por ciento, conocido el mismo 29 de marzo en que se presentó el decreto, dejó desfasadas las pocas medidas adoptadas. El PP lo considera un mero parche y para apoyarlo desde la oposición exige que se tenga en cuenta su alternativa económica, los 40 folios que Feijóo ha remitido al Palacio de La Moncloa con sus recetas de bajada de impuestos y reducción del aparato político y burocrático del Ejecutivo. Supondría un giro en política económica de difícil digestión para el gabinete socialcomunista. Los <strong>aliados de Sánchez</strong> han encontrado el <strong>pretexto para reeditar el mercadeo habitual de sus votos</strong> en el Congreso: el caso del <strong>presunto espionaje a los dirigentes de los partidos secesionistas catalanes</strong>. Se declaran escandalizados ante la posibilidad de que el aparato de seguridad del Estado, en concreto el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), haya empleado el programa Pegasus para seguir las actividades de los principales dirigentes de los partidos implicados en la intentona golpista del 1 de octubre de 2017. Los nacionalistas vascos del PNV y los herederos del brazo político de ETA, ahora agrupados en Bildu, se han solidarizado con sus colegas independentistas para pedir explicaciones a Sánchez al mismo tiempo que se desarrollan las conversaciones sobre el decreto. Sin su apoyo el próximo jueves el decreto decaería. <strong>Los separatistas catalanes suben el precio</strong> para no dar ese disgusto a Sánchez y, de entrada, aspiran a reactivar las conversaciones “entre gobiernos” para progresar en su proyecto de secesión. Quieren una cita inmediata y su primer objetivo es hacerse con el reparto de las pagas del llamado Ingreso Mínimo Vital que ahora controla la Administración central. <strong>En el Gobierno están acostumbrados a los amagos de ruptura de sus socios, igual que los independentistas saben que siempre pueden sacar algo más</strong> a cambio de sostener al Gobierno de coalición en el poder, desde beneficios penitenciarios para los presos terroristas a cesiones competenciales o privilegios en inversiones. En el caso de <strong>las relaciones con Podemos</strong>, Sánchez ha dado carta de naturaleza a la crítica interna permanente y consentida. <strong>El Ejecutivo envía armas a Ucrania</strong>, aunque siempre por detrás de los principales países europeos, mientras <strong>el sector comunista del propio Gabinete dice oponerse</strong> y defiende en el conflicto las posiciones “por la paz” más equidistantes de Europa y contrarias al papel de la OTAN. Los de <strong>Podemos no tienen ninguna intención de dejar los ministerios</strong> y el jefe del Ejecutivo tampoco puede destituirlos porque son su apoyo fundamental para seguir en el poder. Con ese espectáculo de la disidencia dentro del bloque de partidos que mantiene a Sánchez el partido fundado por Pablo Iglesias cultiva a sus bases de la izquierda populista. Y al mismo tiempo los independentistas hacen lo propio en su terreno sin atreverse a dejar caer al Gobierno que sacó de la cárcel a sus principales jefes condenados por sedición y malversación de fondos públicos. La novedad ahora es que <strong>el peculiar sistema de alianzas y apoyos del Ejecutivo socialcomunista paraliza cualquier respuesta eficaz o de fondo ante la crisis económica agravada.</strong> <strong>La nueva oposición que encabeza Feijóo presenta sus propias recetas y alternativas</strong> al bloqueo del Ejecutivo consciente de que no serán tomadas en cuenta, pero al mismo tiempo convencida de que es la mejor inversión para ganar crédito ante los ciudadanos. Frente a la pelea ideológica, el PP se decanta por el terreno de la gestión económica para marcar diferencias con la inacción que denuncia en el gabinete de Sánchez. Y de paso remarca la inexperiencia y el populismo de Vox en la misma materia.