Abdel-Wahed Ouarzazi
Profesor de Economía
El giro de Sánchez se esperaba con impaciencia en Marruecos. Francia y España, además del Reino Unido y Alemania, son conocedores de la historia de la marroquinidad del Sáhara. Aceptar el generoso Plan de Autonomía para las Provincias del Sur del Reino, al igual que lo está haciendo la Comunidad Internacional, es reconocer la plena soberanía de Marruecos sobre sus territorios ancestrales.
La visita de Sánchez a Rabat implica el punto de inflexión en las relaciones diplomáticas hispano-marroquíes. Y todo indica que se va a forjar un auténtico partenariado, más allá de los intereses nacionales, que incluya igualmente intereses estratégicos comunes, con vistas a defender el espacio geopolítico común a ambas vecindades.
La evolución democrática y social del Reino de Marruecos, su estabilidad y su reconocido ‘soft power’ le ha posicionado entre los países decisores. Es considerado como el socio más firme de los EEUU, de la UE y de la OTAN en el Norte de África. De hecho, es el único país capaz de garantizar paz, prosperidad y seguridad. Elementos imprescindibles para entretejer relaciones internacionales en un orden mundial convulso.
En el flanco sur, Marruecos se erige como bastión sólido para España frente a la inestabilidad de una Argelia noqueada, una Libia en reconstrucción y un país como Túnez en involución. Todos ellos limitan, al sur, no lejos de España y de Europa, con grupos terroristas que campan a sus anchas en el Sahel.
Un escenario, unido a la actual crisis bélica en el centro de Europa, apela a la unidad sin fisuras. EEUU, UE y todos los aliados, en los cinco continentes del planeta, están urdiendo estrategias globales para reducir a Rusia y sus aliados a la nada, por la macabra invasión de Ucrania.
Este contexto habría precipitado el cambio en la política Exterior del Gobierno de Sánchez que, además de inscribirse en las Resoluciones de la ONU, implica una lectura inteligente de las amenazas reales que acechan el espacio común hispano-marroquí con riesgo de extenderse a toda Europa. La necesidad de atajarlas conjuntamente en tiempo y contundencia requiere imperiosamente de la unidad de acción.
Pese a ello, muchos políticos y analistas españoles no acaban de ver las razones de Sánchez por un giro que es la única base real de solución de un problema inventado que dura ya casi 50 años y cuyas víctimas son “personas”, literalmente abandonas a su suerte. Unos por ideología (Podemos, Bildu, ERC, CUP), otros por intereses partidistas (Vox, PP) y el resto esgrime argumentos fantasiosos de humillación, rendición, entre otras bobadas. En cualquier caso, se trata de razones de Estado, supranacionales, que no tienen nada que ver ni con Ceuta ni con Melilla ni con las aguas de Canarias que no son más que cuestiones menores.
La verdadera amenaza proviene de los mercenarios del Polisario, convertidos en vivero del Daesh, y los mercenarios rusos de Wagner. Ambas milicias, apoyadas por la Junta militar argelina y el zar Putin de Rusia, podrían en cualquier momento desestabilizar un Magreb debilitado, trasladando el conflicto a España. Putin y su aliada Argelia podrían hacer brotar ramificaciones de la guerra Rusia-Ucrania en el Sahel. Ante este escenario incierto, era lógico que Sánchez tomara posición. El infame gesto argelino de llamar a consultas a su embajador en Madrid y de encarecer el gas, en represalia, es propio de un Estado que ve peligrar sus intereses. Ese interés no es otro que su ambición expansionista hacia el Atlántico a lomos de los idiotas del Polisario.
Desde el punto de vista económico, la nueva alianza reforzará el proceso de integración de la economía euro-marroquí, con España a la cabeza, implementando las nuevas prioridades estratégicas de un estatus avanzado con la UE, el cual había elevado a Marruecos, en la reunión del Consejo de Asociación de junio de 2019, al rango de “socio de Europa para la prosperidad compartida”, en el marco de la nueva Agenda de la Vecindad.
¿Podría, esta cooperación, impulsar el megaproyecto del puente entre ambas orillas o la instalación del gasoducto entre Nigeria-Marruecos/España-Europa? Ambos proyectos son factibles. Siendo este último el más urgente, pues Argelia ya ha jurado fidelidad a Rusia poniendo en riesgo su asociación con la UE.
La crisis energética actual obliga a Marruecos y a España a seguir apostando por la Agenda Verde, promoviendo proyectos de esta índole. Máxime cuando las Provincias del Sur están en pleno desarrollo. Y España, desde Canarias, podría participar de estas energías (eólicas y solares) además del hidrógeno verde. Es más, el puerto de Dajla, en construcción, necesitaría en paralelo autovías y redes ferroviarias para el transporte de container (y de pasajeros) que unirían las Provincias del Sur con las del Norte, además de enlazar la distribución, por carretera, con los países de la CEDEAO.
En definitiva, las posibilidades económicas son enormes si consideramos el efecto multiplicador de todas las inversiones posibles, públicas y privadas, y su repercusión sobre la creación de nuevos empleos en ambos países. Inversiones que se integrarían en el Nuevo Modelo de Desarrollo de Marruecos (NMD) y beneficiarían de las ventajas que ofrece la nueva Carta de Inversiones recién aprobada, que prevé importantes bonificaciones. Una cooperación ‘win-win’ donde prevalecerá la competitividad participada y la complementariedad factorial de empresas de un lado y otro del estrecho de Gibraltar y del Atlántico sur.
El giro español al que seguirá Francia y Reino Unido, quienes todavía no lo han hecho oficialmente pero sí verbalmente, además de Italia, Bélgica, Países Bajos, etc., es sólo un impulso más hacia la liberación del sufrido pueblo saharaui del yugo argelino-polisario. Aparte de desbloquear unas relaciones hispano-marroquíes que se ceñían más bien al ámbito económico y de cooperación antiterrorista, la decisión de Sánchez neutraliza toda ambición ruso-argelina en el Atlántico.
Hoy, podemos vaticinar la construcción de unas relaciones avanzadas, comparables al menos a las franco-marroquíes por no decir superiores por razones de proximidad y de espacios geopolíticos comunes muy singulares.
En este sentido, ¿sería posible una coalición defensiva, hispano-marroquí, desde Baleares, en el Mediterráneo, hasta las islas Canarias, en el Atlántico que incluya el Sahel?
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