<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>El Partido Popular sale de su XX Congreso Nacional como si el mandato de Pablo Casado hubiera sido un paréntesis intrascendente en su historia y con un sucesor en la presidencia, Alberto Núñez Feijóo, decidido a proponer relaciones al Gobierno para buscar pactos de Estado y dar un giro a su política económica frente a la crisis.</strong></h4> El PP se reformula con nuevo jefe y las <strong>mismas formas de la etapa de Mariano Rajoy para ofrecerse como alternativa a un Ejecutivo,</strong> el de Pedro Sánchez, muy cómodo con la extrema izquierda (Podemos) dentro de su gabinete y la extrema derecha (Vox) fuera, como referente de una oposición inviable. La oferta de Feijóo a Sánchez no se basa en la ingenuidad del recién llegado al puesto de presidente del PP y sin escaño en el Congreso para poder cumplir plenamente como jefe de la oposición. El todavía presidente de la Xunta de Galicia <strong>es consciente de que el jefe del Ejecutivo ha eludido durante los casi cuatro años que lleva en el poder los pactos de Estado con el PP y las reformas económicas de calado.</strong> Sánchez ha hecho todo lo contrario desde junio de 2018: cuidar a sus socios y aliados podemitas, comunistas e independentistas que llevaron al poder y cultivar el gasto público más las subidas de impuestos con desprecio del déficit y la deuda pública acumulada, hasta el 121% del Producto Interior Público.<strong> A Pablo Casado no le invitó a buscar ningún acuerdo,</strong> sólo a convalidar los decretos cerrados o los proyectos legislativos en dificultad por alguna deserción entre sus apoyos habituales. Cuando el Ejecutivo estuvo contra las cuerdas, como en la votación para que Sánchez controlara directamente desde La Moncloa el reparto de las ayudas directas de la Unión Europea (70.000 millones de euros), Vox salió en su ayuda. Y cuando en febrero pasado la minicontrareforma laboral estuvo a punto de naufragar en el Congreso fue un diputado despistado del PP quien, con su error al votar, evitó la caída del decreto. <strong>El jefe del Ejecutivo no ha querido pacto alguno con el PP, ni siquiera en la política exterio</strong>r, solo a la hora de renovar los órganos constitucionales y por el sistema de cuotas de partido que es el que le interesa para imponer su <strong>mayoría Frankenstein</strong> (PSOE más todos los grupos izquierdistas y separatistas) en las instancias judiciales, de control institucional o arbitraje. Salvado el Tribunal Constitucional, la gran obsesión de Sánchez ha sido proceder a la renovación del Consejo General del Poder Judicial para controlar el órgano de gobierno de los jueces. Casado lo ha tenido bloqueado durante tres años con una contraoferta indigerible para el líder socialista: reforzar la independencia del CGPJ con más vocales elegidos directamente por los jueces. <strong>Feijóo sabe de las urgencias de Sánchez con el CGPJ,</strong> de que ni se molestó en explicar o informar al PP como partido de gobierno del giro para secundar los planes de Mohamed VI en el antiguo Sahara español. Pero<strong> las consecuencias económicas de la invasión de Ucrania han dejado una vez más en evidencia la cerrazón ideológica y/o la falta de ideas de la coalición socialcomunista en el poder para afrontar la crisis económica con la inflación desatada hasta casi el 10 por ciento.</strong> En contra de la práctica del resto de los gobiernos europeos y ya antes de la guerra de Putin, <strong>Sánchez rechazó la práctica de bajar impuestos para incentivar el crecimiento y el empleo</strong>. Y sigue enrocado en su política de gasto y apuesta por el déficit pese a que ahora empieza a hablar de un “pacto de rentas” para disimular que llegan los recortes. En la nueva dirección del PP creen que <strong>la prueba de verdad para el Ejecutivo es ya la amenaza de la recesión económica</strong> que obligará a Sánchez a buscar apoyos más allá de sus socios de extrema izquierda.<strong> De ahí que Feijóo se adelante a ofrecer pactos de Estado por el interés general que le permiten ponerse en una p</strong>osición de tutela sobre el Gobierno. Ofrece la experiencia contrastada del PP en la superación de crisis económicas (las de 1996 y 2011) frente a la parálisis gubernamental en la materia con el parcheo y las chapuzas encadenadas, como la subvención a la gasolina. <strong>La apuesta del presidente del PP por los acuerdos de Estado es complicada porque supondría la ruptura de la coalición en el gobierno</strong> y ambos sectores del mismo han acreditado que pueden llevarse mal en público, pero convivir sin grandes problemas. Los comunistas discrepan, pero no se van del Gabinete, mientras que Sánchez tampoco los puede echar porque se quedaría en minoría en el Congreso. Feijóo<strong> aspira más bien a dejar en evidencia ese desgobierno y a presentarse como alternativa</strong> al mismo.