Embajador José María Liu
Representante, Oficina Económica y Cultural de Taipéi en España
Una de las costumbres que más valoro desde que resido en España, como católico que soy, es la de poder asistir a misa con asiduidad, algo que ya hacía en Taiwán, donde el catolicismo, aunque aceptado y respetado como todas las creencias allí gracias a nuestra libertad de culto, no es religión mayoritaria. Desde siempre, si hay algo que me ha llamado muy especialmente la atención del rito católico en la misa es el saludo por la paz. La invitación del sacerdote a darnos fraternalmente la paz es uno de los símbolos más generosos que nos enseña el catolicismo, porque la paz solo puede entenderse de tal modo, compartida, como un valor universal. De no ser así, no ha de ser realmente paz.
En días tan oscuros como los que afrontamos, la más inmediata consecuencia de las muchas que supone la reciente invasión rusa del territorio ucraniano es que socava la paz y la estabilidad regional y, por consiguiente, también mundial y universal. La devastadora invasión rusa supone una amenaza al orden basado en leyes y desafía el sistema jurídico internacional que salvaguarda la soberanía y la integridad territorial de los países de todo el mundo. Y desafía también el sistema religioso y moral basado en la bondad, la humanidad y la paz compartidas. Si siempre es buen momento para citar al papa Francisco, ahora lo es más que nunca: “quien hace la guerra olvida a la humanidad”. Él mismo nos recuerda que “Dios es solo el Dios de la paz, no de la guerra” y que “quien apoya a la violencia profana su nombre”.
Desgraciadamente, existen potencias hegemónicas que no se cansan de desafiar el valor humanitario que tiene a bien proponer el cristianismo, así como la inmensa mayoría de las religiones que en el mundo han sido, son y serán, que inciden todas ellas sobre ese objetivo tan imprescindible para la supervivencia y la prosperidad de la vida humana, que no es otro que la paz. En Taiwán tenemos también muy presente la continua amenaza que sufrimos procedente de China, otro poder hegemónico que desafía nuestra soberanía y amenaza continua y peligrosamente la paz de los 23,5 millones de taiwaneses.
Sumándonos a la enérgica condena de toda violación de la soberanía de Ucrania por parte de Rusia y lamentando profundamente que este país haya optado por la invasión en lugar de por las negociaciones diplomáticas, desde Taiwán hacemos un llamamiento a las partes para que resuelvan pacíficamente las disputas de manera racional lo antes posible. Como miembro responsable de la comunidad internacional, Taiwán se mantiene firme en su defensa de los valores universales de libertad, democracia, respeto por los derechos humanos y Estado de derecho, valores que compartimos con la mayor parte de los países de la comunidad internacional, de manera muy especial con EE UU y la Unión Europea y, por supuesto, con España.
Asimismo, nos unimos a nuestros socios de ideas afines en la adopción de medidas solidarias de apoyo a Ucrania, entre ellas y a fecha de hoy, el envío ya efectivo de 27 toneladas de suministros médicos y sanitarios como ayuda humanitaria, la recaudación de más de 20.000 cajas de material de primera necesidad en proceso de entrega donadas por el pueblo, más de 200 toneladas, así como más de 28 millones de dólares recaudados (a día de hoy), 15 millones de ellos ya donados para ayuda a los refugiados ucranianos en Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría y Lituania.
Pero desgraciadamente, somos conscientes de que la única y verdadera ayuda imprescindible hoy para Ucrania y los ucranianos no está en las manos solo de quienes nos sumamos a la solidaridad internacional, sino que es necesario que todos los países amantes de la paz unamos nuestras fuerzas y compartamos nuestros deseos para pararles los pies a las expansiones hegemónicas que amenazan el orden mundial.
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