<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>El Partido Popular ha resuelto sin guerra civil la primera fase de su crisis interna, la salida urgente de Pablo Casado de la dirección después de su último fiasco electoral en Castilla y León más el desastre de su operación contra Isabel Díaz Ayuso. </strong></h4> El espectáculo de <strong>autodestrucción del principal y único partido de gobierno de la oposició</strong>n no derivó en lucha de bandos porque al final su presidente se quedó solo, sin más apoyo que el de su equipo de gabinete. El dirigente con más autoridad interna en el PP, <strong>el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, se prepara ya para reorganizar el partido con todos los sectores</strong> que entraron en liza en el Congreso de 2018, del que salió elegido Casado como sucesor de Mariano Rajoy. <strong>En menos de una semana el PP ha vuelto a junio de 2018</strong>, cuando Pedro Sánchez se hizo con el poder por medio de una moción de censura pactada con toda la extrema izquierda y los grupos separatistas y nacionalistas del arco parlamentario. Con la salida de Rajoy del Gobierno y su dimisión como presidente del partido, la mayoría del aparato miró primero hacia Galicia, pero <strong>ante la renuncia de Feijóo a ser el sucesor se tuvo que dividir después en tres bandos</strong>: el que apoyó a <strong>Soraya Sáenz de Santamaría</strong>, el contrario de <strong>María Dolores de Cospedal</strong> que salió a frenar a la exvicepresidenta del Gobierno y el de las nuevas generaciones del PP, <strong>los “becarios” del partido, que encabezaba Pablo Casado</strong>. El aspirante con menos trayectoria y equipo supo aprovechar el choque entre sus rivales y acertó a ofrecer una <strong>imagen de renovación interna</strong> que le dio la presidencia del partido en el congreso de julio. Entre el presidencialismo y la disciplina propias del PP, el mandato de Casado había transcurrido sin disidencia interna, al menos en público, hasta <strong>la semana negra para su presidente que siguió a la cortísima victoria en Castilla y León.</strong> El partido no se ha dividido en bandos, a favor o en contra de Casado, porque como se ha demostrado <strong>al final el presidente no tenía partidarios más allá de su secretario general, Teodoro García Egea, y los miembros de su gabinete</strong>. Fuera de ese círculo, e incluso entre los “casadistas” de primera hora, todo eran dudas sobre las decisiones estratégicas y la política de nombramientos del jefe. No es casual que, entre los incondicionales de Casado, los tres dirigentes que le han seguido hasta el final, ninguno tuviera carrera en el PP previa a la última etapa. Para la mayoría de los miembros de la dirección (siete sobre diez, con vicesecretarios y portavoces parlamentarios incluidos) era evidente que los fracasos electorales y la operación contra Ayuso requerían dimisiones y no defensas numantinas de los responsables. Los primeros movimientos del principal dirigente del PP con autoridad interna para encauzar la crisis, <strong>Núñez Feijóo,</strong> revelan cuáles eran sus apoyos cuando la vieja guardia del aparato se ofreció para que pudiera suceder a Rajoy en julio de 2018. <strong>El eurodiputado Esteban González Pons</strong>, antiguo número tres de la organización con Rajoy, y la actual portavoz del Grupo Popular en el Congreso y exalcaldesa de Logroño, <strong>Cuca Gamarra,</strong> son los <strong>elegidos para dirigir el vacío que ahora se abre hasta el congreso previsto para abril.</strong> <strong>Los dirigentes veteranos, con larga trayectoria política previa en el partido y experiencia en la gestión pública recuperarán el control del PP</strong> en cuatro semanas. Feijoó intentará coser las heridas que deja la etapa de Casado sin necesidad de lidiar con un sector casadista que ahora se confirma que nunca existió más allá del círculo de “becarios” del que se rodearon el propio presidente, Egea y sus fichajes. González Pons se refugió en Bruselas y en segunda línea, porque después de apostar por Feijóo no encajó en ninguno de los sectores en liza para la sucesión de Rajoy. Gamarra (antigua “sorayista”) como portavoz parlamentaria en el Congreso fue un recurso de última hora de Casado para evitarse los problemas internos y de imagen que le generaba otro de sus fichajes estrella: Cayetana Álvarez de Toledo. Al mismo tiempo, <strong>el presidente de la Xunta tiene garantizada la continuidad dentro de la dirección con el apoyo explícito de los actuales miembros con pasado más “marianista”</strong>: la expresidenta del Congreso Ana Pastor y las exministras Dolors Montserrat o Elvira Rodríguez. Y para rematar el objetivo de recuperar la unidad del PP y borrar la última etapa Feijóo incorporará a otros exministros y exdirigentes de la etapa de Rajoy. Al final, de la nueva generación que se saltó todo el escalafón jerárquico en el Partido Popular en 2018,<strong> la única figura que queda es la de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. La única que, de “becaria”, supo pasar a dirigente de primera línea</strong> por gestión y empuje personal, tanto que Casado cavó su propia fosa en la campaña por frenarla.