Luisa Lafuente
Analista del think-tank Artículo 30
Se cumple próximamente el 40º aniversario de la Guerra de Malvinas, el conflicto que enfrentó al Reino Unido y Argentina, cuyas consecuencias continúan latentes en nuestros días. Desde entonces, la diplomacia británica se ha negado en reiteradas ocasiones a retomar cualquier tipo de negociación, pese a las diversas llamadas a diálogo por parte de Naciones Unidas. La defensa de la soberanía del territorio responde a que es “parte de la familia británica”. Esta disputa ha sido especialmente relevante tras el posicionamiento de China a favor de Argentina en su demanda por la soberanía del territorio, al igual que Argentina lo ha hecho en el caso de la reclamación de China sobre Taiwán.
Recientemente, Buenos Aires mostró su disconformidad sobre el despliegue de armamento efectuado por el ejército británico en la zona, así como sobre la instalación del sistema antiaéreo Sky Sabre, calificándolo como “una nueva e injustificada demostración de fuerza y un deliberado apartamiento de los llamamientos de las resoluciones de las Naciones Unidas y otros organismos que instan a la reanudar las negociaciones”. La cuestión es saber si se está actuando en contra de la resolución 31/49 de la Asamblea General, la cual dicta que ambas partes se abstengan de tomar decisiones unilaterales que alteren la situación del territorio, así como si se está vulnerando la resolución 41/11, sobre tratar la zona del Atlántico Sur como una zona de paz y cooperación, mediante la reducción y eventual eliminación de su presencia militar.
El reclamo de Argentina cuenta con un gran apoyo internacional, teniendo en cuenta que la ONU ha dictado numerosas resoluciones, señalando la cuestión como una “disputa de soberanía”, para que se logre alcanzar un acuerdo diplomático y pacífico entre ambas partes. Pero lo cierto es que Londres no cede y se niega a cualquier negociación. Ambos países se acogen a diferentes argumentos dentro del derecho internacional: unos al principio de “libre determinación de los pueblos”, lo cual es discutible puesto que no se trata de un pueblo colonizado ya que la población es oriunda del Reino Unido; y otros, al principio de “unidad e integridad territorial”. Si se desea cerrar el caso positivamente, una negociación implicaría beneficios diplomáticos para ambas partes.
Desde un punto de vista geopolítico, es importante reseñar la especial importancia y relevancia de las Malvinas para Gran Bretaña. Se trata de un punto estratégico fundamental, desde el punto de vista logístico, como ruta necesaria hacia la Antártida y hacia los mares del Sur -única alternativa al canal de Panamá-, así como para el acceso a los recursos naturales del continente blanco. Un ejemplo ha sido la financiación y el apoyo político de Falkland Islands Dependencies, con la creación del Britihs Antartic Survey, que presta asistencia logística, marítima y aérea, a las bases británicas en la Antártida.
Con la perspectiva del tiempo, y teniendo en cuenta los intereses estratégicos en la región, el conflicto vivido hace cuatro décadas por la defensa de la soberanía sobre Malvinas puede definirse como la primera guerra por la Antártida.
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