Rafael Gutiérrez Mingo
Analista Artículo 30
Recientemente acaba de publicarse la Estrategia de Seguridad Nacional, cuyo órgano responsable de elaboración ha sido el Consejo de Seguridad Nacional y donde han participado diferentes ministerios, así como el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Uno de los principales riesgos y amenazas que se comentan en el documento es la vulnerabilidad energética. Y es que el dominio y control de los recursos naturales proporciona poder económico y político al poseedor en cuestión, y vulnerabilidad a quien carece de ellos. Este es el caso de España.
Hemos sido testigos de cómo Arabia Saudí, Qatar o Emiratos Árabes Unidos ganaban un importante peso internacional y se convertían en los principales exportadores de hidrocarburos a nivel global. De las exportaciones de éstos dependían un gran número de Estados y de economías. Precisamente, uno de ellos es España. En el año 2019 (previo a la pandemia), el grado de dependencia energética de nuestro país fue de prácticamente el 75%. Esto quiere decir que importamos tres cuartas partes de la energía consumida. Es decir, apenas un cuarto de la demanda energética se ve satisfecha con la producción nacional.
Ello acarrea graves consecuencias y debe ser asunto prioritario en nuestra agenda exterior. En primer lugar, el coste energético de las importaciones es inmenso. En segundo lugar, la dependencia de otros países genera alteraciones en el suministro energético ya que este no depende de España; en este sentido, las rutas marítimas adquieren un protagonismo de enormes consecuencias. En tercer lugar, tiene graves efectos económicos, puesto que la dependencia exterior provoca que la economía sufra constantemente las fluctuaciones del precio de la energía, pudiendo originar un déficit en la balanza comercial nacional; a esto hay que sumarle la regulación de los mercados en Europa, un asunto que se encuentra siempre en continuo debate.
Por último, tanto el peso internacional como la influencia a nivel exterior quedan muy limitados puesto que nuestro campo de maniobras es muy reducido. Madrid no podrá adquirir una determinada posición de envergadura internacional sin la autosuficiencia energética y un mayor acceso y dominio de los recursos naturales.
Se debe minimizar significativamente el porcentaje de dependencia energética. Este es sin duda uno de los retos más importantes a los que nos enfrentamos y que menciona la recientemente publicada Estrategia de Seguridad Nacional. Además, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) pronostica un incremento del 30% en la demanda de energía para 2040, lo que pone en jaque la narrativa que se ha impuesto del cambio climático.
España cuenta con un gran potencial de desarrollo de energías renovables gracias a su climatología.
La otra alternativa en la que España ha de enfocarse es la energía nuclear, un tema tabú por cuestiones políticas pero que sin duda debe plantearse. Sin embargo, se ha comunicado oficialmente que abandonará el uso de energía nuclear en 2035. En el lado opuesto nos encontramos a Francia, único país miembro de la UE con arsenal militar nuclear. El país galo basa el 70% de su producción de energía en la nuclear y recientemente, el presiente Macron anunció la construcción de nuevas centrales nucleares.
La energía nuclear es muy poco contaminante y por tanto se trata de una energía limpia. A su vez, garantiza el suministro energético, ya que su producción es constante y se mantiene activa todo el año. Además, su precio suele ser estable, de modo que evita los picos que sufren los precios de otras fuentes. Igualmente, este tipo de energía posee un gran poder, siendo capaz de generar grandes cantidades de energía en una misma central.
Como conclusión, si bien la dependencia de hidrocarburos provenientes del exterior seguirá siendo un factor de vulnerabilidad en los próximos años, la transición hacia un nuevo modelo energético económicamente sostenible es el principal desafío de un sector clave para la economía y la seguridad. España se encuentra en un punto de inflexión y necesita reformular una política realista que aborde su gran dependencia energética exterior y que tenga en cuenta los diferentes aspectos financieros, económicos, diplomáticos y militares puesto que ésta limita, sin lugar a dudas, su crecimiento económico, poder político, influencia y peso en el exterior.
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