<h6><strong>Luis Ayllón</strong></h6> <h4><strong>Tratar de reconducir las relaciones con Marruecos y preparar la Cumbre de la OTAN que se celebra en Madrid a finales de junio son los retos principales a los que debe enfrentarse el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, en este año 2022 que acaba de comenzar.</strong></h4> Desde que Pedro Sánchez llegó a La Moncloa en junio de 2018, tras una moción de censura contra Mariano Rajoy, <strong>al frente del Palacio de Santa Cruz ha habido tres ministros -Josep Borrel, Arancha González Laya y, ahora, José Manuel Albares</strong>-, lo cual, según consideran los analistas, no es, en principio, un dato que contribuya al deseo de reforzar una política exterior española, que debe abordar tareas de relieve en los próximos meses. En cualquier caso, el actual titular de la cartera, que comenzó con <strong>acierto</strong> su desempeño g<strong>estionando la evacuación de Afganistán, facilitando la vacunación del personal</strong> que trabaja para el Estado en el extranjero o <strong>desbloqueando los nombramientos de embajadores</strong> que estaban atascados, tiene, sin embargo, <strong>pendiente de resolver la crisis con Marruecos</strong>, por más que, desde su departamento se asegure que las relaciones se van normalizando. La realidad es que, desde que, en mayo, estalló el conflicto a raíz de la acogida en un hospital español del líder del Polisario, Brahim Ghali, l<strong>os avances para reconducir las relaciones con el país vecino han sido más bien escasos</strong> y ello a pesar de que, según aseguran fuentes próximas al <strong>ministro,</strong> éste <strong>habla con bastante frecuencia con su homólogo marroquí, Nasser Bourita.</strong> Se trata, en cualquier caso, de <strong>conversaciones telefónicas, porque todavía no se ha producido un encuentro de ambos en persona</strong>, y que no han fructificado en el gesto que, desde el punto de vista diplomático, haría visible la normalización de las relaciones: la vuelta a Madrid de<strong> la embajadora marroquí, Karima Benyaich,</strong> llamada consultas por Rabat en mayo pasado o su sustitución por otra persona. Por el contrario, y pese a la proclama hecha por Mohamed VI en agosto de que se abriría una “etapa inédita” en las relaciones bilaterales, la realidad es que<strong> Marruecos no pierde ocasión para incomodar a las autoridades española</strong>s, la última vez acusando a España de ser una "amenaza" para la población marroquí debido a la "ausencia del cumplimiento de los protocolos sanitarios contra la COVID-19. Además, Marruecos <strong>mantiene cerradas las fronteras con Ceuta y Melilla</strong> y autorizó la<strong> instalación de una piscifactoría en las inmediaciones de las islas Chafarinas,</strong> lo cual motivó la queja del Gobierno español mediante una nota verbal tras constatar la actuación en lo que son aguas españolas "sin los permisos necesarios para esa actividad". A esto se suma también el contrato firmado recientemente por Marruecos con la empresa israelí Ratio Petroleum Energy para explorar la búsqueda de petróleo y gas en la costa saharaui cercana a Dajla, cerca de las aguas españolas de Canarias. El Gobierno es consciente de que <strong>Mohamed VI está esperando de España alguna declaración de apoyo a su plan de autonomía para el Sáhara Occidental</strong>, algo sobre lo que las autoridades españolas deben hilar muy fino, porque c<strong>ualquier paso puede provocar la reacción de Argelia, en un momento en que el suministro de gas desde ese país puede peligrar</strong> como consecuencia del enfrentamiento entre los dos colosos del Magreb. Esta delicada situación ha hecho, entre otras cosas, que <strong>Albares esté apostando por mantener en sus puestos por algún tiempo más a los embajadores españoles en Argel y en Rabat</strong>. El primero, Fernando Morán, lleva menos de tres años y medio en el puesto y seguirá, al menos hasta 2023, pero Ricardo Díez-Hochleitner llegó a Marruecos a mediados de 2015, por lo que ocupa el cargo desde hace seis años y medio, un tiempo bastante prolongado para los usos de la diplomacia española, pero que puede seguir aumentando. Además del dossier marroquí, <strong>la otra gran tarea que tendrá enfrente el ministro de Asuntos Exteriores es preparar, junto a la titular de Defensa, Margarita Robles, la Cumbre de la OTAN, que debe celebrarse en Madrid los días 29 y 30 de junio,</strong> veinticinco años después de otra que acogió también la capital española en 1997, y cuando se cumplen cuarenta años del ingreso de España a la Alianza Atlántica. El objetivo de la Cumbre es<strong> actualizar el Concepto Estratégico de la OTAN</strong> que se aprobó en Lisboa hace diez años, con el fin de adecuar sus directrices al nuevo escenario mundial. A nadie se le escapa la importancia de la cita, <strong>en un momento en que la Rusia de Vladimir Putin está tensando cada vez más la cuerda</strong>, con su presión hacia Ucrania o su intervención en alguna de las antiguas repúblicas de la Unión Soviética, como Bielorrusia o Kazajistán. Además, la Cumbre aliada, será <strong>la oportunidad para que produzca la primera visita a España de Joe Biden</strong> como presidente de Estados Unidos, algo que el jefe del Ejecutivo español, Pedro Sánchez, espera capitalizar para reforzar su imagen. Junto a estos dos grandes asuntos, el Ministerio de Asuntos Exteriores debe continuar la <strong>preparación del semestre de Presidencia española de la UE, en la segunda mitad de 2023</strong>. La preparación sufrió un serio tropiezo, después de que Albares decidiera prescindir de <strong>Juan González-Barba</strong> como secretario de Estado de la UE, tras quedar en evidencia las discrepancias de funcionamiento que mantenían. Pese a todo, <strong>no parece que vaya a haber grandes cambios en la orientación</strong>, porque el cargo que deja González-Barba ha sido asumido por Pascual Navarro, que formaba parte de su equipo, como secretario general de la UE y que tenía como principal cometido, precisamente la preparación de la Presidencia.