Eduardo González
“Estamos en seis de enero / para cantar y bailar / a San Baltazar. /Este es tu barrio / el Camba Cuá / San Baltazar”. Este es uno de los numerosos candombes con los que los vecinos de Camba Cuá, un barrio céntrico de la ciudad argentina de Corrientes, rinden homenaje cada 6 de enero al Rey Baltasar, el patrono de los “negros libres y esclavos” de Argentina, Uruguay y Paraguay desde los tiempos coloniales.
Como es sabido, la fiesta de los Reyes Magos coincide con la celebración de la primera de las tres Epifanías del año litúrgico cristiano, la que simboliza la revelación de Jesús ante el mundo pagano, representado por los Magos. La primera referencia a los Magos de Oriente se encuentra en el Evangelio de San Mateo, pero no se precisa número, nombre ni cargo real alguno. No fue hasta el siglo VI cuando se registraron por primera vez los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar en un mosaico de la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia).
Andando el tiempo, y una vez superadas las disputas teológicas iniciales sobre cuál debía ser la celebración más importante de la Navidad (Nacimiento de Jesús o Epifanía), la unificación de ambas condujo a que cada país escogiera una u otra fecha como el día por excelencia para los regalos. La mayoría de los países optaron por la Nochebuena, pero en España, donde al igual que en otros países católicos se unificó la Epifanía con la festividad de los Reyes Magos, el punto de inflexión se produjo en el siglo XVI, cuando la Iglesia prohibió la costumbre de repartir juguetes o dulces como aguinaldo (una tradición feudal francesa de origen pagano) y estableció, en compensación, la Pascua de Reyes como símbolo de la victoria del día sobre la noche. A partir de entonces, los Reyes de Oriente pasaron a estar indisolublemente asociados a los regalos de Navidad.
La celebración de los Reyes Magos llegó a América a bordo de los barcos que conquistaron y colonizaron el Nuevo Mundo, y es en este punto donde asume un especial protagonismo el Rey Baltasar (o Baltazar, según las transcripciones), el Rey Mago Negro al que las comunidades afroamericanas convirtieron en su santo patrón.
San Baltasar
San Baltasar, Santo Rey Baltasar o Santo Cambá (“negro” en idioma guaraní), a quien se representa en las procesiones con aspecto erguido, la cabeza coronada y un cofre en una mano y un cetro o espada en la otra, es un santo de origen popular (de hecho, no ha sido canonizado por la Iglesia católica) muy venerado, sobre todo, en Argentina, Paraguay y Uruguay.
En tiempos de la colonización española, el 6 de enero era día de descanso para los esclavos de origen africano, especialmente en Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, México y Uruguay, lo que dio lugar a la celebración de la “Pascua de los Negros”. No obstante, los verdaderos antecedentes de San Baltasar como patrón de la comunidad afro-descendiente (esclava o libre) comenzaron en el Virreinato del Río de la Plata, sobre todo en el Litoral (en las provincias argentinas de Corrientes, Santa Fe, Chaco y Formosa), donde se ha documentado su culto al menos desde 1726.
Como recoge el estudioso Gustavo Goldman, la llegada forzosa de esclavos africanos a las colonias españolas generó la necesidad de crear formas de integración social y cultural de los recién llegados y de sus descendientes a fin de evitar disturbios, y una de esas fórmulas fue la creación de cofradías religiosas para los “negros libres y esclavos”.
Fue así cómo, en 1772, se creó la Cofradía de San Baltasar y Ánimas en Buenos Aires para “morenos, pardos e indios”, según la profesora Marcela Andruchow. Aunque fue disuelta apenas un siglo más tarde, la cofradía fue el punto de partida para la extensión del culto a Baltasar en el Litoral, donde todavía se celebra en Corrientes, Santa Fe, Formosa y Chaco, e incluso lo siguen festejando los migrantes originarios de estas provincias o de Paraguay en el conurbano bonaerense, a pesar de la escasa presencia de población negra en la actual Argentina (como recoge el antropólogo Norberto Pablo Cirio, los descendientes de esclavos llegaron a representar el 30% de la población de la región del Río de la Plata, pero a finales del siglo XIX apenas llegaban al 2% a causa de las guerras y la epidemia de fiebre amarilla de 1871 en Buenos Aires).
En Corrientes, la fiesta de San Baltasar o Santo Cambá se celebra del 5 al 7 de enero con bailes y danzas de influencia africana (por lo que también se le conoce como “el Santo Rey del Candombe”) en el tradicional Parque Cambá Cuá (“Cueva de Negros” en guaraní), gracias al tesón de la actual Cofradía de San Baltazar, integrada por varias familias que se reúnen en la ermita del Santo Negro para homenajear a su santo.
El otro gran foco del culto al Rey Negro es Uruguay, donde se afincaron muchos esclavos o antiguos esclavos africanos a partir de 1743 y donde en 1787 fue creada la Cofradía del Rey San Baltazar de Montevideo, fundada “por negros libres y esclavos”, con el objetivo de adoctrinar, ayudar a los cofrades en sus necesidades y organizar las procesiones religiosas en el día de su santo, el 6 de enero.
La veneración el Santo Cambá llegó a Paraguay procedente de Uruguay en 1820, cuando el libertador Jorge G. Artigas pidió asilo a José Gaspar Rodríguez de Francia (dictador y primer presidente paraguayo desde 1814) acompañado por un grupo de 200 descendientes de esclavos africanos. La comunidad afro-descendiente de Paraguay (constituida por alrededor de 2.500 personas reunidas en unas 300 familias) sigue celebrando en la actualidad la Fiesta de Kambá Kuá (este año cumplió su decimoséptima edición ininterrumpida), en la que se bailan las danzas rituales y en las que los blancos no pueden participar y solo pueden observar.
Curiosamente, el culto a Baltasar también se registró en la propia Metrópoli, concretamente en Sevilla, donde entre los siglos XV y XVI se llegó a concentrar una importante colonia africana procedente de la esclavitud (hasta el 8% de la población total). La primera hermandad para negros en la ciudad fue confirmada a finales del siglo XIV por el Papa, pero el gran auge se produjo a partir del siglo XVI, cuando las autoridades permitieron hasta una treintena de danzas africanas durante la procesión del Corpus. En este contexto, los africanos de Sevilla también empezaron a celebrar su propia fiesta patronal durante la Epifanía, dedicada, cómo no, al Rey Baltasar.