Mateusz Morawiecki
Primer Ministro de Polonia
Hoy la Unión Europea se encuentra en un momento difícil. Seguimos teniendo que enfrentarnos a nuevas olas de la pandemia. Acabamos de iniciar el proceso de reconstrucción de nuestras economías tras la crisis provocada por la necesidad de restringir la vida económica. Todavía no hemos puesto en marcha del todo el Fondo de Reconstrucción, y ya se vislumbra en el horizonte el riesgo de una crisis energética. Las subidas de los precios del gas golpean el bolsillo de los ciudadanos de a pie. Por primera vez en la historia de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, las futuras generaciones no pueden estar seguras de que les vayamos a dejar en herencia un futuro mejor.
La presión sobre Europa crece. Rusia utiliza el tema del gas para hacer chantaje y forzar a los distintos países a tomar decisiones que favorezcan los intereses particulares rusos. En la frontera Este de la UE, Polonia, Lituania y Letonia se enfrentan cada día a las provocaciones de Bielorrusia y a una creciente ola de inmigración ilegal. Además, estamos asistiendo a cambios en el tablero mundial: los Estados Unidos está reajustando sus estrategias y otros países, que aspiran a convertirse en superpotencias, querrán ocupar su lugar.
Esta concurrencia de crisis debería fomentar la responsabilidad. Sin embargo, la Unión Europea presta más atención a los problemas imaginarios que a los reales. Problemas que están más bien creados por la propia Unión que causados por factores externos.
Debemos actuar unidos ante los desafíos. Mientras tanto, estamos sumidos en disputas internas. Tengo la impresión de que para muchos políticos, el conflicto con Polonia es una oportuna coartada para evitar actuaciones concretas. Al fin y al cabo, esta disputa se basa más en tópicos y prejuicios que en hechos.
Sería difícil encontrar una nación más comprometida con la idea de libertad, democracia y europeísmo que los polacos. Las fuerzas proeuropeas predominan en el parlamento polaco y en la vida pública. Y, sin embargo, medios de comunicación y políticos están difundiendo la consigna propagandística del “polexit”.
Sólo hay una verdad. Polonia no va a abandonar la Unión Europea. Polonia es y seguirá siendo miembro de la Comunidad Europea. Somos parte integrante de la Unión Europea, que debe renunciar al lenguaje del chantaje, de la presión y del castigo a quienes defienden su propia opinión. Debemos dialogar entre nosotros, aun cuando sea una conversación difícil y larga. Eso sí, debemos hacerlo siempre desde el respeto y buscando la unidad. Esta es la única manera de seguir adelante juntos.
Polonia es un miembro leal de la UE. Respetamos la legislación europea como cualquier otro estado miembro. Pero el respeto al derecho comunitario no significa que éste se sitúe por encima de las constituciones nacionales. Polonia no es una excepción. Por tanto, el pluralismo constitucional debe seguir siendo la norma que mantenga el equilibrio entre los diferentes sistemas de derecho nacional y europeo. Nos permite afirmar que estos sistemas son complementarios y no se excluyen entre sí. Los Tratados de la UE indican con precisión qué competencias han atribuido los estados miembros a la Unión y cuáles han conservado en exclusiva. El principio de primacía del Derecho Comunitario significa que éste prevalece sobre las leyes en los ámbitos de competencia de la Unión. También lo reconocemos plenamente en Polonia.
Pero son los estados los “dueños de los tratados”, y son los tribunales constitucionales nacionales los que dirimen en última instancia los conflictos entre las normas de los tratados y las normas constitucionales. Por lo tanto, la reciente sentencia del Tribunal Constitucional polaco, que examinó la relación entre el derecho de la UE y la Constitución polaca, no debería resultar sorprendente. Los juzgados y tribunales de Alemania, Dinamarca, Francia, Italia, España, Lituania, la República Checa y otros países de la UE ya dictaron en su día sentencias similares.
Según el Consejo Constitucional francés, “el principio de la primacía del derecho de la UE (…) no puede socavar el poder supremo de la Constitución en el ordenamiento jurídico nacional”. “El Tribunal Constitucional puede llevar a cabo un control ultra vires (…) para determinar si la actuación de las instituciones de la Unión Europea vulnera el principio de atribución si las instituciones, órganos y organismos de la Unión se han excedido en sus competencias de manera que vulnere dicho principio” – sentenció del Tribunal Constitucional alemán. Por su parte, su homólogo danés declaró que “la Constitución prohíbe la transferencia de competencias hasta el punto en que significaría que [un estado miembro] no puede ser considerado un país soberano y democrático”.
Quiero formular aquí una afirmación más fuerte. El principio de la primacía de las constituciones nacionales es de facto el principio de la primacía de la democracia de los estados frente a las instituciones de la UE. Hoy se trata de responder a la pregunta si la soberanía debe seguir recayendo en las naciones y los ciudadanos europeos o en las instituciones de Bruselas y Luxemburgo, que se caracterizan por su déficit de democracia. Nuestro futuro común depende de cómo respondamos a esta pregunta.
En 1795 Polonia desapareció del mapa del mundo durante 123 años. Sí, en aquella época estábamos en una posición difícil. Ahora bien, Polonia cayó porque una parte de las élites, en lugar de luchar contra los verdaderos desafíos, luchó entre sí por sus influencias e intereses particulares. Ese fue nuestro pecado. Un pecado que inmediatamente fue aprovechado por nuestros despiadados y poderosos vecinos. No repitamos estos errores en Europa. Ahora también tenemos vecinos globales, despiadados y cada vez más poderosos. Que esta advertencia histórica nos sirva de lección a todos.
© Todos los derechos reservados