<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>La principal consecuencia práctica para la política española del Congreso Federal del PSOE y de la Convención Nacional del PP es la descongelación oficial de relaciones entre ambos partidos.</strong></h4> Si Pablo<strong> Casado salvó hace dos quince días la gran asamblea de los populares como ceremonia de unidad interna</strong> y se atrevió después a retar a Pedro Sánchez a negociar la renovación de los órganos institucionales pendientes, <strong>el presidente del Gobierno aceptó el envite como el mejor prólogo posible para su exhibición de control personal del aparato socialista escenificado el pasado fin de semana.</strong> <strong>Sánchez</strong>, el jefe del Ejecutivo español con menos votos y escaños de la historia democrática española, <strong>consiguió su foto, abrazo incluido, con Felipe González</strong>. El expresidente del Gobierno, máximo representante del viejo PSOE es el primer crítico de los métodos de su sucesor para llegar al poder: la alianza con los populistas de extrema izquierda, independentistas y batasunos. <strong>Es la imagen que le quedaba a Sánchez para certificar ante la opinión pública la entrega del partido a su persona</strong>. <strong>El Partido Socialista se adapta a los intereses de su jefe</strong> con la misma lógica que éste asume los de sus socios. Después de indultar a los responsables de la intentona secesionista en Cataluña de octubre de 2017, acercar al País Vasco a los terroristas de ETA encarcelados, blanquear a Bildu o impulsar postulados económicos y ultra feministas de Podemos, el secretario general confirma que el nuevo PSOE es él y sin visos de oposición interna. Tampoco lo son<strong> los llamados barones regionales, por mucho miedo que les dé a los Emiliano García Page, Javier Lambán o Guillermo Fernández Vara, ante sus próximas citas electorales, los privilegios presupuestarios en beneficio de los independentistas catalanes</strong> aprobados por el Gobierno socialista. No es casual que<strong> el nuevo favorito de Sánchez en el Ejecutivo, como ministro de la Presidencia y de facto vicepresidente para casi todo, Félix Bolaños,</strong> sea ahora la estrella de la nueva Ejecutiva sanchista. Tampoco, que <strong>se ocupe de las negociaciones con el Partido Popular</strong> para acordar los nombramientos pendientes, algunos desde hace tres años, en todas las instituciones del Estado que requieren mayorías parlamentarias muy cualificadas y hacen ineludible el pacto entre los dos grandes partidos. <strong>Las renovaciones del Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas y el Defensor del Pueblo, que son las sencillas,</strong> <strong>están ya encarriladas</strong> y acercan los cambios en el órgano de gobierno de los jueces: el Consejo General del Poder Judicial. <strong>Bolaños, sucesor en La Moncloa de Iván Redondo y de Carmen Calvo al mismo tiempo, es el encargado de sacar adelante los primeros acuerdos de Estado que Sánchez acomete desde que llegó al poder.</strong> Además de engarce entre el Ejecutivo y el partido, se convierte en interlocutor con la oposición, todo en un valido en la corte del sanchismo. El presidente del Gobierno, después de imponer con naturalidad en su partido las alianzas con la extrema izquierda, los independentistas y hasta con Bildu, tenía pendiente los acuerdos con el PP sin más obstáculo que el de aceptar condiciones y candidatos de “la derecha” demonizada en sus argumentarios oficiales. A la espera de conocer los nombres e historiales de los futuros miembros del TC, el Defensor del Pueblo y el Tribunal de Cuentas, <strong>queda por ver si Sánchez accede al final a la reforma en paralelo del sistema de elección del CGPJ que pide Casado</strong> en línea con las indicaciones de Bruselas y el propio modelo original de la ley de leyes. <strong>Casado,</strong> reforzado después de su propia convención de unidad interna celebrada hace quince días, pudo atreverse a lanzar ese reto a Sánchez de poner en orden las instituciones con cargos caducados y <strong>ha podido apuntarse un tanto como insisten en el PP, y más vistas las críticas que le llegan desde la extrema derecha, Vox y medios afines.</strong> <strong>Pero Casado no puede renunciar a los avances en la independencia de los jueces, aunque solo sea en cuestión de formas.</strong> Para confirmar si de ambas asambleas, y con Bolaños de por medio, salen unas nuevas relaciones entre el Gobierno sector sanchista y la oposición, habrá que esperar a las conversaciones sobre el CGPJ en un punto en el que el propio valido sostenía recién designado ministro que “los jueces no pueden elegir a los jueces igual que los políticos no eligen a los políticos”.