Claudia Luna Palencia
Periodista
En su ‘Laberinto de la Soledad’, el magnífico escritor universal Octavio Paz deconstruyó de forma excepcional todos los demonios que, de una u otra manera, el mexicano lleva dentro como si fuesen una pesada cadena de la que no pudiesen escapar.
Nadie como un mexicano para entender a otro y Paz lo bordó. Porque esa rémora es atávica y de vez en vez es utilizada de forma maniquea e intencionada por políticos que en el ejercicio del poder o bien en la estructura más alta del Gobierno pretenden servirse de los rencores del pasado metiendo el dedo en la llaga para hacerla supurar otra vez.
A la celebración del 12 de octubre, el Día de la Raza en México y en España el Día de la Hispanidad, se llega con varios enfrentamientos e insultos entre políticos de derecha y de ultraderecha en España y del grupo MORENA que es el bastión del actual presidente Andrés Manuel López Obrador.
Se había mantenido de bajo perfil el tema del perdón histórico solicitado por carta a la Monarquía española, lo que no ha podido lograr el Gobierno del socialista Pedro Sánchez es que se metan en el ajo los conservadores del Partido Popular (PP) ni mucho menos los de VOX. Unos y otros han salido a señalar que eso de pedir perdón no les va y que más prácticamente habría que darles las gracias por llevar la civilización, los avances del momento y la evangelización a Mesoamérica.
Este pasado fin de semana, VOX registró en el Congreso dos iniciativas: la primera, para solicitar al Gobierno de Sánchez que organice una serie de homenajes a la figura de Hernán Cortés a propósito del aniversario de los 500 años de la Conquista de México; y la segunda, solicitar al Gobierno de López Obrador que “adecente el sepulcro de Cortés” cuya placa se encuentra en un muro de la iglesia de Jesús de Nazareno en el centro histórico de la capital azteca.
A todo ello se ha entrado además en una serie de declaraciones, de uno y de otro lado del Atlántico, con despropósitos fuera de tono, de lugar y de siglo. El revisionismo histórico solo contribuye no solo a resucitar muertos sino también a revivir odios y confrontaciones innecesarias que terminan hollando en un pasado ya enterrado.
Los políticos conservadores y ultraderechistas españoles que se han dado a la tarea de darle difusión y relevancia a la petición del presidente azteca parece que el tema les cae como anillo al dedo en un momento en que el rescate de los nacionalismos y todos los ismos intrínsecos pretenden que la gente, al creer en la patria, acuda después presurosa a las urnas para llenarlos de votos tras llenarlos ellos de inquina.
En este uso y desuso mal intencionado de lo que se esconde detrás de todas las intenciones de uno y de otro lado, subyace esa especie de “nosotros somos los buenos y ellos son los malos”.
Finalmente le han hecho el juego al presidente mexicano, instalado en Palacio Nacional, acostumbrado a controlar y a marcar la agenda del día en el país azteca: desde las seis de la mañana con sus famosas “mañaneras” atiborra a la prensa de todas sus ocurrencias.
A colación
Paz escribía que esa catarsis que lleva el mexicano dentro no escapa de esos orígenes resultantes de la colonización que sufrió y que muchas veces a pesar de tantos cientos de años que han pasado todavía le cuesta trabajo acostumbrarse a vivir con ello y a aceptarlo.
Para los que acompañan en el poder a López Obrador, a tal grado es su amargura y rencor por un pasado tan lejano, que no solo han ido a remover las estatuas de Colón en las glorietas insignes, sino que en las próximas semanas enviarán a una poeta indígena como directora de Cultura de la Embajada de México en España.
Como si fuese a afectarle al país ibérico. Los gestos grotescos solo desnudan cierto coraje y rabia escondidos como si algo muy personal les hubiese pasado a quienes son fuente de estas ideas.
Dejar el pasado y liberase de él es por lo que en México se ha luchado en las últimas décadas con su modernización y el cambio en el discurso de somos los perdedores.
Un discurso del que actualmente se sirven las fuerzas ideológicas más nacionalistas, las que usan al extranjero como invasor; las que rescatan los cadáveres del pasado para alimentar el morbo de la gente y mantener distraída a la opinión pública y las que utilizan a las minorías para servirse de ellas en la medida en que las reivindican bajo sus propios cánones.
Es muy fácil, relató Paz, culpabilizar a los demás por los errores propios, por las incapacidades y por las frustraciones; y si las generaciones del pasado habían ya cerrado heridas, ahora se pone información mal intencionada en la mente de muchos niños, adolescentes y jóvenes que sin entender bien el conflicto (ni lo qué está pasando) son completamente influenciables. Así se entra en el laberinto del odio.
© Este artículo ha sido publicado originalmente en Atalayar / Todos los derechos reservados