Como a tantos neoyorquinos, el mayor atentado terrorista de la historia (del que en esta semana se cumplen veinte años) le sorprendió mientras hacía su vida normal de todos los días. “Había salido de la residencia del cónsul, situada en la esquina entre la Quinta Avenida y la calle 63, cuando el conductor de mi coche me dijo: ‘se ha estrellado una avioneta en las Torres Gemelas’”, explicó Cassinello a The Diplomat.
“Lo primero que pensé fue: ‘Qué torpeza, cómo es posible que una avioneta se estrelle contra las Torres Gemelas, como si no se viesen’. No pensé más que en un accidente. Grave, con algún muerto, pero a esa escala”, admitió. “Cuando me bajé del coche, vi en un monitor cómo se estrellaba el segundo avión, y aquello ya era otra cosa”, recordó.
“Salí corriendo a la cancillería y lo primero que pregunté fue a qué hora abrían la plataforma de observación de la Torre Norte, donde podría haber turistas españoles, y me dijeron que a las nueve de la mañana. A partir de ese momento, las noticias fueron volviéndose más alarmantes y más trágicas”, prosiguió.
El 11 de septiembre de 2001 coincidió con la celebración en Madrid de una conferencia de embajadores, por lo que “no estaban ni el embajador permanente ante la ONU, Inocencio Arias, ni el embajador de España en Estados Unidos, Javier Rupérez, y yo era la autoridad representante del Estado de rango superior”, explicó Cassinello, quien ejerció de cónsul general en Nueva York entre 1998 y 2003.
Según el ex cónsul, y actual director general del Centro Internacional de Toledo para la Paz (CITpax), inmediatamente después de los atentados empezaron a llegar muchísimos españoles al consulado. “Calculamos que habría unos 3.000 españoles de paso que se habían quedado atrapados en Manhattan, en Nueva York, sin vuelos ni barcos, ni cualquier otro medio de locomoción”, recordó. “Se acumulaba gente en la oficina con la idea de salir hacia el aeropuerto, pero el espacio aéreo estaba totalmente cerrado”.
“Queríamos hablar con Madrid, pero no podíamos porque todas las comunicaciones estaban cortadas”, hasta que, a propuesta de una ciudadana española, se decidió acudir al servicio España Directo a cobro revertido. “Ésa fue la forma de entrar en contacto con la OID y el gabinete del ministro”. Aparte, el consulado se vio inundado de llamadas de “familiares que no sabían dónde estaban sus familiares, que ni siquiera sabían si estaban en Nueva York”.
“El consulado estuvo abierto siete días y siete noches, hicimos guardia todos, la representación permanente, las oficinas de turismo, comercial y consular, orientando a la gente que llegaba, distribuyendo una ayuda consular que nos había proporcionado Madrid de 20.000 dólares, 200 dólares reembolsables por cada español”, explicó Emilio Cassinello.
Desde un punto de vista humano, a Cassinello le quedan los recuerdos de la tragedia, como el de un matrimonio fallecido en una de las Torres. “Ella había sido ciudadana española hasta hacía poco, y estaba embarazada”. También rememora el “espectáculo dantesco y terrible” que se vivía en la ciudad. “Una de las cosas que más me impresionaron fue el silencio electrizante en Nueva York. Olía a fuego. Recuerdo las palabras de un hombre que dijo: ‘Hemos comulgado con las cenizas de los muertos’”.
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