<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>Los expertos del Real Instituto Elcano advirtieron ayer de que el yihadismo internacional ha incrementado su poder en el mundo veinte años después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, lo que demostraría que la guerra global contra el terrorismo desatada tras aquella matanza ha sido un “fracaso” cuyo principal ejemplo es la reciente victoria militar de los talibanes en Afganistán.</strong></h4> “Cuando ocurrió el 11-S, Al Qaeda era una organización unitaria de unos pocos miles de militantes en Pakistán y Afganistán”, afirmó <strong>Fernando Reinares</strong>, investigador principal y director del Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global, durante su intervención en la mesa redonda virtual <em>Las consecuencias del 11-S, 20 años después</em>, organizada por el Real Instituto Elcano. “Veinte años después, Al Qaeda es una estructura global descentralizada con seis ramas territoriales y que multiplica por cuatro el número de militantes”, prosiguió. “En España, sólo cinco años después del 11-S ya teníamos entre los musulmanes adultos un 16% más de simpatizantes de Usama bin Laden (líder histórico de Al Qaeda), y los porcentajes eran similares en Francia y Reino Unido”, aseguró Reinares. Aparte, “en las últimas décadas se ha registrado una movilización de yihadistas sin precedentes, ya que entre los extranjeros que combatieron en Siria e Irak entre 2012 y 2019, una quinta parte procedían de Europa”. “<strong>Lo que revela esta realidad es que la guerra global contra el terrorismo ha sido un fracaso</strong>, y ha sido incluso contraproducente, porque ha aumentado el fenómeno terrorista”, advirtió. En estas circunstancias, <strong>la “propaganda yihadista” internacional percibe como “un éxito” no solo la victoria de los talibanes en Kabul, sino el mero hecho de que “los talibanes consiguieran sentarse a una mesa de negociación con el Gobierno de la principal potencia occidental”</strong>, advirtió Reinares. <h5><strong>“Cuando acabó el adiestramiento en Afganistán, el Ejército se desmoronó”</strong></h5> En un sentido similar, <strong>Haizam Amirah Fernández</strong>, investigador principal y experto en relaciones internacionales, Islam político y procesos de transición hacia la democracia en el mundo árabe, afirmó que la reacción de Estados tras el 11-S fue “la buscada por parte de quienes cometieron los atentados” y “fue utilizada por los regímenes autoritarios de la región para perpetuarse en el poder” y por los grupos radicales islamistas para promover “una guerra de desgaste” por parte de Estados Unidos. Ejemplo de esa guerra de desgasta, precisó, es que “<strong>veinte años después, y tal como ya había adelantado Bin Laden, Estados Unidos ha salido de Afganistán”, lo cual “se ha percibido como una salida humillante y como una rendición, una huida” que puede va a alimentar a los “extremistas que ven que éste es el camino y que se puede derrotar al Imperio”</strong>, manifestó. A juicio de <strong>Félix Arteaga</strong>, investigador principal sobre seguridad y defensa internacional, “la lucha contra la insurgencia ha funcionado muy mal” y se ha demostrado que “el adiestramiento tampoco puede funcionar a largo plazo”. <strong>“En Afganistán o Mali, el adiestramiento ha tenido una utilidad menor, y cuando acabaron las labores de apoyo en Afganistán, el Ejército se ha desmoronado”</strong>, lamentó. Por su parte, <strong>Carlota García Encina</strong>, investigadora principal sobre EEUU, relaciones transatlánticas y seguridad y defensa, tras los atentados del 11-S se produjo en Estados Unidos una unidad política en torno al presidente George W. Bush “como no se había visto nunca”, pero la intervención en Irak en 2003 supuso un “punto de inflexión”, con un descenso del apoyo internacional bajó y “tensiones en la relación trasatlántica”. Por ello, los dos sucesores de Bush, Barack Obama y Donald Trump, cada uno con argumentos muy diferentes, emprendieron una política de rechazo de las iniciativas tras el 11-S que ha rematado el actual presidente, <strong>Joe Biden, quien, “consciente de que los estadounidenses no están dispuestos a soportar las misiones en el exterior, hizo suyos los acuerdos entre los talibanes y Trump y decidió salir de Afganistán, último rescoldo de las intervenciones, y cerrar la etapa de fracasos que comenzó en 2001</strong>”, agregó. Por último, <strong>Luis Simón</strong>, director de la Oficina del Real Instituto Elcano en Bruselas, afirmó que “la caída de Afganistán representa, probablemente, la puntilla a una era: la de la posguerra fría”, una era que estuvo “dominada por la hegemonía política estadounidense y occidental y por la ausencia de rivales de límites a la voluntad de EEUU y de Occidente de reordenar el mundo” y en la que existía “la creencia de que era posible rediseñar el mundo a base de intervenciones militares y de <em>state-building</em>”. No obstante, <strong>Afganistán ha puesto en evidencia “los excesos y los límites de ese modelo, por no decir su fracaso</strong>”.