Orestes R. Betancourt Ponce de León
Especialista en desarrollo internacional de FAES
No hay ambulancias, pero si dices “abajo la revolución”, en menos de 10 minutos tienes una patrulla policial llevándote preso. El cubano de a pie, el que apenas desayuna un pan con lo que encuentre, lo sabe, lo sufre. Una inflación de hasta el 900% y ser el quinto país latinoamericano en casos de COVID-19 per cápita han desbordado el sistema de salud, los bolsillos y la paciencia. No es solo el coronavirus, es que no hay comida ni medicinas. “Nos han quitado tanto, que nos quitaron el miedo” dicen los cubanos en sus perfiles de Facebook.
Como factores detonantes, a las condiciones materiales se les une el clima de libertad que las redes sociales, a pesar de la censura, ha dado al que de vez en cuando se conecta al internet. El grupo de intelectuales y artistas del grupo 27N y del Movimiento San Isidro, y la canción “Patria Y Vida” llevan desde hace meses poniendo en jaque al régimen. Los cubanos lo ven por las redes y viven esa rebeldía como propia. Por demás, desde hace unas semanas, ante la crisis sanitaria, la etiqueta #SOSCuba y el pedido de ayuda humanitaria ha sumado a artistas del mundo entero. Esto hace que Cuba no se sienta sola. Pero el mal gobierno de La Habana se ha burlado de este clamor. “No puedo más que reírme”, dijo una vocera del régimen.
La soberbia, el desprecio y ceguera que enferma las dictaduras
La mañana del domingo 11 de julio, en las calles del pueblo San Antonio de los Baños se oyó el grito de “Libertad” y “Abajo la dictadura”. Fue viral. A los minutos fue Palma Soriano al oriente de la isla. Y a las pocas horas era en todo el país, desde Pinar del Río hasta Santiago de Cuba. Nunca en seis décadas de dictadura el pueblo había salido de forma tan masiva a las calles. El Maleconazo de 1994 es una fracción de lo que sucede hoy. Entonces solo había dos canales de televisión y Fidel Castro todavía deshacía a su antojo. Por ejemplo, el horror del hundimiento del remolcador 13 marzo ese propio año no lo supo nadie en la isla. Hoy no es así. Aunque corten el internet, los videos y las imágenes de la represión corren en las redes sociales con la rapidez que se esparció la protesta.
La respuesta de Díaz-Canel el propio domingo, luego de acusar al “imperialismo yanqui” y a la “contrarrevolución”, fue que “la orden de combate está dada, a la calle los revolucionarios”, para luego rematar: “tienen que pasar por encima de nuestros cadáveres y estamos dispuesto a todo”. La nomenklatura ha dado luz verde a la represión y la policía política vestida de civil ejecuta el guion aplicado en Caracas y Managua. Después de todo, La Habana no solo ha entrenado a los cuerpos represivos del chavismo y el sandinismo, sino que ha aprendido también de las protestas callejeras de 2014, 2017 y 2019 en Venezuela y 2018 en Nicaragua. Si Maduro y Ortega siguen ahí, dirán Canel y Raúl Castro, nosotros también.
Desde las primeras horas la policía dispara, arresta y apalea impunemente. Ya no hay caretas ni posturas. Estaban equivocados los que pensaron que la cúpula iba a hacer lo posible por mantener cierta imagen. La dictadura del proletariado, esa fase que elucubraba Marx entre capitalismo y socialismo, es solo dictadura y en Cuba hoy el proletariado grita “abajo el comunismo”.
A medida que pasen las horas, los vídeos y los testimonios se irán abriendo paso en las redes sociales, principalmente sobre lo que ocurre a la noche en las calles y en las cárceles donde ya hay al menos cientos de detenidos. Hay una herramienta adicional con la que no cuentan las dictaduras de tipo autoritarias, y es que, en los sistemas totalitarios como el cubano, el Estado no solo ejerce el monopolio sobre la política sino también sobre la economía. Václav Havel decía que el sistema comunista controlaba tu vida. Esto es, ¿dónde vas a trabajar si tu empleador es el Estado/Partido? Así es que, con un 87% de la fuerza laboral en plantilla del leviatán estatal, el chantaje a no participar de la protesta y movilizarse en contramarchas a favor del régimen es una herramienta extra de presión. Pero es tanta la crisis, que el trabajador no tiene nada que perder sino sus cadenas, para usar a Marx de referencia.
En medio de tantas carencias y dificultades materiales, el grito no es “Comida y medicinas”, sino “Libertad” y “Abajo la dictadura”. ¡Los cubanos saben cuál es el problema real y su solución!
No hay en estos momentos una oposición política organizada dentro del país que canalice las protestas. No hay manera. Es un descontento espontáneo y masivo. Sin embargo, el régimen sabe lo que se pide en las calles: Libertad. Aunque improbable, esa sería la hoja de ruta de un diálogo. Hay muchos y buenos actores de la sociedad civil y la oposición política, dentro y fuera de Cuba, para abarcar el espectro de ideas y esperanzas del país. Pero esta posibilidad parece remota.
Todo parece indicar que la postura del régimen es la de atrincherarse. Se sienten cómodos. Tienen las armas, los medios de comunicación y llevan décadas preparándose para esta situación. Por otra parte, en las calles el pueblo probó la libertad, la de verdad, no la de redes sociales, y “ya no hay miedo” como se oye en todo el país. El hartazgo no se irá a ninguna parte.
En este escenario, causa rubor y hasta indignación la complicidad de parte de la izquierda internacional, desde López Obrador y Alberto Fernández, hasta Podemos en España. Pero con ellos nunca hemos contado los cubanos. Ahora más que nunca Cuba necesita de su diáspora y de los países libres. Necesitamos de la denuncia firme e inequívoca, de la presión a la dictadura y del apoyo a los valientes que dentro de la isla lo arriesgan todo.
Cuba hoy grita Libertad y no hay otro camino.
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