<h6><strong>Luis Ayllón</strong></h6> <h4><strong>Una mayor conexión entre Moncloa y el Palacio de Santa Cruz será, previsiblemente, una de las consecuencias del nombramiento como ministro de Asuntos Exteriores de José Manuel Albares, una persona de la plena confianza de Pedro Sánchez, a quien el presidente del Gobierno resarce ahora de la decepción que le supuso que el puesto fuera a parar a Arancha González Laya.</strong></h4> Al comienzo de 2020, cuando, tras ganar las elecciones, Sánchez se disponía a formar Gobierno, el nombre que más se oía para hacerse cargo de la cartera de Asuntos Exteriores era el de José Manuel Albares. No en vano, era la persona que se había ocupado de la agenda internacional del jefe del Ejecutivo desde que había llegado a La Moncloa en 2017, a través de una moción de censura, y miembro además de la Carrera Diplomática. <strong>La sorpresa fue mayúscula</strong> al conocer que la elegida para ponerse <strong>al frente del Palacio de Santa Cruz era Arancha González Laya,</strong> una funcionaria europea tan experta en comercio internacional como desconocida para los españoles, excepto para algunos como Nadia Calviño, a quien se considera su valedora. <strong>El paso de González Laya por el Ministerio de Asuntos Exteriores no puede decirse que haya sido un éxito,</strong> ni en cuanto a lograr un mayor peso internacional de España ni en lo que se refiere al funcionamiento del Departamento, con cuyos trabajadores no logró nunca sintonizar. Ahora, <strong>Sánchez intenta rectificar aquella decisión que se ha mostrado tan poco acertada.</strong> Tenía ante sí la posibilidad de relevar a González Laya por una persona como Luis Planas, con experiencia diplomática como embajador en Marruecos y ante la Unión Europea, pero ha preferido mantenerlo en Agricultura y <strong>ha optado por lo que, ya en 2020, parecía lo más natural: nombrar a Albares.</strong> <strong>Pedro Sánchez conoce a José Manuel Albares desde hace mucho tiempo</strong> y ha seguido bastante sus consejos en materia de política exterior, sobre todo desde 2015 en que se incorporó a su equipo de campaña electoral. Cuando llegó al poder, lo puso al frente del departamento de Política Internacional de la Presidencia del Gobierno, donde tuvo que sufrir las <strong>maniobras de Iván Redondo</strong> para hacerse con el control absoluto de todos los asuntos que pasaban por Moncloa. El premio de consolación para Albares cuando Sánchez se decidió por Arancha González Laya, fue el de <strong>embajador en París, uno de los puestos más apetecidos por los diplomáticos españoles</strong>. Desde allí ha seguido los avatares de la política exterior, sin influir directamente en ella, pero en contacto con Sánchez, que además le encargó la ponencia de internacional del próximo Congreso del PSOE en otoño. Como diplomático, <strong>Albares conoce bien el Ministerio</strong> en el que ha trabajado en distintos puestos y conoce bien a sus compañeros de carrera y las necesidades que se les plantean, entre otras cosas, desde el punto de vista logístico y de conciliación de la vida familiar, si no se adoptan las decisiones de nombramientos a tiempo. <strong>González Laya mantuvo sin resolver la elección de una treintena de nuevos embajadores durante más de cinco meses</strong> y aún hoy, todavía no se sabe quienes estarán al frente de cinco Embajadas, alguna de ellas tan importante como la de <strong>Londres, que está sin embajador desde comienzos de febrero.</strong> Esa será una de las primeras tareas a abordar por Albares, a quien <strong>González Laya deja también en herencia una deteriorada relación con Marruecos</strong>, por una gestión bastante defectuosa del caso “Brahim Ghali”, el líder del Frente Polisario, acogido en un hospital español. La crisis con Rabat sigue abierta y Albares tendrá que buscar fórmulas para tratar de resolverla, aunque el éxito de la gestión no dependerá sólo de él. El nuevo ministro tiene ante sí <strong>la tarea de recuperar peso internacional para España, que hace tiempo que ha perdido la capacidad de liderar iniciativas,</strong> especialmente en zonas como Iberoamérica, donde nuestro país tuvo en otro tiempo una mayor influencia, o de colocar a españoles al frente de organismos internacionales. <strong>La mayor sintonía existente entre Sánchez y Albares</strong>, unida a la ausencia de Iván Redondo en el Gabinete del presidente, hace presagiar una <strong>mejor coordinación de las cuestiones de política internacional,</strong> en un momento, además, en el que <strong>el jefe del Ejecutivo está comenzando a potenciar su agenda exterior</strong>. De hecho, la pasada semana viajó a los Países Bálticos; la siguiente lo hará a Estados Unidos, aunque, por ahora, sin encuentro con el presidente <strong>Joe Biden;</strong> y, para finales de agosto, tras el periodo vacacional, hay en preparación una gira por África, que puede incluir Egipto y Sudáfrica.