<h6><strong>Ángel Collado</strong></h6> <h4><strong>El revés en las elecciones en Madrid, el próximo indulto a los jefes independentistas condenados por la intentona separatista en Cataluña y el bloqueo de la legislatura desatan las especulaciones en el Gobierno y el PSOE sobre la conveniencia de acometer una crisis con el fin de recuperar la iniciativa. Como en todo gabinete cuando se aproxima el fin de curso y se barruntan los suspensos, llega la hora de preparar los cambios para septiembre.</strong></h4> Desde febrero, el Gobierno de <strong>Pedro Sánchez encadena traspiés y errores de bulto</strong>, de la operación mociones de censura contra el PP a la crisis con Marruecos, que han desembocado ahora en las prisas por contentar sus aliados secesionistas catalanes. Sin sus votos no habrá próximo curso. Todos esos fracasos han sacado a la luz episodios de <strong>descoordinación o diferencias internas</strong> en el seno del Gobierno de coalición de socialistas y podemitas, entre los propios ministros del PSOE y entre estos y el aparato de La Moncloa que dirige el todopoderoso (por decisión personal de Sánchez) Iván Redondo. Las noticias sobre la crisis son una muestra más de esas divisiones internas. Una de las cuatro vicepresidentas de Sánchez, <strong>Teresa Ribera</strong>, manifiesta en público que el jefe del Ejecutivo “trabaja” en la nueva etapa de recuperación y evalúa<strong> “con qué equipo” quiere gestionarla</strong>. A continuación, desde La Moncloa lo desmienten de forma oficial a instancias de otra vicepresidenta,<strong> Carmen Calvo</strong>. Al choque del sector PSOE del gabinete se suma el silencio temeroso del sector Podemos que no quiere ni oír hablar de remodelaciones porque su cuota de poder está en cuestión. Sánchez montó al principio de la legislatura un Gobierno con la estructura más nutrida de la historia reciente de España, 22 carteras, y el único de la UE con ministros comunistas. El organigrama estaba condicionado al reparto de cargos con los de <strong>Pablo Iglesias</strong>, destinado a cultivar el gasto público y contenía altas dosis de propaganda hasta en los nuevos y recargados títulos de los departamentos. El Ejecutivo está ahora pendiente del visto bueno de Bruselas a su plan de recuperación del que dependen las ayudas comunitarias y atascado en las grandes reformas pendientes como la del sistema de pensiones y la legislación laboral. Serán, en cualquier caso, recortes sobre el presente o el pacto de gobierno de la coalición que chocan con los dispendios en ministerios, algunos como los actuales de Consumo, Universidades, Ciencia o Igualdad que nunca pasaron solos del rango de secretarías de Estado o direcciones generales en la estructura clásica del Gobierno español o del resto de Europa. El primer pago de la factura pendiente que tiene Sánchez con <strong>Oriol Junqueras y Carles Puigdemont</strong> para seguir en el poder (los indultos) ha traído las críticas de los dirigentes regionales del PSOE que temen sufrir en persona el desgaste de las cesiones. Pero también han dividido a los miembros socialistas del Ejecutivo dispuestos a defender con entusiasmo la decisión de su jefe según el argumentario de<strong> Iván Redondo</strong>, y otros que lo han rehuido expresamente como la titular de Defensa,<strong> Margarita Robles</strong>. Y para rematar quedan los ministros y ministras de Podemos, encantados con que el gabinete asuma los postulados nacionalistas. En medios socialistas dan por hecho que pasado el trago de los indultos y una vez encarriladas las relaciones con la Generalitat tendrán garantizado el apoyo de ERC en el Congreso para poder desbloquear la legislatura. De ahí que apunten la conveniencia de acometer una crisis de Gobierno que sirva para paliar el desgaste ante la opinión pública que supondrá el indulto a los golpistas. Además, está la <strong>campaña de imagen que Sánchez prepara para cuando pueda “vender” este verano como éxito personal el hito del 70 por ciento de la población vacunada</strong> contra el Covid. Lo hará, aunque de proveer de vacunas se haya ocupado la UE y de administrarlas los sistemas de Sanidad de los gobiernos autonómicos, para presentar una etapa de recuperación económica. Es la misma etapa a la que se refería la vicepresidenta Ribera cuando confesó que Sánchez meditaba “con qué equipo” debía acometerla.