Gerardo Olivares
Durante siglos se convirtieron en un exótico escaparate patrio donde las habladurías hicieron correr tinta en la literatura, en la versión más amarillista de los periódicos de la época e incluso en el cine. Un lugar cuya historia ha estado marcada por una leyenda negra de aislamiento geográfico y pobreza que todavía queda en la memoria de los hurdanos. Ese aislamiento ha propiciado que la zona se haya convertido en un paraje natural auténtico, de esos que cada vez son más difíciles de descubrir.
Decía Unamuno sobre la leyenda negra de Las Hurdes, en la que nunca creyó, que quienes llegaban a la comarca lo hacían para corroborarla o para desmentirla. Flaco favor hizo en ese sentido el famoso documental de Buñuel, mostrando unas Hurdes míseras y extremadamente pobres. Así como el histórico viaje del rey Alfonso XIII alarmado por el aviso del ilustre Doctor Marañón sobre los graves problemas de salud, en concreto de bocio y cretinismo, que tenían muchos de los pobladores de Las Hurdes.
Más allá de leyendas, el sentido mágico de esta comarca se encuentra realmente en su mar de sierras, en perseguir las curvas pronunciadas de sus cinco ríos, en acariciar la pizarra de su peculiarísima arquitectura negra superviviente en pueblos y alquerías o en olfatear brezo y flor de jara para después encontrar la miel en los platos bien generosos que sirven en las tabernas típicas.
La comarca de Las Hurdes se encuentra en el extremo norte de la provincia de Cáceres. Abrazada al oeste por Sierra de Gata y al oriente por Tierras de Granadilla, deja al norte la provincia de Salamanca. De hecho, Las Hurdes estuvieron durante siglos integradas en La Alberca hasta que con el desmantelamiento de los regímenes señoriales a principios del siglo XIX los hurdanos se convirtieron en dueños y señores de su propia tierra.
Las Hurdes ocupan una extensión montañosa de aproximadamente 500 km² poblada por algo más de 6.200 habitantes. De sus 44 pueblos sólo seis encabezan la mancomunidad: Pinofranqueado (el más grande), Casar de Palomero, Casares de Hurdes, Caminomorisco, Nuñomoral y Ladrillar. Estos son cabeza de más de una treintena de pequeñas aldeas, referidas con la denominación árabe de alquerías, caracterizadas por su escasa población, su arquitectura negra de pizarra y por ser auténticos reinos olvidados que definían a la perfección ese concepto la lejanía e inaccesibilidad de Las Hurdes que tanto se empeñaron en narrar los literatos de antaño.
Esplendor natural de flora y fauna
La palabra naturaleza toma todo su sentido en Las Hurdes. Un lugar donde se ofrece generosa a los sorprendidos ojos de todo aquel que decide embriagarse de virginales paisajes, torrentes de jóvenes aguas, cielos azules y limpios y una singular arquitectura elaborada para convivir en armonía con el medio.
Un vistazo al entorno, además, hace saltar por los aires aquella imagen de tierra yerma. Especialmente en unos meses, que irrumpirá la primavera y los campos se teñirán de malva gracias al brezo, que es su flor por excelencia. Todo parece estallar en esos días.
Los valles profundos cuajados de olivos y cerezos, los huertos dispersos trabajados por esas gentes fuertes y resueltas (tan lejos de aquellos seres desnutridos), que a poco que se les trate resultan tremendamente cálidas y cercanas.
La fauna que predomina en la zona se compone de zorros, cabras montesas, jabalíes, conejos, salamandras, etc. Pero sobre todo destacar algunas especies protegidas como la cigüeña negra, el Águila Real, el gato montés o las nutrias, que conviven libremente en la majestuosidad y libertad de estas tierras de Las Hurdes. Así mismo cuenta con una zona ZEPA (zona especial de protección de aves) de 27.000 hectáreas y una zona LIC (lugar de interés comunitario) que coincide, casi en su totalidad, con el territorio de la zona ZEPA. Este terreno se encuentra, principalmente, en los términos municipales de Ladrillar, Casares de Las Hurdes, Nuñomoral, Caminomorisco y Pinofranqueado.
Apicultor por un día
En esta comarca hay más colmenas y colmeneros de lo que nos podamos imaginar, muchos de ellos trashumantes. Con razón la miel y el polen hurdanos cuentan con un gran reconocimiento a nivel nacional e internacional; no en vano, es la preferida del Vaticano. Y la nueva moda en la comarca es el apiturismo. Consistente en que los visitantes se pongan trajes de apicultor y acudan a un colmenar para comprender el mundo de las abejas y saber al detalle cómo se produce la miel que después llega a nuestras casas. Sin duda, una experiencia única.
La estampa más bonita
Riomalo de Abajo, la primera población que recibe al viajero que llega desde el norte, atesora tal vez el más espectacular: el meandro del Melero que dibuja el trazo del río Alagón y que es visible en todo su esplendor desde el Mirador de la Antigua. Aquí, donde el curso fluvial hace su giro más complejo, descansa una estampa que se cuela, para muchos, entre las más bellas de España. El río, al dar la vuelta sobre sí mismo, engulle una isleta repleta de árboles en el marco de un paisaje tan verde que se diría más bien de cotas cántabras.
Caminar, comer
Los amantes del trekking encontrarán el paraíso en estos parajes a través de 34 rutas senderistas agrupadas en la web de la Mancomunidad de Las Hurdes que discurren entre enebros, acebos y madroñeras. Y los del buen comer disfrutarán como niños de una gastronomía apenas promocionada pero sencillamente deliciosa. Cocidos de pipos con berzas, jugosas truchas que se pescan en sus ríos y, como mandan los cánones extremeños, los exquisitos surtidos de embutidos.
En definitiva, Las Hurdes son un viaje de leyenda a todo color. Un elogio a una comarca con sabores de antaño que resurge en un entorno natural prodigioso. Su aire a lugar remoto, aunque ahora de fácil acceso, está latente en el empeño de muchos que entran siendo ignorantes del mundo hurdano y salen orgullosos de haber encontrado otro paraíso en tierras extremeñas, sabedores de que hay mucho que ver en Las Hurdes y de que no hay escapadas suficientes para abarcar este pequeño y particular universo. Y citando de nuevo al maestro Unamuno, «Sí, es hondamente humano el que estos pobres hurdanos se aquerencien y apeguen a aquella tierra que es, más que su madre, su hija.».
EL PARADOR DE PLASENCIA
Plasencia es un excelente punto de partida para explorar la comarca de Las Hurdes. Su Parador se encuentra en el casco antiguo, lugar estratégico de la antigua ruta comercial y de peregrinaje conocida como Ruta de la Plata. Ocupa el Monasterio de Santo Domingo, construido en el siglo XV. Gruesos muros de piedra, techos abovedados y una sugerente decoración le esperan en el interior de estilo gótico. El parador es el lugar ideal desde el que explorar la ciudad y los paisajes naturales circundantes.
En Plasencia descubriremos los restos de murallas medievales, torres y puertas fortificadas, incluida la Puerta del Sol (Puerta del Sol) y el Postigo de Santa María (Puerta de Santa María) más pequeño. Mientras caminamos por el centro de la localidad, llegaremos a la Plaza Mayor (Plaza de Armas), de visita obligada durante las celebraciones del Martes Mayor, que ha sido nombrada atracción turística nacional. La localidad también cuenta con uno de los conjuntos de edificios históricos más representativos de la zona, formado por la Catedral Vieja románica y la Catedral Nueva, de elementos góticos y renacentistas.
ORIGEN DEL TÉRMINO
La opinión más comúnmente aceptada por los que han estudiado la comarca es que el nombre de Hurdes proviene de la palabra urdes, cuyo significado es brezo, arbusto abundante en la región.
MITOS Y LEYENDAS DE LAS HURDES
LA ENCORUJÁ
La Encorujá es un ser mitológico de la cultura hurdana. Se trata de una mujer maléfica con catadura de bruja que habita en los lugares más inhóspitos de los valles hurdanos.
EL DUENDE JAMPÓN
El Duende Jampón es un ser mitológico propio de tierras extremeñas, relacionado con el castellanoleonés Zamparrón. Esta pequeña criatura se caracteriza por su pequeño tamaño y por su voraz apetito.
EL CHANCAS DE ACERO
El siglo pasado, no fueron pocas las alquerías hurdanas donde afirmaron ver a un extraño humanoide de aspecto robótico que arrastraba su cuerpo metálico lentamente por la noche.
EL MACHU LANÚ
Es quizá el ser más siniestro del bestiario extremeño. Se trata de una criatura mitológica hurdana que guarda bastantes similitudes con el mismísimo Satán. Su cuerpo es híbrido: mitad macho cabrío, mitad humano.
EL DUENDE GIGANTE ENTIGNAO
El Entignao o Entiznáu es un duende con tamaño de gigante, de aspecto negruzco o tiznado, viste una levita negra y un sombrero de copa. Vive en lo alto de la sierra de La Gineta (Hurdes). Se le suele ver al amanecer o anochecer y siempre aparece liando o fumando cigarros puros que ofrece a los pastores.
LA GENTI DE MUERTI, JINETES QUE ANUNCIAN LA MUERTE
Este fenómeno no es más que la aparición espectral de dos individuos que parecen provenir del más allá y que tienen como fin anunciar el fallecimiento esa misma noche de algún mortal.